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Dios salve al planeta (Ars metallica)

Reinaldo Gabay*

Tal vez el nombre más adecuado para calificar la época en que vivimos es el de era de la música rock. No existe adelanto técnico alguno que haya ejercido una influencia tan universal como lo es la música elaborada durante las últimas cuatro décadas; Cal ha sido el fenómeno que en sólo cuarenta años ha logrado transformar la mentalidad humana, provocando que lo que antes parecía inadmisible y completamente reprochable, hoy sea objeto de orgullo y hasta de adoración por parte de un público ávido de nuevas experiencias.

Así, hoy todo parece normal: el consumo de drogas, la homosexualidad, el culto a Satán, la violencia desbocada y un largo etcétera.

Ya no existe lo bueno ni lo malo; las reglas son para los tontos que aún viven en el pasado. Se concibe entonces que en la vida hay lugar para hacer y deshacer cualquier cosa; mientras más haga y deshaga, más se irá enriqueciendo su vida. Si usted es algo decidido, puede constituir una banda de rock pesado en cualquiera de sus modalidades (thrash, heavy, speed, hardcore, etc.) y con algo de suerte, en poco tiempo estará en capacidad de dominar a su audiencia con mensajes tan subliminales como muerte, infierno, sangre, gracias al bombardeo continuo que puede realizar en sus conciertos o mediante la maravillosa tecnología del CD (asegúrese de grabar en sistema DDD).

¿Para qué inventar algo nuevo, cuando ya todo ha sido descubierto y lo más importante ya ha sido creado: el micrófono y el CD? Música por todas partes: usted puede llegar a convertirse en un fiel siervo de sus grupos favoritos, llegando a adquirir la extraña manía de adquirir cuanto disco, chapita, afiche o calcomanía salga al mercado. ¿A quién se le ocurre entonces proseguir estudios profesionales? ¡Qué insensatez, qué desperdicio de tiempo que se puede aprovechar aprendiéndose de memoria la letra de las canciones en lugar de hacer algo tan inútil como estudiar! Y si tiene decisión y algo de voz (no requiere ser un tenor, ni nada parecido, sino cantar como si se encontrara haciendo gárgaras), usted está llamado a ser un futuro líder mundial.

¿Quiere disculparse hipócritamente por todo el daño que ocasiona, elevando a la vez su fama? Organice entonces junto con otras bandas y/o solistas un festival de rock para frenar el hambre en Etiopía, en contra del Apartheid, a favor de las víctimas de Sida, en pro de la construcción de centros de rehabilitación para drogadictos. Asegúrese, eso sí, por supuesto, de despertar hambre de lujuria en sus canciones, para que las parejas se transmitan el virus HIV al hacer el amor sin preservativos; muestre una imagen sexual lo más ambigua posible -si admite su bisexualidad, o lo que da más nota aún, si la inventa, ¡no sabe cuánto subirá su fama!-; propague las malas costumbres o incite al suicidio. Que no le falte una canción que hable de un viaje a través de la heroína o tónico similar. Y verá como le brillara el éxito: tendrá a todos a sus pies, se convertirá en un semidiós y podrá ponerse una franela donde aparezca Cristo coronado con espinas con el mensaje escrito debajo que diga: mata a tu ídolo. Ofrezca misas negras al amigo Satán. Búrlese de quien le venga en gana, hágale propaganda al aborto, y por nada del mundo se le olvide lo que debe transmitir: mediocridad, odio, violencia.

Si aún quiere llegar más lejos, escupa o libere la orina retenida encima del público; estrangule animales y rocíe la sangre de éstos sobre los otros animales, o bien préndale fuego a su guitarra favorita. Le fascinará a las multitudes.

Cuando ya haya alcanzado la fama, gástese todo lo que va ganando en alcohol, sexo y drogas, y después no deje de asistir al Centro de Rehabilitación Betty Ford en EEUU., para encontrarse con los panas y descansar, durante un tiempo, de tanto ajetreo. A su salida, aparentemente recuperado, exprese frente a los reporteros que lo estén esperando: "mi vida será distinta de ahora en adelante". Allí se convertirá en santo (si recae en el vicio, su santidad irá en aumento). Y si quiere llegar aún más lejos, muérase como más le guste (Sida, sobredosis, accidente, suicidio). Si puede, diga antes de morir que el mundo fue el causante de tan lamentable pérdida. Se convertirá entonces en héroe y mártir a la vez.

El autor de este ensayo comprende el profundo rechazo que puede surgir en sus lectores, que, influenciados por esta era, le dirán de la boca para afuera que ha perdido el juicio, y de la boca para adentro que tengo razón. Destruir o construirte aquí el dilema. Un sencillo experimento es más elocuente que las palabras: mida el tiempo que le toma a un incendio arrasar parte de una montaña. Mida ahora el tiempo que le toma a la misma montaña volver a cubrir de verde el área desolada. Para efectos de cálculo, deberá recordar que un año son 365 días, 1 día 24 horas, 1 hora 60.

(*) Estudiante de Ingeniería de Materiales, opción Polímeros, Cohorte ‘88

Universalia nº 8 Sep - Dic 1992