Está de moda la palabra "calidad". Se le asocia a la gestión de las organizaciones más exitosas; se le menciona como uno de los conceptos que puede provocar en nuestra época una verdadera transformación del trabajo humano. Resulta entonces válido que nos planteemos como tópico de reflexión y discusión la calidad de la docencia, específicamente, la calidad de la docencia universitaria. Ello implicaría que tendríamos que hablar de los docentes, de las metodologías de enseñanza aprendizaje que ellos manejan, del diseño curricular a que se subordinan estas metodologías, de la dinámica instruccional y los materiales aprendizaje, de las estrategias de evaluación y de las otras funciones de carácter social y cultural que los docentes cumplen de manera más o menos indirecta.
Cuando como alumnos evaluamos a un docente no prestamos mucha atención al programa de la asignatura, a los materiales que se utilizan en las clases, a la filosofía pedagógica sobre la que se sustenta toda la actividad educativa. Prestamos más atención a: (1) la capacidad del docente para transmitir unos conocimientos, desarrollar unas habilidades y fomentar unas actitudes, (2) la capacidad para evaluar de manera justa, y (3) la capacidad interpersonal es decir, para tratar amistosamente a los estudiantes. Estas capacidades no necesariamente coinciden en nivel entre las personas que se dedican a la docencia. Sin embargo, como estudiantes aprendemos a compensar, superar y, finalmente, comprender los posibles desniveles, sin que podamos negar que, en algunos casos, nos ha resultado difícil perdonar algunos costos pagados por la mediocridad un profesor, la injusticia cometida en unos exámenes, la escasa simpatía de alguien que más bien parecía un enemigo de la raza humana. Pese a todos los problemas confrontados, los que recordamos como "buenos profesores" son más que los que recordamos como malos; algunos que incluso nos parecieron "malos" por su carácter o su rigidez evaluativa terminan siendo aquellos de los que en el fondo más se aprendió.
En realidad, todos los docentes dejan algo en cada uno de sus alumnos. Hay un aforismo que dice que la educación es lo que queda cuando la instrucción ha terminado. Eso que llamamos educación es el resultado de una rica mezcla de estilos, gestos, moralejas, mensajes acumulados durante muchos años por los docentes. Es a partir del docente de donde un estudiante aprende a entender lo de "calidad humana"; no porque esto no se pueda aprender de los padres, sino porque el docente de alguna manera entra en la intimidad del estudiante sin tener con él como parentesco otra cosa que no sea la misión de instruirlo y educarlo. En todo caso, no se puede juzgar la calidad humana y profesional de un docente en aislado: hay que también considerar la calidad de la educación en general, y, a la vez, para juzgar acerca de la calidad de la educación habría que juzgar la calidad de un país. Pudiera ser un círculo vicioso. Sin embargo, desde hace mucho tiempo se sabe que no existe calidad de docencia, de educación y de país cuando no hay calidad de estudiantado.
Universalia nº 4 Abr-Jul 1991