La ocasión del Quinto Centenario parece propicia para reflexionar en más de una dirección sobre la Historia, y en esta oportunidad la imagen de Don Quijote de la Mancha puede surgir como una interesante senda para pensar en este tema a través de un problema que acaso nos resulte más cercano y presente: el sentido de las palabras y también de la lectura. ¿Cómo puede ser esto? Veamos en detalle esta perspectiva.
Sin duda una de nuestras más altas herencias hispanas que recordamos en este 1992 conmemorativo, la novela de Cervantes, además de inaugurar una nueva literatura, dibuja en el Caballero de la Triste Figura el símbolo que cal vez ha signado más nuestro ser americano en el devenir de la Historia. Como las aventuras del Quijote, cuyo crédulo protagonista se empeñara en revivir la ya olvidada caballería medieval y sus valores que aspiran hallar el bien común en una época donde vale más la bolsa de dinero con que se pagan los mesones y también las conciencias, nuestra Historia quizás podamos caracterizarla como la pugna y tensión entre dos visiones, entre la aspiración a que lo ideal impregne la realidad y la opción por lo "práctico" que reduce la vida a dominar y poseer, sin considerar consecuencias en el prójimo. Conquista, Colonia, Independencia y Contemporaneidad se llenarán variable y alternativamente de estas dos formas de ver la vida.
Varios pasajes del libro de Cervantes nos van descubriendo este aspecto, singularmente cuando asistimos a la primera aventura de Don Quijote ya graciosamente armado caballero (Primera parte, capítulo IV): Don Quijote libera al mozo Andrés de la golpiza que le propinaba Juan Haldudo el rico, y confía en que éste, por la palabra que le diera, cumpliría la promesa de dejar libre al muchacho y darle su paga. Pero apenas Don Quijote se aleja cabalgando en Rocinante, el feroz Haldudo vuelve a atar al pobre Andrés a la encina "donde le dio tantos palos, que lo dejó por muerto". "Y desta manera deshizo el agravio Don Quijote", concluye con fina ironía Cervantes. ¿No nos parece cotidiano este episodio? Muchos acontecimientos de hoy y siempre se recuerdan en esta narración del divorcio entre lo dicho y lo actuado que no remedia y agrava la injusticia. La salida caballeresca del Quijote muestra cómo la realidad se aleja de los buenos sueños, trocándose éstos y aquélla en pesadilla que parece no acabar. Sin embargo, la necesidad de conciliar los olvidados valores con esa realidad siempre cambiante y distinta se vuelve imperativa. Y tornando al episodio quijotesco nos preguntamos ¿qué falló en la frustrada aventura caballeresca? ¿Acaso un exceso de confianza en la palabra por parte del ingenuo Quijote? Sí, pero por esa misma ingenuidad se inició su salida, pues quería vivir lo que había leído, poner en práctica lo que decían los libros. Sin embargo, vemos cómo la distancia entre la escritura -anhelos de la imaginación en libros y leyes- y el acontecer diario es cada vez mayor. Ello en lugar de desterrar o enterrar la literatura -según el caso por su aparente absurdo y escasa aplicabilidad, hace más urgente su atención. Pero lo que se dice muchas veces, ese abuso de la palabra que no tiene correspondencia en el convencimiento interior ni en la acción, van deteriorando y adulterando su sentido.
Vamos así perdiendo confianza en las palabras e incluso diferenciamos claramente entre ellas y la realidad, mostrando la aparente "falsedad" de los libros y todo lo escrito Una cosa anuncia ese cultivo de las letras y las humanidades y otra la práctica, sus urgencias del instante y el ejemplo del hombre poderoso sin escrúpulos. De esta forma se asoma una de nuestras crisis más agudas: la de la cultura -bien sea humanística o democrática-, la que en su origen busca atender lo humano, tanto en lo individual como en lo social, y que no llega a traducirse en hechos, en vida. Disciplina o investigación universitaria, estudio de posibilidades sólo teóricas, prestigio intelectual o apenas ilustre decorado, la cultura traiciona su sentido primordial. Y ello quizás como consecuencia de un tipo de lectura que aleja la palabra del hecho. Lo que está en letra, en blanco y negro, aunque se descifre intelectualmente y se pronuncie en voz alta con entonación adecuada, puede coexistir, al parecer sin conflicto interior, con una conducta contraria. La palabra y los valores que encarna se van perdiendo, olvidándose en este gasto fútil. De ahí, en parte, lo trágico en la historia.
Pero también podemos encontrar el hombre que no quiere escindirse, que a pesar de los avatares, los ejemplos equívocos y la corriente general quiere mantenerse íntegro, como el obstinado Don Quijote. Seguir esta actitud supone mantener la fe en las palabras que hablan del ideal, confiar en su significado mediante los actos. "¿Cuál sería la primera disposición al gobernar?" preguntaron en una ocasión a Confucio hace más de dos mil quinientos años, y su respuesta -que acoge los demás niveles de acción- fue sin vacilar: "restituir el sentido original de las palabras". ¿Cómo hacerlo? Comenzando a comprender que nuestra alternativa es vincular la palabra y la vida. Entender, también, que leer todos esos textos que hablan del hombre y su aspiración de concordia interior y armonía con su prójimo y entorno, implica mucho más que penetrar su significado inteligible y racional: es tomar conciencia de las palabras y sus alcances. Leer --como recuerda George Steiner- significa arriesgarse mucho. Un riesgo semejante a la aventura de un ingenioso hidalgo que al leer los libros que hablaban del amor, la verdad, la justicia y el honor, se propuso salir de su biblioteca con el nombre de Don Quijote de la Mancha para intentar enmendar la realidad. Con su amigo Sancho Panza comprendería también lo difícil de su tarea, y que por saberla necesaria, no cejaba de insistir. Por ese motivo, su imagen en la biblioteca, ya presto a iniciar sus aventuras, nos acompaña -como una invitación- en la portada de este número de Univesalia, gracias a la reproducción de un grabado de Gustave Doré. Salir de la biblioteca: más que brindar pomposamente, elaborar discursos conmemorativos o hermosas ediciones de lujo, todas acciones inevitables y algunas acertadas, por supuesto, ¿no sería una más ajustada celebración para nuestra historia, para nuestro continente y nuestro país, retomar esa tradición de nuestros orígenes aquel símbolo hispano e iniciar ese necesario aprendizaje del sentido de las palabras, empezar a leer quijotescamente?.
C.A.A.
Y vuestra merced créame, y como otra vez le he dicho, lea estos libros, y verá cómo le destierran la melancolía que tuviere y le mejorarán la condición, si acaso la tiene mala. De mí sé decir que después que soy caballero andante soy valiente, comedido, liberal, bien criado, generoso, cortés, atrevido, blando, paciente, sufridor de trabajos, de prisiones, de encantos...
Don Quijote, sobre los Libros de Caballería.
Miguel de Cervantes (1547-1615),
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Primera parte, capítulo L.
Universalia nº 8 Sep - Dic 1992