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La habitación vacía

Br. Rafael E. Figueredo O., estudiante de la Lic. en Física

“Las paredes se van
queda la noche
las nostalgias se van
no queda nada.”
Rostro de Vos,
Mario Benedetti

Estoy en la habitación vacía, con las manos en la nuca y boca arriba con el techo encima.

El techo de la habitación estorba entre yo y la noche; y entre yo y la vecina del piso de arriba – Emily o Emmeline o yo que sé -   y ella y su techo también estorban entre la noche y yo mirando al techo boca arriba. Si no fuera así hubiera comenzado diciéndoles: “Estoy en la habitación mirando la noche boca arriba”. Sin embargo nada de eso importa. Lo que importa es que estoy en la habitación vacía.

También hubiera sido lo más adecuado decirles que estoy en la habitación vacía fumándome un cigarro, pero a los asmáticos  nos prohíben fumar.

Miro la noche… miento. Miro el techo. Miro el techo y a las paredes de la habitación vacía, miro al sur. Lanzo una bocanada de aire como si estuviera fumando. Pero es un suspiro disimulado, un conato de suspiro. Es humillante y vergonzoso un suspiro así. Se escucha el tic tac metálico del viejo reloj del abuelo que suena desde algún lugar de la habitación vacía.

Les describiría metódicamente, cual cirujano realizando una disección, cómo es la habitación vacía. Haría un inventario cuidadoso y les enumeraría exhaustivamente cada mesa, lámpara, enchufe, porcelana, flor, lámpara de mesa, chivatoscopio, estampilla mirando al sudeste, hornillas - dos de las cuales están activas y una inactiva-, jabberwocky, dados - de seis, cuatro, diez y cuatro de veinte caras-,  billie holiday, lámpara de lava, tinta verde para escribir, google - que algunos heresiarcas versados en el arte de la hermenéutica se jactan de identificarlo con “el aleph”; mientras que la mayoría de sus detractores insisten en hacer alusión a otra habitación vacía diferente a la que aquí nos ocupa-, cable de teléfono, kindle, lazos y redes para pájaros incautos, sombrero, ex ungüe leonem, el reflejo de una vela, hrönir, kerotakis, banda para brazo de líder de brigada, yo, una hoja cae, simetrías, espejos, enciclopedia, tapa de poceta, el dinosaurio que sigue allí, cáscara de nuez, pero cónchale ceferino!,  tres bolígrafos kilométrico azul, un anillo para dominarlos a todos y atarlos en las tinieblas, calendario polar, halliday-resnick, kakemono, más espejos reflejados en otro espejo que a su vez es un reflejo de un espejo, introducción a la pnl, el velo de una mujer quien durante mil noches o más improvisa una historia, una o dos esferas de banach-tarski, trofeo roto vomitado por babosas, taza o rosquilla, el universo, bezoar, lámpara coleman de propano o  keroseno, la flauta con la que un dios ciego y poco agudo va creando el universo y que cuando deja de tocar lo destruye, hikikomori, muérdago, kafka en la orilla, las puertas de un templo en ruinas donde una monje, un leñador y un tercero intentan descifrar la naturaleza humana y sus contradicciones mientras se refugian de la lluvia, nada, lámpara de techo, cubo de rubik, silla, triángulo de sierpinski, bafometo ornamental,  el tintero para la tinta verde con la cual hago montañas, calcetines por el suelo, tesseract, sudoku, el loto sobre el que reposa otro dios que flota sobre un mar infinito y cuya respiración dura un eón completo, vela encendida que se consume, fotografía, cuaderno amarillento, libro azul. Pero dejémonos de cuentos, no está justificado que describa cada cosa por su nombre correcto y con tanto detalle, si la habitación está vacía.

Sin embargo como dice cierto antiguo tratado mahayana, todo vacío es manifestación de la forma y la forma se reduce en principio al vacío. Aquí dentro, como en cualquier otro lugar, el vacío es necesariamente pura posibilidad de ser. Mientras ustedes perciben un insípido vacío afónico, monótono, raquítico y antiséptico; yo observo fuerzas violentas colosales y universales que entran en conflicto, se enfrentan e imponen sus voluntades en la lucha por la supremacía. Veo lluvias de partículas que en cada instante se crean, colisionan y aniquilan a pares y que cuando interaccionan- mediante otras partículas que a su vez también se crean y se aniquilan en instantes tan pequeños que no podemos concebir- desgarran con su juego las bases mismas de la existencia. Vislumbro misterios absurdos, verdades paradójicas y respuestas atónitas que llevarían a cualquiera al borde de la insania. Pero no veo la noche por culpa del techo de la habitación vacía, por culpa de la vecina y por culpa también del techo de la vecina.

