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Páginas de Mariano Picón-Salas

 

Guillermo Sucre*

El Departamento de Lengua y Literatura de la Universidad Simón Bolívar ha preparado la colección Páginas, la cual comprende libros de ensayos dirigidos inicialmente a los estudiantes de esta institución, aunque también pueden ser de interés para un público mayor. Cada volumen esta especialmente dedicado a un autor y hasta el momento se han publicado cuatro: Angel Rosenblat, Mario Briceño Iragorri, Mariano Picón Salas y Arturo Uslar Pietri. Ofrecemos a los lectores de Universalia el texto de presentación de uno de estos volúmenes ello como una invitación que acerque a la necesaria (re)lectura de nuestros escritores más esclarecidos.

Poco antes de morir, Mariano Picón-Salas escribió un sencillo prólogo al ultimo libro suyo que tuvo la oportunidad de preparar. En ese texto confesó: "Calvino sigue siendo para mí uno de los personajes más antipáticos e intolerantes de la Historia. Su deseo de rigor y de uniformidad humana quizás era un complejo de castración. Y suele haber el 'Calvinismo' de la extrema derecha y de la extrema izquierda, igualmente exterminadores. Ninguna ideología puede configurar la amplitud o la dificultad de la vida. Venturosamente, vivir es más problemático o más poético que lo que pretenden ciertos simplificadores o empresarios de mitos que suelen ser también candidatos a verdugos."

En este final rechazo de cualquier fanatismo venía a culminar uno de los rasgos más ejemplares en toda la obra de Picón-Salas. A lo largo de ella destaca la lucha contra el espíritu sectario, la manipulación de la propaganda y la uniformidad a la que tratan de someternos las doctrinas totalitarias. Esa obra es también un claro esfuerzo por preservar y fortalecer los dominios de la conciencia individual. En el fariseísmo ideológico moderno ¿no se busca reducirla cada vez más en nombre de cualquier justicia? Pero la conciencia es la primera libertad del hombre, sostuvo siempre Picón-Salas.

Todo ello constituye, justamente, el tema de los cinco primeros ensayos de este breve volumen. Apenas habría que mencionar la validez histórica de su análisis. El nazismo o el fascismo terminaron por devorarse en sus desaforadas idolatrías; las revoluciones comunistas conducían a una deshumanización tal que en su propio seno tuvo que surgir la conciencia crítica y el espíritu disidente; los nihilismos culturales de la segunda post-guerra hubieron de atemperarse, o se convirtieron en meros estereotipos. Hay otra validez, más honda y permanente, en estos ensayos, que podría enunciarse en una fórmula muy sencilla: toda idea o todo poder que se ejerza en la intolerancia no puede sino conducir a la destrucción de lo humano.

Así, en Picón-Salas, el análisis del fanatismo se complementa y enriquece con el elogio y aun la vindicación de la tolerancia. Para él, la tolerancia es una de las manifestaciones más altas de toda cultura y la norma por excelencia de la vida. Hay que conquistarla después de muchas pruebas y sacrificios. Suerte de autoeducación o de aprendizaje espiritual, supone el debate continuo que libramos en nosotros mismos para exorcizar el demonio de la prepotencia y la arrogancia. Sólo así lograremos respetar a los demás y convivir con lo plural y diverso en que radica la naturaleza humana. Lejos de ser neutralidad aséptica, la tolerancia encarna el carácter valeroso. Sólo por una deformación moral -muy acentuada en una época como la nuestra en la que la emulación se ha rebajado a competencia, la sinceridad a carisma, la verdad a éxito- se ha podido confundir con la debilidad, la ineptitud y la complicidad. Habría que concluir, entonces, que fueron débiles, ineptos y cómplices pensadores como Erasmo, Moro y Montaigne en el Renacimiento, o Croce y Russell en nuestro tiempo. Mientras los iracundos ideólogos se arrojaban a las contiendas más despiadadas, sólo para imponerse a los vencidos, fueron ellos, sin embargo, los que, en nombre de la tolerancia, supieron denunciar la violencia, la venganza y la crueldad. El tolerante no "tolera" ni la injusticia ni la tiranía; pero no las combate a costa de una nueva injusticia o de una nueva tiranía.

Picón-Salas creía que la Historia sólo nos dejaría un caos, si a través de su estudio no aprendiéramos a ser más lucidos y sabios, y también más tolerantes con nuestro presente. No tanto juzgar como comprender, estar atentos "en largo plano temporal", al ritmo de la vida y de los pueblos.

Al preparar este volumen para los estudiantes de la Universidad Simón Bolívar, me pregunté por lo que podrían enseñarles los ensayos antes aludidos. Ojalá que sea, sobre todo, el aprendizaje y la práctica de la tolerancia. No sólo a la convivencia, la tolerancia es también previa al saber. Recordemos la frase de un viejo filósofo griego, Heráclito decía: "Aunque el Logos es común a todos, la mayoría actúa como si la sabiduría fuese particular de cada uno."

Esos jóvenes lectores no serán menos sensibles a los dos últimos ensayos, quizá los más polémicos de los aquí reunidos. Les ayudarán a liberarse de prejuicios y a enfrentar los verdaderos retos, unos y otros muy ligados a la experiencia histórica del hispanoamericano. En su elogio de las pequeñas naciones, Picón-Salas no quiso sino curarnos de inútiles rivalidades por el Poder, hacernos más aptos para los valores del espíritu y de la cultura, exaltar nuestra imaginación creadora. O comprender que la dependencia económica o tecnológica sólo puede llegar a cierto límite y de ningún modo reducirnos al mimetismo, que hoy tiende a agravarse. También el jugar eternamente al mito de que somos un nuevo mundo no parece que haya cultivado en nosotros sino la pereza. ¿No nos hemos complacido mas en vivir de la imagen utópica que preocuparnos por hacerla vivir en nuestra realidad histórica?

(*)Ensayista y poeta, ha publicado La mascara, la transparencia y Borges, el poema. Por muchos anos fue profesor adscrito al Departamento de Lengua y Literatura. En la actualidad se desempeña como docente en la Universidad Central de Venezuela.

Universalia nº 8 Sep - Dic 1992