Luis Daniel Lambí C.*
Ya no tenemos corrientes ideológicas en
las que confiar, a las que ser fieles. Y
quizás sea ahora nuestra obligación
generarlas. Quizás en ello se encuentre el
mayor reto. Debemos poder ser
consecuentes con algo. Una ideología de
real valor humanizante, no importa cuál
sea, que, sin adoctrinarnos, nos devuelva
el derecho a ser libres.
Sentado en mi mesa durante el corto tiempo del que dispongo en el día para dedicarme a la literatura, me he topado con una carta escrita por Antoine de Saint-Exupéry, dirigida a un General X y fechada en 1943. En ella expresa con indecible tristeza su inquietud frente a la pérdida de valores espirituales en la que se halla sumida su generación. AI leerla, no he podido menos que sentirme plenamente identificado con esa inquietud, y usando como cristal esta carta, nuestra vida universitaria me ha lucido vacía.
Un día cualquiera de clases para el estudiante se ha transformado en una lista de asuntos, ejercicios, problemas y diligencias por resolver, en acción rápida, eficiente y gregaria. La esencia parece haberse perdido y la universidad como medio para cultivarse espiritualmente no time actualmente mucho sentido.
Si se desea reunir a un grupo de estudiantes para realizar una actividad en conjunto de tipo cultural, político o deportivo, la respuesta más probable a obtener será: "no tengo tiempo". Parece que el estudiante de la Bolívar ya no tiene tiempo para compartir.
Sin embargo, hay que reconocer que un accionar gregario no es necesariamente equivalente a un accionar solitario. El estudiante realiza en la universidad algunas actividades deportivas y recreativas en conjunto. Pero creo que se requiere un mayor número de actividades que propongan o promuevan la discusión de nuestros verdaderos problemas. Quizás sea un problema de actitud frente a la vida universitaria, y de la estructura misma del sistema que no permite mucha participación ni ofrece demasiadas alternativas de calidad. Quizás no existen suficientes oportunidades "culturizantes" o humanizantes, y las que existen (los Estudios Generales, por ejemplo) no son aprovechadas al máximo por el estudiante. En su carrera, el estudiante no se preocupa por formar parte activa de ésta, no sólo asistiendo a clase, sino también organizando conferencias, grupos de discusión, participando en las actividades científicas propias de su carrera, asistiendo a la Comisión de Carrera, etc. Rara vez se discuten los enfoques filosóficos y la importancia a impacto que en nuestra sociedad tienen las diferentes disciplinas científicas que se enseñan en la universidad. Sin embargo, creo que más que hacer una lista de problemas específicos es cuestión de analizar el enfoque y el esquema global bajo el cual está funcionando la universidad y que yo encuentro evidentemente tecnócrata. No se está formando científicos a ingenieros, se están formando técnicos de alto nivel. Este enfoque por lo tanto se refleja a todos los niveles, desde la actitud del estudiante frente a su formación, hasta las altas esferas organizativas de la universidad. Pero el sistema es suficientemente flexible para ser susceptible a un cambio gradual. Todo lo que hace falta es estudiantes que exijan ese cambio.
Ahora bien, el movimiento estudiantil se encuentra, a mi juicio, en cuanto a participación y contenido de su mensaje, en uno de sus peores momentos. Hacer política en la universidad se ha convertido para el estudiante común en un tabú. Porque lamentablemente política nos suena a corrupción o a "comunismo".
Resulta realmente triste que la acción común por un ideal nos parezca algo ridículo y pasado de moda. Parece haber triunfado definitivamente el individualismo, no sólo como filosofía o doctrina política imperante en el mundo (y disfrazada de neoliberalismo), sino también entre los jóvenes: los constructores de sueños.
