Alberto J. Urdaneta*
Una de las características de nuestro sistema educativo es la de seguir la tendencia de tratar las tópicos, de algunas de las áreas del conocimiento, en una secuencia inductiva que va desde lo particular a lo general. Una vez que se ha formado una base de conocimientos lo suficientemente amplia y sólida se procede a la especialización. Así como a partir de un par de células y de acuerdo al código genético se construye un organismo viviente y hasta pensante, y como bit a bit se escriben programas de computación que responden a ideas de gran complejidad, así se tiende a edificar la estructura del conocimiento.
Sin embargo, esta característica, que quizás simplifica el proceso de aprendizaje, requiere del estudiante fe en el sistema educativo y en lo que "más adelante" va a aprender.
Esta tendencia a iniciar por lo particular tiene su cúspide en el primer trimestre (o primer período), especialmente en los cursos de Matemáticas, donde se inicia la enseñanza del cálculo, llegando a extremos que a veces colindan con la insignificancia como lo es por ejemplo el estudio de un punto en el espacio y de su vecindad; lecciones que llevan un mensaje implícito muy claro: paciencia, el camino es largo.
Como estudiante, acabando de ingresar a la "Universidad", con expectativas de llegar a conocer las leyes universales de la ciencia, de aprender a diseñar grandes obras, de alcanzar a realizar grandes descubrimientos y grandes creaciones, queriendo contribuir a resolver los problemas de la humanidad, tener que avocarse al estudio de un punto y de su vecindad, sin saber realmente lo que se construye posteriormente con ese átomo, o hacia dónde lleva esa ruta del conocimiento, puede conllevar un sentimiento de insignificancia, y en todo caso representa un gran acto de fe en los profesores, en la Universidad y en el sistema educativo en general.
En los primeros cursos universitarios y desde un punto de vista personal, además de un mayor nivel de exigencia y del gran número de compañeros aplazados, además de profesores más distantes y que infundían más respeto, algunos de ellos con acento extranjero, además de la atroz competencia que existía entre los estudiantes, y de la satisfacción de haber sacado la mejor nota de la cohorte en el primer parcial de Matemáticas, a veces sentí en las asignaturas de carácter técnico (por así decirlo) ese gran vacío de caminar a ciegas hacia donde el profesor lo indicara, y de tener que olvidar los problemas del mundo para particularizar y resolver específicamente el problema de dos rectas en el espacio o del área bajo una curva.
Ese vacío fue compensado por las asignaturas de Estudios Generales.
Como una vez le escuché decir al Prof. David Gouverneur, quien también es egresado de la U.S.B., fue en las asignaturas de Estudios Generales donde realmente sentí la diferencia, el cambio entre el Liceo y la Universidad.
Sin embargo esa cualidad de los Estudios Generales no era el reflejo del nivel de exigencia de los profesores, del número de aplazados, de la dificultad de los exámenes, o de la competencia entre estudiantes, sino que se debía a que era en esas asignaturas donde se exponía ese nivel "universitario" que yacía en mis expectativas de lo que representaba y abarcaba el nombre de Universidad, era en esas asignaturas donde se enseñaba la grandeza del hombre, de sus ideas, la universalidad de la ciencia, y en general del pensamiento humano, y donde reconfirmé lo que era hasta entonces sólo una sospecha: que la ciencia no reemplaza a la virtud, que esta última utiliza a la primera y que para desarrollar una buena vida es tan necesario el corazón, la bondad y la generosidad como la cabeza, la racionalidad, la inventiva, la inteligencia.
Viendo ahora en retrospectiva, además de otros aportes invalorables ampliamente reconocidos y comentados, por ejemplo en el desarrollo de habilidades como la redacción, la exposición oral, la discusión en grupo, etc., en la formación cultural y mucho más allá, en la formación como individuo, los Estudios Generales contribuyeron en gran forma durante mis tiempos de estudiante, a darme esa fe de que se camina por la ruta correcta, esa confianza en la generalidad y universalidad del conocimiento impartido en las asignaturas de carácter técnico; confianza que se requiere de forma implícita al proseguir, y especialmente al iniciar, los estudios universitarios.
A los "generales" y a las "generalas", gracias.
*Decano de Estudios Profesionales. Egresado de la USB, en Ingeniería Eléctrica. Mención Cum Laude. M. Sc. en Ingeniería Eléctrica y Física Aplicada. Ph D. en Ingeniería de Sistemas
Universalia nº 3 Ene-Abr 1991