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La inseparabilidad del individuo y su medio ambiente según el budismo

Prof. Natalia Brandler*

Las Diez Direcciones son medio ambiente (eho) y los seres conscientes son "vida" (shoho). El medio ambiente es como la sombra, y la vida, es el cuerpo. Sin el cuerpo, no puede haber sombra. De manera similar, sin vida, el medio ambiente no puede existir, aún cuando la vida es sustentada por su medio ambiente.

Sobre las Profecías
Nichiren Daishonin (1222-1282).
Fundador del budismo ortodoxo en Japón.

Tenemos la tendencia a ver el mundo dividido en dos partes: el yo subjetivo y el ambiente objetivo. En la terminología budista, se les llama shoho, al sujeto viviente, y eho, al medio ambiente objetivo. Las dos palabras se contraen como "esho", o "la vida y su medio ambiente". El budismo dice que los dos existen en una relación de funi, que significa que aunque la materia y el espíritu son dos clases diferentes de fenómenos, son uno en su entidad fundamental.

A través de los sentidos percibimos que la persona y su medio ambiente son "dos". Aceptamos que existe una compleja interacción entre ellos, que el medio ambiente puede afectar nuestras emociones, así como nuestro comportamiento ejerce un innegable impacto en la sociedad y en el medio ambiente. Sin embargo, aun cuando reconocemos esta influencia recíproca, seguimos percibiéndola como "dos".

Existe, sin embargo, otra región en la cual el yo y la realidad externa no son dos aspectos profundamente interconectados, sino la misma cosa. En otras palabras, tanto el individuo como su medio ambiente son manifestaciones de la Verdadera Entidad de Todos los Fenómenos, o Ley General del Universo.

Debido a que el individuo es uno con el cosmos, cualquier condición de vida que él manifieste simultáneamente se manifestará en lo que le rodea. Así, una persona que es profundamente infeliz, producirá angustia y miseria a su alrededor, mientras que alguien con una condición de vida muy elevada, llena de compasión, sabiduría y amor, disfrutará de la protección y el apoyo de su entorno.

De acuerdo a esto, nuestras acciones moldean tanto nuestras vidas individuales como el mundo en que vivimos. Dado que nuestro medio, ambiente no está separado de nosotros, cualquier cambio en la actitud del individuo se refleja en lo que lo rodea.

Encontramos aquí una clave importante para transformar el mundo hacia condiciones mejores. La gente realiza enormes esfuerzos para acabar con la guerra y la contaminación, pero estos problemas persisten a pesar de nuestros esfuerzos. Desde el punto de vista budista, se diría que esto es así porque la condición básica de la vida de la gente se mantiene en el egoísmo y la codicia, que caracterizan los estados inferiores del ser humano y, por ello, estos mismos estados desafortunados persisten en su medio ambiente objetivo. Sin embargo, si las personas basan su vida en la conciencia y la activación interior de esa Ley General del Universo, surgirá una transformación del individuo, de la sociedad y del medio ambiente.

Daisaku Ikeda, filósofo budista japonés contemporáneo, Premio de la Paz de las Naciones Unidas en 1984, y presidente de la Soka Gakkai Internacional, señala lo siguiente en su novela La revolución humana: "...Una gran revolución humana en una sola persona, ayudará a alcanzar un cambio en el destino de una nación, y lo que es más, permitirá un cambio en el destino de toda la humanidad".

Esto no es meramente un sentimiento idealista, sino que está firmemente asentado en el principio budista de la unidad de la vida y su medio ambiente.

(*) Miembro del Departamento de Ciencias Sociales. Licenciada en Ciencias Políticas (Universidad Complutense de Madrid). Master en Educación (Universidad de Pittsburgh).

 

Universalia nº 8 Sep - Dic 1992