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El virus de la inflación en la Universidad

Félix Ojeda*

La Universidad es una institución grandiosa, que encierra en su mundo complejo múltiples facetas, todas ellas unidas por un hilo común que las soporta: la economía.

Hoy día el basamento económico de la Universidad muestra signos de quebranto, y esta circunstancia es propicia para reflexionar sobre le economía universitaria.

Bien sabido es que este tema es de nunca acabar como suele decirse de algunas óperas de Wagner. A decir verdad, en este breve artículo lo único que podemos intentar es tocar los primeros compases de la obertura del tema. Pretendemos hacer algunos comentarios sobre diversos modelos universitarios, la estabilidad financiera de la universidad, y la inflación.

Diremos para empezar que pueden pensarse cuatro modelos puros de universidad, ellos son:

La universidad pública gratuita;

La universidad pública no gratuita;

La universidad privada gratuita y

La universidad privada no gratuita.

Veamos en qué consiste la esencia financiera de cada modelo.

La Universidad pública gratuita

Es propiedad de todos los ciudadanos de un país. Esta universidad no cobra el servicio que presta a sus estudiantes, razón por la cual no obtiene ingresos para autofinanciarse. Requiere por lo tanto del financiamiento externo, el cual le es proporcionado por el Estado. Este obtiene el dinero del ingreso fiscal, el cual se nutre de fondos que en última instancia representan deducciones de la riqueza privada, mas específicamente de la renta de las personas. Así pues, la universidad pública gratuita es financiada, a fin de cuentas, por la gente del país. El Estado es sólo un intermediario financiero, nunca el verdadero financista; ni siquiera es el dueño de la universidad pública.

La Universidad pública no gratuita

Es igualmente propiedad de todos los ciudadanos de un país; se diferencia del modelo anterior en que sí cobra el servicio de educación que presta a los estudiantes; como estamos hablando de un modelo puro decimos que esta universidad se autofinancia, es decir, que los ingresos derivados de la venta de sus servicios cubren sus costos de operación, y todavía queda un remanente que se emplea para el desarrollo de la universidad (crecimiento + calidad + diversificación).

Esta universidad no la pagan todos los ciudadanos de un país, ya que la financian sólo quienes compran sus servicios: los estudiantes. Como es una universidad pública, ningún particular o grupo de particulares, se lucra con la labor universitaria. El remanente sobre los costos de operación no es concebible como lucro, toda vez que se destina para el desarrollo universitario, o sea para el beneficio de quienes pertenecen a la universidad.

La universidad privada gratuita

Esta universidad, que podemos llamar filantrópica, es propiedad de particulares. Por ser gratuita son sus mismos propietarios quienes la financia; éstos son ciudadanos que pagan la educación de otros: los estudiantes. En este modelo puro la filantropía es filantropía. Lo decimos porque hay instituciones de fachada filantrópica pero de traspatio lucrativo.
Esta universidad no recibe subsidios, ya que ni el Estado ni otros particulares distintos de sus dueños le proporcionan fondos monetarios o valores en especie.

La Universidad privada no gratuita

Se trata aquí de la universidad-negocio. Es propiedad de particulares (pocos o muchos). No es gratuita porque sus dueños venden el servicio educativo a los estudiantes, de lo cual se financia la universidad. Debe lograr un remanente (ingresos totales > costos de operación) para poder funcionar y ser, además, negocio para sus propietarios. En otras palabras, una parte del remanente es lucro y el resto debe ser para desarrollo universitario. Tampoco recibe subsidios esta universidad al igual que en el modelo anterior.

Usted y yo sabemos, estimado lector, que estos modelos de universidad pueden darse o no en la realidad en su forma pura; y que, además, no tiene absolutamente nada de extraño que una determinada universidad real presente un carácter híbrido, o sea, constituido por aspectos de diferentes modelos. Pero éste no es el punto por el momento. El tema es, más bien, ¿qué le sucede a cada modelo puro si la inflación, cual virus que se cuela en el interior de una célula, comienza a penetrar la estructura universitaria?

Algo común a todos los modelos puros es que en inflación todos se ven afectados por la elevación de sus costos de operación. Vamos pues a teorizar un poco sobre lo que puede ocurrir con cada modelo puro, cuando la inflación comienza a penetrarlo.

