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La Cumbre de la tierra: ¿Diálogo de sordos o búsqueda de armonía?

Prof. Andrés Bansart*

Entre el 3 y el 14 de junio de 1992, se celebró en Río de Janeiro la más grande conferencia internacional que se haya realizado en la historia de la humanidad. Más de 100 jefes de Estado o de gobierno se juntaron en una misma sala, más de 10.000 representantes de 175 países se reunieron en una misma ciudad para hablar de la situación (dramática) del planeta, para buscar un equilibrio entre el hombre y su ambiente y para tender hacia una armonía de los hombres entre sí.

El problema planteado era el siguiente: el desarrollo de la humanidad se hizo, en los últimos siglos y sobre todo en las últimas décadas, destrozando cada vez más el ambiente físico natural y aumentando los desequilibrios entre los hombres. Algunas naciones se enriquecieron en detrimento de otras y, en éstas, algunos grupos se enriquecieron también en detrimento de otros. Es necesario buscar soluciones para lograr un desarrollo sustentable, es decir, un desarrollo que respete los equilibrios ecológicos y asegure la armonía en el planeta para las generaciones futuras.

Actualmente, con sólo el 20% de la población mundial los países ricos consumen el 80% de la energía que se produce en el planeta. Y, tanto en los países ricos como en los pobres, las diferencias entre pobres y ricos van creciendo. De este modo, los desequilibrios ambientales están íntimamente relacionados con los desequilibrios sociales y económicos.

¿Cuáles son los resultados de la cumbre de la tierra?

Primero: se afirmó la conciencia de los desequilibrios y la certidumbre de que estamos en una encrucijada. Esto es un resultado positivo.

Segundo: se confirmó el hecho de que existe un agotamiento, por parte de muchas poblaciones, ante las injustas acciones y los esfuerzos que, paradójicamente, los ricos exigen de los pobres, como los reajustes económicos y la protección ambiental. Esto es realismo.

Tercero: se vio claramente que muchos países ricos no desean dejar de contaminar el planeta con su exceso de consumismo, ni quieren hacer esfuerzos para propiciar la justicia entre los hombres. Esto es extremadamente negativo, pero es bueno saberlo.

La cumbre de la tierra fue, en cierto modo, la cumbre de la conciencia de la humanidad. El hombre se preguntó allí: ¿qué hemos hecho, cuál es la situación del planeta y qué vamos a hacer? Pero allí se confirmaron, como en otros momentos de la historia del Hombre, los conflictos entre el egoísmo y la solidaridad.

Ahora ¿destruiremos la naturaleza y ahogaremos al ser humano en esta destrucción absurda? ¿0 bien seremos capaces de encontrar un equilibrio entre la naturaleza y el Hombre, y una armonía de los hombres entre sí?

Es el Hombre quien decidirá si el mundo va a encontrar un camino de armonía o si se va a destruir a sí mismo. El Hombre eres tú, soy yo. Debemos decidir nosotros qué sociedad queremos, en qué planeta queremos vivir. Y debemos actuar cada uno en consecuencia con nuestros ideales.

 

(*) Coordinador de la Maestría en Desarrollo y Ambiente de la U.S.B., autor del libro Cultura-Ambiente-Desarrollo (Caracas, instituto de Altos Estudios de América Latina, 1992).

Universalia nº 8 Sep - Dic 1992