Nieves Serrano*
La física moderna, con sus nociones de "cuatridimensional" y del "espacio tiempo", es decir, con lo que se ha llamado "Irrupción del tiempo en la conciencia humana" ha tenido repercusiones en la evolución de las ideas estéticas contemporáneas.
En 1509 apareció en Venecia un libro del monje italiano Luca Paciuoli titulado De divina proportione, donde se esbozaba la tesis de que la proporción y la armonía rigen todas las cosas y fenómenos de la naturaleza. Era la teoría del "número de oro" (Sectio Aurea) de Leonardo da Vinci, desarrollada a mediados del siglo pasado por Zaysing y estudiada por Matile C. Bhuka, en virtud de la cual, lo mismo en la naturaleza como en el arte, la belleza se obtiene cuando las normas y dimensiones de los seres u objetos guardan entre sí determinadas relaciones numéricas. Se trataba, por lo tanto, de establecer estrechos vínculos conceptuales entre la matemática y el arte. Pintores y arquitectos renacentistas, como Piero della Francesca, Rafael Bramante, Vignola, el propio Miguel Angel, consideraban que para crear formas bellas era indispensable el conocimiento profundo de las matemáticas y de la geometría. De estas consideraciones tuvo origen el arte de la perspectiva; aun cuando al principio fue un simple instrumento técnico de la arquitectura y de la pintura, sin embargo, con el tiempo supondría el descubrimiento del espacio tridimensional.
Esta concepción se mantuvo hasta que Einstein echó abajo los cimientos de la física clásica. Comenzaba la era de la relatividad, de lo "cuatridrimensional". A medida que se fueron imponiendo estas ideas se comenzó a evidenciar en la pintura una pérdida de la perspectiva tridimensional.
El primer paso lo dio Cézanne. Aunque sus cuadros no pierden completamente el sentido de perspectiva, tienden a la bidimensionalidad. El paso definitivo lo darían los cubistas. Al aparecer las primeras obras cubistas, el poeta y crítico francés Guillaume Apollinaire, lanzó la hipótesis de que la preocupación fundamental de los nuevos artistas era encontrar "una cuarta dimensión", y evidentemente en las obras de Picasso, de Gris o de Braque, el tiempo invade todo el contenido del cuadro, según leyes que prescinden total o parcialmente de la realidad física. Y en el mismo sentido se pronunciaba Arthur March:
"No se debe a simple azar el que el arte en los últimos años presente en su desarrollo un paralelo con la ciencia. También en el arte se advierte una progresiva inclinación a separarse del mundo tal como lo perciben nuestros sentidos, y a traducir las cosas concretas en relaciones de líneas y colores. Su propósito es exactamente el mismo de la física. En ambas esferas lo abstracto nace de una creciente profundidad de pensamiento"
Si nos fijamos, por ejemplo, en las esculturas abstractas de Pevsner, Gabo o Maholy Nagy, se evidencia en ellas un espíritu científico. No sólo las matemáticas parecen dominar esas construcciones de metal, plexiglás o vidrio, sino que también revelan fórmulas matemáticas.
Pero hay algo más que meras coincidencias teóricas de la ciencia física con el arte. El mundo técnico que nos ha tocado vivir, en el cual nos hemos ido acostumbrando a la visión cotidiana de infinidad de objetos técnicos que, con sus formas y coloridos, producen inesperadas sensaciones ópticas.
¿Puede, sin embargo, la máquina engendrar belleza? El futurismo fue sin duda uno de los movimientos de vanguardia que dio a esta pregunta una respuesta afirmativa.
La temática de la máquina aparece en los años 1910 1912, generalizándose simultáneamente en toda Europa. En Italia con los pintores futuristas; en Francia, Robert Delaunay, Fernand Leger, Marcel Duchamp y Francis Picabia. En sus obras introducen toda una serie de imágenes mecanoformes como trenes, aviones, automóviles, iluminación eléctrica, carteles publicitarios, es decir, todos aquellos objetos que animan las ciudades modernas y las caracterizan con el sello del maquinismo. En Estados Unidos la máquina es el tema concreto que determina las composiciones de la mayor parte de los pintores que se reagrupan alrededor de la Photo Secession Gallery de Stieglitz. Se puede decir, por lo tanto, que para un gran número de pintores de vanguardia, el objeto técnico, la máquina, el mundo urbano mecanizado sirvió como repertorio de temas de posibilidades estéticas.
*Licenciada en Humanidades (mención Arte) de la Universidad de Puerto Rico
Universalia nº 5 Sep-Dic 1991