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Mensaje a la juventud venezolana

 

A un mes de ocurridos los sucesos del 4 de febrero, con una visión más sosegada y amplia de su significación, el Consejo Directivo de la Universidad Simón Bolívar, en ejercicio de la misión orientadora que corresponde a una institución universitaria, expresa su posición respecto de la situación nacional. Esta posición debe fundarse sobre la afirmación de nuestro sistema democrático y la condena a la violencia y la imposición autoritaria como vías de solución de los problemas nacionales. En el momento actual, sin embargo, un nuevo llamado a la reflexión resultaría insustancial sin la sincera disposición a reconocer nuestra cuota de responsabilidad en el estado de cosas que ha motivado tan deplorables acontecimientos y a contribuir a una significativa transformación. Desde la Academia, esta responsabilidad incluye la recta orientación ciudadana de la juventud universitaria y la proyección de este mensaje hacia la sociedad en general y hacia su dirigencia.

Más que un concepto abstracto, idealizado como fin en sí mismo, la democracia es un modo de vivir, un instrumento para la búsqueda del máximo desarrollo del ser humano en sociedad. Bien aplicado, no hay mejor modelo para alcanzar el mayor bienestar para la colectividad. A la democracia debe corresponder una calidad de vida en común y no sólo el cumplimiento de formalidades electorales relacionadas con la representación política de la población. La disidencia y la crítica son naturales y necesarias en las sociedades democráticas. Ellas, como resultado del esfuerzo de seres humanos, no están exentas de debilidades a imperfecciones. De modo que los vicios morales y las deficiencias de funcionamiento que puedan aquejarlas ?por agudos que ellos sean- deben identificarse con el modelo democrático ni tienen por qué conducir al rechazo de ese sistema, sino más bien a un sincero esfuerzo de rectificación.

Una verdadera vida universitaria sólo puede desarrollarse dentro del clima de libertades propio de un régimen de derecho. El autoritarismo, el dogmatismo, la censura, la imposición de una perspectiva única por medio de la violencia o la represión, características de los regímenes dictatoriales, son incompatibles con esa atmósfera de pluralismo, de apertura a la indagación, de diálogo intelectual y libertad de expresión del pensamiento que son consustanciales a la idea de universidad.

Desde hace varios meses hemos venido observando con preocupación los numerosos signos del deterioro y malestar social que afectan de manera especial a las grandes mayorías, y alertando acerca de la extrema gravedad de sus consecuencias. En el conjunto de esta problemática destacábamos entonces, entre otros factores, el deterioro del nivel de vida de la colectividad, el auge e impunidad de la corrupción y la ausencia de un liderazgo social y político confiable, así como la centralización del poder en pequeños cenáculos. Es allí donde reside la causa principal de la inestabilidad política y social. Y mientras cada uno de nosotros -y especialmente los responsables de la conducción del país- no dé pasos concretos hacia una auténtica rectificación capaz de revertir de manera significativa el actual estado de cosas, nuestra democracia no dejará de estar amenazada.

La democracia no se defiende con proclamas ni con argumentaciones o promesas. La mejor defensa del sistema democrático consiste más bien en el ejercicio completo y responsable de las libertades por parte de los ciudadanos. En esta práctica plena de la democracia es donde pueden desarrollarse de manera satisfactoria los derechos humanos. Y al disfrute de esos derechos, tiene que venir aparejado el ejercicio de los deberes cívicos y el respeto de la Ley. Si estos deberes terminan siendo incumplidos de ordinario en los distintos órdenes de la actividad pública y privada, la democracia se debilitará y deteriorará hasta llegar a ser irreconocible. De igual modo, si ella es capaz de recuperarse, no es a través de soluciones mesiánicas impuestas, sino del esfuerzo compartido y sostenido, disciplinado, de toda la colectividad. En efecto, es en la democracia misma donde habitan las semillas de su regeneración y no en el salto al vacío de un golpe de estado y un subsecuente régimen dictatorial.

Nuestro mensaje de hoy está dirigido sobre todo a los jóvenes universitarios y es en este punto donde debería ponerse el mayor énfasis. Por carecer de experiencia de lo que significa vivir bajo un régimen dictatorial y por su agudo descontento de la situación nacional, ellos pudieran incurrir en el error de ver una dictadura como alternativa, como mal menor. Pero las dictaduras no se eligen, se sufren. Un estado de excepción, en el que se suspenden algunas garantías constitucionales, por ejemplo, es sólo una pálida imagen de lo que nos traería un régimen dictatorial, donde por principio los derechos ciudadanos y el ordenamiento constitucional son simplemente ignorados. De hecho, la historia venezolana y latinoamericana del último siglo y medio contiene un completo muestrario de experimentos dictatoriales fracasados: ninguno de ellos ha traído remedio efectivo y duradero a los problemas de nuestros países.

Invitamos a la comunidad universitaria a participar en los diversos eventos de discusión y diálogo abierto que viene siendo organizados en nuestra universidad para contribuir a formarse una opinión y un criterio mejor fundados. Exhortamos a nuestros profesores y estudiantes a estudiar la situación, a seguir con atención su desarrollo, a intentar comprenderla cabalmente y sobre todo a actuar con responsabilidad en consecuencia, ya que cada uno de nosotros está hoy en el deber de contribuir a la consolidación de una sociedad más eficiente y próspera; más auténtica y más justa.

Consejo Directivo
de la Universidad Simón Bolívar
Sartenejas, 4 de marzo de 1992.

 

Universalia nº 7 Abr - Jul 1992