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La ilustración en Alejo Carpentier

Prof. Francisco Acevedo*

La ilustración ha dejado su huella en el Caribe, en Las Antillas. Alejo Carpentier (1904?1980), escritor cubano, de padre francés y madre rusa, es el mejor literato para exponer esta realidad expresada concretamente en su obra El siglo de las luces, que ya con el título dice mucho.

Podemos detectar en la obra de Carpentier una influencia de Rousseau sobre todo en el aspecto lírico y su manera de tratar el ambiente de la naturaleza en el área antillana y del Caribe y en las regiones de la Guayana venezolana. Rousseau y Carpentier vivieron experiencias similares. Por ejemplo, la inspiración (iluminación) que impacta a Rousseau cuando escribe su primera obra, Discurso sobre las ciencias y las artes es muy parecida a la iluminación que recibe Carpentier cuando éste escribe su novela Los pasos perdidos. Había viajado Carpentier a la Gran Sabana y al Alto Orinoco. Realizó dos viajes por el interior de Venezuela, uno a la Guayana (1947) y otro por el Orinoco (1948). Así dice Carpentier: "y recuerdo que una tarde luminosa, extraordinaria, tuve algo así como una iluminación: la novela Los pasos perdidos nació en pocos segundos, completamente estructurada, hecha... ". Rousseau describió en una carta a Malesherbes la fulgurante "iluminación", parecida a la experiencia de Carpentier. Dice Rousseau: "Iba a visitar a Diderot, entonces prisionero en Vincennes; tenía en el bolsillo el Mercure de France y me puse a hojearlo en el camino. Se presentó a mis ojos el pedido propuesto por la Academia de Dijon, que dio origen a mi primer escrito. Si existe la inspiración repentina, tal fue la emoción que me dio aquella lectura; de golpe mi mente fue recorrida por mil luces; innumerables ideas vivas se me presentaron al mismo tiempo y una energía y una confusión tales que me perturbaron en forma inexplicable; me invadió un aturdimiento similar a la ebriedad. Una violenta palpitación me oprime y me hace jadear; con el aliento cortado me dejo caer bajo un árbol de la avenida... Ah, Señor, si hubiera podido escribir sólo una cuarta parte de lo que vi y sentí bajo aquel árbol, con qué claridad habría puesto de relieve todas las condiciones del sistema social, con qué fuerza habría expuesto todos los abusos de nuestras instituciones, con qué simplicidad habría mostrado que el hombre es naturalmente bueno y qué sólo las instituciones hacen malvados a los hombres".

La Etnología, ciencia que señala a Rousseau como su precursor, tiene eco en Carpentier. Vemos que Carpentier viaja y recorre muchos lugares de América y hace comparaciones. Su amor por la naturaleza es el mismo amor que animaba a Rousseau a volver al campo de su querida Ginebra. La experiencia de Carpentier es muy similar. Había vivido en una finca que le traía muchos recuerdos agradables del campo, de la naturaleza. Con mucho agrado vivió en una pequeña finca de Loma de Tierra, en Cuba, y al salir de ella sintió gran nostalgia: "Dejaba -dice- tras de mí un campo de Cuba que me provocaba un triste recuerdo". En este recuerdo incluía un caballo muy querido. Vemos ahí la influencia de la naturaleza y de lo natural en su vida. Lo mismo ocurrió con Rousseau. Ciertamente ambos plasmaron esas vivencias en sus obras. Sus sensibilidades también se descubren en aquéllas. No olvidemos que ambos eran músicos y musicólogos. Ambos tienen un sentido de orquesta para ver el cosmos que suena con una armonía natural lleno de encantos. Pero en las semejanzas hay diferencias. La originalidad de Carpentier (y aquí está su diferencia con Rousseau y la Ilustración) está en que busca expresar la naturaleza irracional de América en sus distintas regiones. De manera que hay un contraste entre ambos autores porque hay un contraste entre dos mundos, dos mentalidades, dos culturas: el tiempo racional de Occidente opuesto a la naturaleza irracional del Nuevo Mundo, sobrehumano como las pasiones de sus habitantes. Rousseau trata a la naturaleza por la razón para someterla y dominarla; Carpentier escribe sobre la naturaleza irracional de este lado del mundo para descubrirla. En el caso de Rousseau se busca la revolución. En Carpentier se busca la revelación. Dos propósitos distintos a través de la misma naturaleza.

El siglo de las luces, obra concebida en la Isla de Guadalupe, es la presencia del Mediterráneo en aguas del Caribe. En la obra, Victor Hughes, heraldo de la Revolución Francesa, desembarca en el Nuevo Mundo con dos armas: el Decreto de Pluvioso del año II, que dicta la libertad para los esclavos, y la cuchilla desnuda y filosa de la guillotina: génesis y apocalipsis. Según Carlos Fuentes, "La revolución es Víctor, el oportunista, el cínico, el hombre de acción y también el sensualista que, de alguna manera, aún la más terrible, quisiera darle cuerpo a sus ideales. La revolución es Esteban, el joven soñador en La Habana del siglo XVIII (el siglo de las luces) para quien la idea, nacida en sus secretas lecturas de Voltaire y de Rousseau, es un árbol de aire, un mar de luces". Dice Carlos Fuentes: "Cabría ir más lejos”. Rousseau afirmaba que se podía hacer una historia de la libertad y la esclavitud a partir del estudio de las lenguas. Semejante proyecto merecía cumplirse en la América española, zona fértil, como pocas, para proyectar en la pantalla del idioma las imágenes de un divorcio profundo entre lo real y sus signos."

El arte prodigioso de Alejo Carpentier consiste es darle vida a todos los tiempos del hombre. En recordarle a Europa que aquí como allá el pasado tiene un futuro, el futuro tiene un pasado y sin esta conjunción, el presente carece de sentido.

Allí está la originalidad de Carpentier después de haber procesado el pensamiento y la acción de la Ilustración, de la Enciclopedia, del siglo de las luces.

(*) Licenciado en Filosofía (UCAB, 1973). Es Jefe del Departamento de Ciencias Sociales y autor del Enfoque tecnológico de la Educación (1987) y de Universidad y Estudios Generales (1989).

Universalia nº 8 Sep - Dic 1992