La universidad privada gratuita (filantrópica), al subir sus costos nominales de operación -o costo de cantidad de dinero- comenzará a experimentar una reducción de su prestación real de servicios. Esto significa que podrá llegar a tener menos estudiantes, menos profesores, laboratorios obsoletos y mal dotados, bibliotecas desactualizadas y otros signos de empeoramiento. Esta situación exigirá ciertos cambios a los filántropos, sus dueños. Estos pueden: 1) tornarse más filántropos, es decir, financiar los crecientes costos de operación; 2) cerrar la universidad (muerte del modelo); 3) adoptar el modelo de universidad privada no gratuita y 4) romper, aunque no totalmente, la pureza del modelo filantrópico al aceptar cambios de alcance parcial, tales como el subsidio estatal y/o el financiamiento privado de una parte de los costos de operación.

La universidad privada no gratuita al ser atacada por la inflación hará probablemente lo siguiente: sus dueños defenderán su lucro elevando el precio del servicio educativo; la educación universitaria se tornará más cara y se reducirá el número de personas que pueden pagarla.
Este modelo de universidad resulta muy estable en términos financieros, ya que puede cabalgar con la inflación, ajustando hacia arriba el precio de su producto: el servicio educativo. Así, el cierre de la universidad, a diferencia del caso de la filantrópica, es poco probable. En caso de fuerte amenaza a su estabilidad, sus dueños siempre pueden ocurrir al financiamiento de otras fuentes privadas tales como el dinero de nuevos accionistas y préstamos de bancos. Si hay grave apremio financiero los propietarios de la universidad pueden decidir sacrificar la pureza del modelo de universidad privada no gratuita, incorporando un elemento del modelo de la universidad filantrópica, cual es la donación de fondos por filántropos, hombres muy adinerados que no necesitan explicaciones sobre la importancia de la educación universitaria para el desarrollo de las naciones.

Otro elemento extraño al modelo puro de universidad privada no gratuita son los subsidios estatales, ya que se trata de fondos públicos. También éstos son bienvenidos en épocas de crisis financieras.

¿Qué puede hacer la universidad pública no gratuita en época de inflación? Igualmente es esta universidad un modelo estable en la medida en que tiene la posibilidad de subir el precio de su servicio educativo, pedir subsidio al Estado, aceptar donaciones y hasta permitir la participación de accionistas privados. Estos dos últimos elementos alterarían por supuesto la pureza del modelo.

Ahora bien, ¿y la universidad pública gratuita?; ¿qué ocurre con la pureza y la estabilidad financiera de este modelo en tiempo de inflación?. Toda vez que esta universidad no vende lo que produce (servicio educativo y otras cosas), y considerando que los costos de operación pueden ser empujados por la inflación a niveles muy elevados, es evidente que ocurrirá un proceso de destrucción gradual de la universidad misma. ¿Acaso no es esto lo que pasa cuando la investigación carece de dinero, se desactualizan las bibliotecas, los sueldos de los profesores no alcanzan, muchos buenos docentes se van, etc.? El virus de la inflación penetra la célula de la universidad y comienza a enfermarla. ¿Puede en estas condiciones sobrevivir el modelo de una universidad pública gratuita? Exploremos en busca de una respuesta; eso sí, sin prejuicios, dogmas, populismo, grupalismo, electoralismo, obediencia partidista, totalitarismo ideológico y otras trabas similares que impiden que el pensamiento sea un ejercicio vivificante, como vivificante es escuchar un concierto para piano y orquesta de Mozart.

Veamos qué nos dice el análisis económico. En primer lugar tenemos que la inflación es consecuencia de un complejo de fuerzas muy poderosas -que no pretendemos estudiar aquí- tales como el creciente gasto público, el endeudamiento del gobierno, la monetización de la deuda, la inmensa presión de los grupos monopólicos que incesantemente infla los precios, la diabólica política monetaria, que por los altos intereses que provoca favorece a la banca y hunde la inversión productiva.

La universidad pública gratuita puede pedirle al gobierno y a los monopolios que no permitan más inflación. Sería una petición de gran estatura moral, pero no serviría para nada.

El virus inflacionario continuará muy sonreído carcomiendo la entraña de la universidad.

