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Origen el Vértigo

Br. Luis E. Gutiérrez G., estudiante de Ing. Química

Origen

Lo más sincero de este día será el estornudo:
el relámpago después del desayuno.
todo lo que estira la piel,
enmugrece la garganta
y entorpece los dedos.

Será un estallido de desnudez,
de origen absoluto,
de crujiente derrumbe.

Hallará, nebuloso y fugaz,
un centro macizo pero tierno,
volcánico y fluvial,
verde y negro en armonía.

En el temblor de lo instantáneo,
volverán las máscaras
al baúl andrajoso y dorado.

No habrá  en esta angustia,
más ficciones que una sola:
la menos brillante,
la ficción de un centavo.

Al cerrarse los ojos,
antes de la velocidad,
habrá nacido el poema más propio.

0.01
(Para L.E.G.G.)

Encontré el pequeño centavo en el lodo.
Lo buscaba hace algún tiempo.

No lo hallé, ni en mis bolsillos
ni en los penosos bancos de la gente.

Encontré lo que buscaba,
Era lunes, lo recuerdo.

El centavo perdido
no era más que 99 faltas;
el lodo,
solo agua turbia
y tierra desentendida.

Solo quedan los bolsillos.

Distancia

Sentí el espasmo
sobre la madera robusta.

¿A dónde fueron las botas?
¿A dónde fue el abrigo?
¿Habrán sobrevivido al trueno,
a la piedra oscura,
a la innombrable distancia?

La luz dijo bota y dijo abrigo.
Luego fueron suela, cuero, cansancio.
Luego fueron lana, afueras y leña.

Vértigo

El Agua siempre dejará un espacio.
La burbuja,
esférica y dramática,
abraza el agua
para no dejarse morir;
pero, lo saben los náufragos:
Es el agua quien se aferra a la burbuja
para volar hasta la orilla.

SELF#1

Entré descalzo a la zona de desastre,
llevando a cuestas huesos y pieles.

En mí, la debacle y el destierro;
la gran hazaña, la pirueta en el aire.

El tímido, el valiente, el cobarde.
La dieta de lentejas frías y sobras
la sonrisa / Mueca.
La desesperante distancia, el sosiego mudo, la putona soledad.
Corazón de león, Babieca, una montaña bella y eterna.
Lo que sobra, lo que falta.
La única gran batalla, esa que hace llorar a los niños del alma.

La garra, la caricia, las ganas de carne con alma,
la bilis negra del desayuno y la cena,
el Cristo que no quiso levantarse, el que no fue a la India,
el que decidió no saber y correr, el rey de los cobardes,
el desertor, el chiste llorón, el que nunca fue a ningún lado,
el que fue y volvió de Calabuch. Mil Muecas sin boca.

Del otro lado del desastre,
me detuve y entendí.

En mí, la cabalgata de los Eorlingas.
Lo grande, lo hermoso,
el Amor, el Azul,
la poesía y el relámpago de la sangre,
el dragón y las nubes,
el arte y la razón,
mi vida, mi tiempo, mi cuando, mi bandera.
París, Roma, Venecia, Caracas, Río.
Mosca y madrugada.

Luz de donde el universo la toma.
La fuerza para alzar mi propia estatua.

SELF #2

En el segundo más vil de mi reloj
me ganó el peso del arma.
Me senté
(siempre hay sillas).

Vislumbré la sabana nublada de sangre
y a mis enemigos teñidos de miedo
y luego de risa...

Miré mi bandera, tan blanca.
Miré al sol, tan ajeno.
Miré mi sombra, en retirada.

SELF#3

Barrabás cayó de rodillas
y nadie aclamó.
El coliseo enardeció en silencios
igual que el pecho del matador.

La gran obra,
la sangre de las orejas,
cayó en vano en la tierra desentendida,

los ojos de la gente
no sonrieron, no lloraron,
solo murieron
con la última estocada.

El latir del valiente
se congela,
se detiene,
con cada respiro.
Cae de rodillas junto a la bestia.

Mira en los ojos del vacío.
El capote cubre su destierro.

Navaja Fundamental

Quiero vivir las palabras
y nombrar mi sombra.

Entrar en los teatros y en los cines
con la certeza y el espanto
del primer día de escuela.

Quiero abrir tantas puertas
y ventanas;
ocurrir en las calles y paredes.

Ser el árbol del surco luminoso,
ser el aire suicida en los balcones.

Quiero suceder debajo de las faldas,
debajo del mundo
con la mugre y el colapso.

Ser lo oculto y lo sordo,
lo que queda del calor y del ruido.
Ser el otro,
malabarista del ojo cercenado.

Poesía Última

Antes de entrar
he de convertirme en Bestia.
La casa se levanta
encerrando la oscura taquicardia
(se erige roja sobre el temblor
y con su humedad asfixia
los falsos cimientos).

Esta es la casa rota, invadida:
El hábitat del bicéfalo divino
(toda gloria, toda maldad entre sus sombras).

Sus pasillos albergan intacta la vida,
aguardando la violencia
para germinar el pan de la luz de los ojos.
Es la casa que ama el martirio:
lo envuelve con sus corredores
de vapor y agua salada.
Descansa la espalda ceniza
a las puertas de este templo
donde solo las fieras encienden sus cirios.
El dos aguas nervioso, mezcla
la tersa lluvia con el sudor del iracundo.
Es esta la casa del hombre
donde duermen su paz y su delirio,
donde habita su nombre y su naufragio.
Es la casa labrada en el derrumbe,
en el sueño endemoniado,
en el éxtasis del tormento.
Morada de lienzos escarlatas,
de Calipso y la musa Magdalena.
Eres antes de la razón y del juicio,
la rendición de las grandes cruzadas.
Hogar sin límites del dolor ancestral de la vida.
Cáliz y origen, donde no llega la muerte.

Retirada

Somos lo que sobra del sol
agujas punta roma,
voz vencida de las piedras.
Huesos desmayados.

Ojos hartos.

Somos, dos ejércitos en retirada.