Br. Rafael E. Figueredo O., estudiante de Lic. en Física
Sobre desiertos y espejismos
Ahora hablaremos de los espejismos;
y de lo seca que se te pone la garganta
cuando tragas un puñado de arena
para calmar la sed.
A veces.
La boca se te agrieta y comienza a caerse a pedazos
como a un leproso.
Haiku (y I)
Juega el destino
nuevas metamorfosis.
Es primavera.
Haiku (y II)
En esta tierra
no florece el cerezo.
Florecen mangos.
Haiku (y III)
Hojas marchitas
llevadas por el viento.
Danzan al partir.
Hiroshima
“Now i´m become death,
the destroyer of worlds”
R. Oppenheimer
Parecía que el mundo
se detenía mientras caía del cielo.
Ojos curiosos
alzaban la vista y contemplaban ingenuos.
Esperando
- tal como nosotros nos cansamos de esperar-
Un manifiesto.
Una respuesta.
Un significado.
Una revelación.
¿Era una joya acaso
que les enviaba la amada diosa del cielo?
No.
¿Era un lucero acaso
que bajaba a la isla;
un nuevo sol naciente?
No estaban tan lejos de la verdad.
El silencio no duró mucho más tiempo.
El sol estalló en la tierra
como si fuera un infierno de fuego.
Un sol más brillante que cincuenta soles.
Ciento cuarenta mil almas
se diluyeron en el aire.
Veinte calles
fueron reducidas al polvo.
No quedaron muertos que enterrar.
No quedaron árboles de robustas raíces
más fuertes que la roca y el viento.
No quedaron ecos del canto de los pájaros
que evocaran los inicios del mundo.
No quedaron pájaros que recordaran
las risas inocentes de los niños.
No quedaron ruinosos escombros de templos antiguos,
donde rogar por las víctimas ni llorar los caídos.
En veinte calles la tormenta de fuego
todo lo devoró con odio.
Lejos del centro. No escaparon de los horrores.
Ellos también sufrieron. La muerte se apoderó de las calles.
Hubo heridos.
Sus ojos, narices y bocas fueron quemados.
Parecía que sus orejas se hubieran derretido.
Quedaron sin formas.
De Hiroshima no quedo nada.
El único monumento que sobrevivió
fue una desoladora nube en forma de hongo.
Y el miedo siniestro que sólo
desde entonces conocemos.