-Buenos días Emmeline, la de hermosos peplos.

- Buenos días tenga usted geómetra.

- ¿Qué opina de la noche? ¿Según su opinión cómo será el panorama que debemos afrontar?

-Es muy amable de su parte por preguntar – me dijo, como siempre, con una sonrisa de esas espontáneas que solo a ella se le ocurre improvisar- A las diez fue sin duda alguna el momento más esperanzador. Pero fue una total desilusión al igual que a la una del día anterior. Pero a dos minutos para la medianoche, si buscamos en el reloj de la catedral, quizás las expectativas sean mucho más favorables.

Era inevitable dejar de pensar en cómo esa mujer cuando caminaba se asemejaba a una ensalada de piernas. De pronto comprendí la verdad y le dije:

-Siga al conejo blanco y no lo pierda de vista o será demasiado tarde. Si ese no es el caso entonces tosa dos o tres veces más. El único consejo que se me ocurre ofrecerle es que haga el esfuerzo de no ser usted tan difusa, sea puntual y aclare sus contratiempos.

-Muchas gracias, es usted muy amable.

-Gracias a usted mi estimada Emily.

-Hasta luego y que pase usted un buen día.

Pero no pude contestar, aunque no por ingratitud o por falta de cortesía, pues me vi forzado a abandonar  la escena con prontitud.

Entonces recordé. Ella en su habitación tampoco puede contemplar la noche. Ella está en su cama con las manos detrás de la cabeza viendo el techo y disimulando un suspiro con una bocanada de aire. Lo importante y es lo que ustedes realmente deben comprender, es que la habitación de ella  está vacía. También están vacías la habitación que sigue justo encima de la suya y la habitación debajo de la mía a la cual mi techo no deja ver la noche. Yo no puedo ver la noche por culpa del techo encima de mí, por culpa de Emily,  por culpa de su techo, por culpa de la habitación encima de ella y por culpa de la siguiente habitación vacía encima de esa. A su vez por mi culpa y por culpa de mi techo las habitaciones vacías debajo de mí no pueden ver la noche. Son una sucesión infinita y contable de habitaciones vacías. El problema no se puede resolver aunque cambiemos a todos los huéspedes a  las habitaciones pares.

Ahora que comprenden que todas las habitaciones están vacías pueden entender porqué nunca me he aventurado a salir de la mía. Pueden simpatizar con mis circunstancias. Yo escogí ser un hikikomori. Como se pueden dar cuenta no tiene nada que ver en esto la claustrofobia. Ni tampoco se me puede malinterpretar acusándome injustamente de misántropo. Es mi voluntad – y ya mencione la devastación colosal que implica  las confrontaciones entre voluntades aunque sean las propias-  y creo que pueden entender que mis acciones están lo suficientemente justificadas. No me falta espacio en mi habitación ya que el techo es la bóveda celeste, no hay paredes o al menos no las puedo concebir. Es tan grande que el centro de mi habitación –donde está la cama en la que me encuentro recostado boca arriba, con las manos tras la nuca viendo la noche a través del techo - está en todas partes; como la esfera de pascal que cierto erudito ciego refirió a otros en la posteridad.  Ahora espero que haya quedado para ustedes todo lo suficientemente claro.

Siento como lentamente el fuego me consume. Pero no es fuego. Para que existiera  un fuego capaz de semejante hazaña sería necesario juntar en una misma hoguera y al mismo tiempo todos los fuegos eternos que han existido en todos los lugares y en todos los instantes. Siento como las paredes y el techo me consumen como si me estuvieran devorando todos los fuegos en una hoguera infinita. Es inevitable. Como si yo fuera el cigarro; las paredes y el techo pronto suspiran. O el techo suspira y las paredes me devoran hasta convertirme en vacío; yo no lo sé.

Pero ya todo está escrito. Solo queda el aciago albur. Solo sé que poco a poco sobre mí se ciernen tinieblas.