Se encuentra usted aquí

Teatro Contemporáneo

Guillermo Servando Pérez*

En el teatro, al finalizar el siglo XIX y comenzar el XX, sobresalen, entre residuos tardíamente románticos, manifestaciones realistas y naturalistas, y reacciones contra un entorno social y cultural juzgado opaco y asfixiante, las creaciones dramáticas del noruego Ibsen; el sueco Strindberg; el ruso Chejov; los alemanes Hauptmann y Wedeking; el austriaco von Hofmannsthal; el inglés Wilde; los irlandeses Shaw, Yeats, Synge y O'Casey; los italianos D'Annunzio y Pirandello; el belga Maeterlinck; los franceses Claudel y Jarry; los españoles Valle Inclán y Benavente; el uruguayo argentino Florencio Sánchez; etc.

A medida que avanza el Siglo XX, algunos de esos dramaturgos, pero, sobre todo, los nuevos que van surgiendo, reciben la influencia enriquecedora de los movimientos artísticos de vanguardia, del cine, del marxismo, del psicoanálisis, del existencialismo, etc. Se sienten atormentados por el desamparo del hombre, desligado de Dios, pero sometido a la explotación económica y a los poderes del estado y de la técnica. Profundizan en la fe, en la naturaleza de la realidad y la propia identidad, en los instintos y las pasiones, en la abyección y el desvalimiento, en la soledad y la incomunicación, en la angustia y el absurdo, en la libertad y la represión, en la explotación y la alienación, en la revolución y la historia, en el compromiso, etc. Experimentan, impulsados por un radical inconformismo, y secundados por directores y escenógrafos a la hora de la representación, de la transfiguración del texto dramático en espectáculo teatral, innovaciones audaces, y, en muchos casos, revulsivas.

Entre los nuevos dramaturgos que van apareciendo a medida que el siglo avanza, y configuran sus obras en concordancia con la complejidad del mundo en que les ha correspondido vivir, se destacan Brecht y Weiss en Alemania; Frisch y Dürrenmatt en Suiza; Eliot, Priestley, Fry y los "jóvenes iracundos" Osborne, Pinter, Arden y Wesker en Gran Bretaña; O'Neill, Thorton Wilder, Clifford Odets, Tennessee Williams, Arthur Miller y Albee en los Estados Unidos; Ugo Betti en Italia; Giraudoux, Cocteau, Montherlant, Anouilh, los existencialistas Sartre y Camus, los creadores del "teatro del absurdo" Beckett, Adamov e Ionesco, y Genet, creador del "teatro de la crueldad", en Francia; García Lorca, Casona, Buero Vallejo, Sastre y Arrabal en España; y en Latinoamérica, quienes, como Samuel Eichelbaum, Roberto Arlt, Aurelio Ferretti, Carlos Gorostiza, Agustín Cuzzani y Osvaldo Dragún en Argentina, Carlos Maggi en Uruguay, Egon Wolff y Jorge Díaz en Chile, Sebastián Salazar Bondy en Perú, Enrique Buenaventura en Colombia, Virgilio Piñera en Cuba, René Marqués en Puerto Rico, Xavier Villaurrutia y Rodolfo Usigli en México, Román Challbaud, Isaac Chocrón y José Ignacio Cabrujas en Venezuela, Ariano Suassuna, Alfredo Dias Gomes, Augusto Boal, Gianfrancesco Guarnieri, Plinio Marco, Nelson Rodríguez, Guilherme Figueiredo y João Cabral en Brasil, etc. luchan por un teatro equiparable, por su calidad, a la narrativa, a la lírica o el ensayo.

Introducirse, leyéndolas, en alguna de las obras de algunos de esos dramaturgos por ejemplo, Galileo Gailei, de Brecht, Marat Sade, de Weiss, Recordando con ira, de Obsorne, ¿Quién teme a Virginia Woolf? de Albee, Las manos sucias, de Sartre, Los Justos, de Camus, Esperando a Godot, de Beckett, El rey se muere, de Ionesco, Las criadas de Genet, Escuadra hacia la muerte, de Sartre, La cometa de René Marqués, Asia y el lejano oriente, de Chocrón o El Pagador de promesas, de Días Gomes es entrar en comunicación directa con importantes creaciones artísticas. En unos casos, para admirarlas. En todos, para hacerlas objeto de reflexión, y descubrir, en ellas, un particular sentido de la vida, una particular visión del mundo.

*Profesor del Dpto. de Lengua y Literatura USB, Licenciado en Filosofía y Letras, especialidad en Filología Romántica, en la Universidad Complutense (Madrid)

Universalia nº 4 Abr-Jul 1991