Ya no tenemos corrientes ideológicas en las que confiar, a las que ser fieles. Y quizás sea ahora nuestra obligación generarlas. Quizás en ello se encuentre el mayor reto. Debemos poder ser consecuentes con algo. Una ideología de real valor humanizante, no importa cuál sea, que, sin adoctrinarnos, nos devuelva el derecho a ser libres. Y giro a Saint?Exupéry: "En esta época de divorcio existe la misma facilidad para divorciarse de las cosas. Se cambian los frigoríficos Y la casa también, si no es más que un alzado, y la mujer, y la religión, y el partido. No se puede, ni siquiera, ser infiel. ¿infiel a quién? Desierto del hombre..."
No podemos permanecer apáticos, impasibles y disgregados. " ...Estamos fantásticamente bien castrados -recuerda el autor de El Principito-. Así somos al fin libres. Nos han cortado los brazos y piernas y luego nos han dejado libres para andar. Pero odio esta época en que bajo un totalitarismo universal, se convierte al hombre en ganado educado, amable y tranquilo..." ¿Se parece esto en algo a lo que ocurre en la Universidad Simón Bolívar? Somos ganado educado y tranquilo. ¿Y cuál es la solución? ¿Salir con piedras y palos a la calle en señal de rebeldía? Creo que estamos llamados a tener algo más sensato que decir; a usar nuestra famosa libertad de expresión y hacer oír nuestra opinión. Y para esto primero hace falta formarse una opinión. Sin embargo, a pesar de esto, lo importante pareciera ser aprovechar el tiempo de manera eficiente.
Ahora bien, si a este aumento en la eficiencia, a través de un accionar individual y rápido viniera aunado un lógico aumento en la excelencia académica del estudiante, no habría tanto porque entristecernos. Pero éste no parece ser precisamente el caso.
Entrar a clases se ha convertido en un verdadero martirio para la mayoría de los estudiantes. Es realmente preocupante detenerse a escuchar los comentarios de la gente a principios de trimestre en las carteleras de Estudios Generales. El criterio de escogencia para estas materias (el factor humanizante de la universidad) es para muchos la certeza de que sea lo suficientemente fácil para tener un cinco (5) seguro. Así, la oportunidad de escoger una alternativa culturizante se ve mediatizada por el índice académico. Y me pregunto: ¿Dónde quedó el entusiasmo por el conocimiento? ¿Por qué ya no resulta interesante entrar a clases? Si no sabemos responder a estas preguntas quizás terminemos por convertirnos en el hombre que sugiere Saint-Exupéry: "El hombre castrado de todo poder creador y que ni siquiera sabe, en las profundidades de su pueblo, crear una danza o una canción. El hombre al cual se alimenta con la cultura de la confección, con la cultura standard, como se alimenta a los bueyes con heno."
El resto no está entonces sólo en adquirir conocimientos, sino en hacerlos nuestros incorporándolos a nuestro cuerpo de ideas. No sé si sea necesario recordar que allá afuera, en el resto del país "la sustancia misma está amenazada..." El hambre ya es un problema real y cotidiano; y preguntando con Saint-Exupéry, ¿de qué sirve que tengamos "...instrumentos perfectos producidos en serie si no se tienen músicos..." ¿Somos al graduarnos instrumentos producidos en serie? Con nuestra formación y nuestra actitud creo que estamos lejos de ser músicos.
La universidad necesita que se derrame sobre ella algo parecido a un canto gregoriano (cito mal a Saint-Exupéry). Algo que nos recuerde lo lejos que estamos de lo esencial como estudiantes de una universidad. Hoy, al igual que Saint-Exupéry, "me siento triste por mi generación que carece de toda sustancia humana". Y lo cito otra vez: " Ya no se puede seguir viviendo sin poesía, sin color, sin amor. Tan sólo escuchando una canción campesina del siglo XV se comprende hasta dónde hemos descendido... Pero su eterna duda sigue presente: "¿Qué se puede y qué se debe decir a los hombres?..." Quizás nos queda aprender a vivir con esa sana incertidumbre.”
(*) Estudiante de Licenciatura en Biología. Cohorte 89.
Universalia nº 8 Sep - Dic 1992