Jesús Mañú Iragui*
El poema "Oración por Marilyn Monroe" fue escrito por Ernesto Cardenal en Colombia poco después de la muerte de la famosa actriz, ocurrida en 1962. También aquí los datos tomados de periódicos y revistas se entremezclan con referencias evangélicas. Es uno de los poemas que mayor éxito ha tenido.
Partiendo de la afirmación bíblica de que cada ser humano es el templo del Señor, el poeta acusa a la 20th Century Fox de haber convertido a Marilyn Monroe en una cueva de ladrones, que deben ser expulsados como fueron los mercaderes del templo de Jerusalén.
Pero, a la vez, su dedo acusador apunta a todos nosotros, integrantes de la sociedad de consumo, por nuestra pasividad o nuestra participación en ese mismo juego vital de mercadeo y explotación.
Marilyn era un poco el símbolo de la "American way of life"; pero Cardenal la transforma en el símbolo de la humanidad, en lo que ella tiene de más profundo y humano, aquello que cada uno de nosotros tiene en su rincón más recóndito del propio ser, inaccesible totalmente a las manipulaciones de cualquier tipo.
En una secuencia de imágenes superpuestas al estilo del montaje cinematográfico, el lector va deduciendo la superficialidad de lo artificial y ficticio frente a la grandiosidad de lo auténtico, la búsqueda inútil de la propia realización y satisfacción interior sin contar con un móvil verdaderamente espiritual y genuino, la estúpida pretensión de hallar la felicidad en nuestras míseras vanidades humanas.
De paso, el poeta fustiga duramente a los medios de comunicación social, en especial a las poderosas compañías productoras de cine, por su despiadada explotación del ser humano. Pero la culpa abarca también, para el poeta, a toda la humanidad. De alguna manera todos somos responsables de esa explotación a una de sus integrantes. Con lo cual está sugiriendo la indisoluble unidad del género humano y, a la vez, la absurda vaciedad de nuestras vidas alienadas de mil maneras.
Así Cardenal insinúa lo que será frecuentemente en sus obras posteriores: la dualidad radical del ser humano la presencia en el corazón del hombre del bien y del mal y, siguiendo las pautas de la denominada "nueva ética", la necesidad intrínseca y personal de aceptar lo oscuro en uno mismo como requisito indispensable, por doloroso y humillante que sea, para lograr la verdadera liberación.
*Profesor del Dpto. de Lengua y Literatura, cursó estudios de Posgrado en Italia y España. Autor de manuales de Historia de la Literatura y de varios libros de crítica literaria. El texto que incluimos ha sido tomado de su libro "Ernesto Cardenal: vida y poesía", publicado por la USB en octubre de 1990.
Universalia nº 3 Ene-Abr 1991