Otra vía pudiera ser pedir más subsidios al gobierno. Esta vía del subsidio, es decir, más presupuesto y siempre más presupuesto para subsanar las deficiencias presupuestarias que la misma inflación genera, es un verdadero paliativo; ayuda pero no cura. Es, por otra parte, engañosa y peligrosa de cara al mediano y largo plazo. El subsidiado nunca sale de su marasmo y el subsidiador siempre lo tiene en sus manos. La universidad pública no debería degradarse a la condición de una marioneta raquítica. Hay que destruir el circulo vicioso de la inflación, subsidio, inflación, subsidio, inflación y así sucesivamente. La solución que rompe este círculo existe y resulta apasionante pensarla a fondo; como ya dijimos, sin trabas de ninguna especie.

¿Hay otras formas de obtener fondos para la universidad pública?

Un camino que a nuestro juicio es poco o nada factible y ciertamente muy ingenuo, consistiría en pedirle a otros entes públicos que ahorren para que así sobre fondos utilizables por la educación superior pública. En la misma filosofía se alinea la idea de plantear al gobierno que comprima el gasto improductivo en algún ministerio importante, o sea que le recorte el subsidio a las eternas clientelas que medran al calor de la renta petrolera y los créditos adicionales financiados con dinero inorgánico inflacionario.

La ruta que creemos realista es la del cambio hacia la diversificación de las fuentes financieras de la universidad pública. Esto implica, claro está, una ruptura ideológica y política con el modelo de universidad subsidiada única y totalmente por el estado, y, así mismo, la superación de la idea de la gratitud integral y sin excepción del servicio educativo.

La universidad pública, sin dejar de serlo, debe introducir cambios importantes, tales como por ejemplo, reducir sus costos de operación sobre la base de una mayor productividad y calidad en todos sus servicios; exigir matrícula a los estudiantes, diferenciada según niveles de ingreso; matrícula que debe ser competitiva con la de la universidad privada no gratuita; ampliar el crédito educativo; vender servicios de investigación y de desarrollo tecnológico; modernizar su ineficiente administración interna (lo que sería una fuente de ahorro, felicidad y productividad para toda la comunidad universitaria); desarrollar la educación permanente como un negocio rentable cuyo superávit se invierta en desarrollo; evaluar y premiar a sus docentes así como a sus gerentes académicos y administrativos; formar empresas de desarrollo tecnológico (¿y por qué no de investigación?) con compañías públicas y privadas; buscar nuevas fórmulas para la incorporación de los estudiantes en planes y proyectos.

Como se ve estos cambios que afortunadamente a la larga son inevitables exigen nuevas actitudes en la comunidad universitaria; se requiere mucha solidaridad, disminución del egoísmo, gran sabiduría política, paciencia, pensamiento de verdad verdad democrático, visión de largo plazo, acción grupal inteligente, generosa y venezolanista; y muchas cosas positivas más. Además, la gente debe perder el temor a cambiar y a producir cambios. Organizarse se torna importante.

¿Podrá y le convendrá a la universidad pública independizarse plenamente del Estado en materia financiera? Por el momento respondemos así: 1) En el presente y por mucho tiempo la total independencia financiera es casi imposible de lograr porque la educación es muy costosa, y la idea es que mucha gente tenga acceso a ella pagando matrículas razonables: 2) No debemos prescindir del subsidio estatal como fuente de financiamiento de la universidad pública. Mundialmente en la inmensa mayoría de los casos el subsidio es algo normal. Recordemos que este subsidio viene del pueblo, y es magnífico que todo el pueblo contribuya a la educación superior de sus hijos. Si no es así, ¿para qué queremos Estado? ¿Sólo para que financie los servicios de justicia, policía y defensa, como sugieren algunos neoliberales?
Comentario final. Es de advertir que la diversificación de las fuentes financieras de la universidad pública no significa cierto tipo de privatización; esta palabra es un arma intencionalmente confusa de algunos neoliberales y demagogos. Una cosa es la privatización entendida como toma de posesión de la universidad por la sociedad civil; el estado conserva la propiedad jurídica, pero la comunidad universitaria asume su administración. Otra cosa es la privatización entendida como venta de la universidad pública a particulares con la finalidad de crear una universidad privada lucrativa para un pequeño grupo monopólico. ¿Quién ha dicho que esta clase de universidad es la mejor? Es ciegamente un tema a investigar y debatir. Por ahora diremos sólo que en Venezuela las primeras universidades son públicas y todos las conocemos. Hagámosla mejores.
*Doctor en Economía (Universidad de Berlín), Jefe del Dpto. de ciencias Económicas y Administrativas (1992)

Universalia nº 6 Ene-Abr 1992