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Editorial: Mr. Keating en la USB

¿Recuerdan ustedes a John Keating, el profesor inglés de La sociedad de los poetas muertos? ¿Qué tal si un día apareciera por Sartenejas buscando trabajo? Posiblemente sus métodos y su enfoque de la educación no producirían aquí el escándalo que hizo tambalear aquella prestigiosa y rígida High School de Nueva Inglaterra. Y esto no es puro invento. Como un hermoso piropo académico, la semejanza ha sido aplicada por algunos estudiantes a varios de sus profesores. Imaginemos cómo sería. Por ser un especialista en literatura inglesa (sobre todo en Shakespeare) y en autores clásicos, Mr. Keating ingresaría probablemente al Departamento de Idiomas o de Lengua y Literatura. Y si a partir de su comportamiento tratáramos de adivinar su concepción del acto educativo, es casi seguro que sería uno de los "fiebrudos" de los Estudios Generales. Veamos por qué.

¿Recuerdan cuando dejó boquiabiertos a sus alumnos al pedirles que arrancaran de la antología poética la introducción del Dr. Evans Pritchard, canonizada ya como la verdad establecida? ¿No les hubiera gustado estar allí? Es que no se trataba de obligarlos a aprenderse una definición de poesía para forzarlos después (a partir del mismo argumento de autoridad) a leer los poemas etiquetados como "importantes". Pretendía más bien ponerlos ante una experiencia poética, crear las condiciones para que leyeran, comprendieran y (sobre todo) disfrutaran algunos poemas, tal vez quería incluso ayudarlos a expresarse con cierta libertad por medio del lenguaje. Después (quizá) podría surgir el interés y hasta la necesidad de una teoría sobre la poesía y de saber algo más de aquellos "poetas muertos" ¿No piensan que es una buena forma de abrirse a la literatura, uno de los muchos mundos posibles pero hasta entonces vedados a aquellos jóvenes?

Detrás de nuestra simpatía por el personaje y su "estilo" puede estar el reconocimiento de una verdad relacionada con el significado original de la palabra educación ya que Keating podría ser calificado como un verdadero educador. También aquí la etimología nos lleva al sentido raigal, a la raíz primera de un término: Ex ducere es literalmente "conducir fuera" o "hacer salir". Educar no sería entonces tanto transferir de un sujeto (profesor) a otro (alumno) un conocimiento determinado, sino más bien evocar, activar o cultivar en el educando a través de una experiencia intelectual, emocional o física la posibilidad de buscar, reconocer y apreciar ese conocimiento que de alguna manera germinal ya "sabe" o trae consigo.

El corolario es obvio: ser un verdadero educador no es nada fácil, como lo muestra la historia de la película. Demanda una gran honestidad; exige trabajo y creatividad; pide una constante activación interna. Ahora bien, ese modelo del forjador de seres humanos, el educador, ¿no debería ser la meta de todo profesor universitario, sin importar el carácter básico o avanzado, general o especializado de su campo o de su asignatura? Y si aquello es cierto, ¿no correspondería aún más ese perfil al profesor de Estudios Generales? Por la índole formativa que ha prevalecido en la caracterización de este programa, la transmisión de contenidos, sin perder importancia, debe ir pareja al desarrollo de conductas, actitudes y valores positivos en sus alumnos. Y mientras más especialista, mejor "generalista". ¿Quién mejor para comunicar el entusiasmo y la importancia de una disciplina o un área de actividad humana, para explicar sus fundamentos y procesos más importantes, que aquel que la conoce en profundidad y se dedica a ella con pasión?

Por eso pensamos que Mr. Keating no estaría solo en Sartenejas y que su cupo como el de muchos otros cursos de EG se agotaría temprano el día de las inscripciones.

Universalia nº 5 Sep-Dic 1991