Uno de Los justos: "el que descubre con placer una etimología"
Jorge Luis Borges
En un momento como el que vivimos, cuando la llamada crisis no sólo forma parte de nuestra cotidianidad, sino que también la va configurando, puede uno preguntarse sobre los modos de solventarla, superarla o, como alguien decía, obtener "luz de la unánime turbulencia". ¿Dónde encontrar esa lámpara que en su vigilia muchas veces molesta durante la noche? En situaciones extremas, lo que se considera seguro e inmutable se resquebraja y su justificación se vacía dejándonos en suspenso. Instituciones, viejas tradiciones, programas de estudio y aun valores que nunca habíamos ponderado parecen disiparse como en fugitivo humo. El interrogarse sobre el hacer y el buscar no logra satisfacerse en la frágil explicación de lo diario y contingente, y lo que es peor aún: en la incertidumbre no asumida, la opción más fácil, más atrayente, acaso más "visceral" o resentida es seguida como un movimiento inercial. Argumentos y "razones" se erigen reduciendo la realidad al concepto pobre, a la frase hecha que sólo busca imponerse. "¿Para qué, para qué tener razón?", podríamos preguntarnos, si ésta solo se concentra en ganar una discusión o ejercer un dominio. Quizás no se trate tanto de tener razón, como de dilucidar un sentido. Pero ¿cómo ver entonces si no hallamos quien sostenga una lámpara?
Hay un "método educativo" que puede sugerirnos una chispa de grandes posibilidades. El poeta Samuel Taylor Coleridge recordaba que en el idioma inglés, "donde tantas palabras se derivan de otros idiomas, existen pocos sistemas de instrucción más útiles o divertidos que el de acostumbrar a la gente más joven a buscar la etimología, o el sentido primitivo de las palabras que emplean. Existen casos, donde la historia de una sola palabra nos instruye más que la historia de una campaña". Lo mismo podríamos decir de nuestra lengua, y el volver al origen de las palabras –en particular al de aquéllas que refieren lo que consideramos crítico— nos va revelando insospechadas relaciones y sentidos. Preguntarnos por ciertas palabras, ¿no es también regresar al por qué, al fundamento de las cosas? Y en la indagación nos percatamos de la evolución y el alcance de un vocablo y también de las causas de su gasto y su desvío. Pero hay algo más importante: retornar al fundamento significa recobrar además el punto de partida y actualizarlo. Así, podemos asombrarnos y entender, por fin- cuando asistimos a la etimología de universidad, de democracia, de educación, de civilización... Comenzamos a percibir un mayor sentido de nuestro aprendizaje cuando vemos que saber y sabor están emparentados en su origen. ¿No es el sabio aquel que con sus saberes saborea y sabe vivir la vida con toda su sabrosura? La misma palabra cultura adquiere un valor más pleno cuando recordamos su noción fundamental: cultivo del hombre, el cuidado y la mejora de sus facultades nativas de acuerdo a su naturaleza -espiritual, intelectual y sensitiva-. ¿No hemos olvidado esta última clave?
Tornar al fundamento y al valor original, recuperar el sentido con ese "placer" que indicaba Borges. Ello resulta análogo al despertar después del desmayo -al sosiego iluminador de la crisis-, a la toma de conciencia. Tal vez, como en el poema de Borges, en ese trabajo silencioso e ignorado se esté "salvando el mundo".
C.A.A.
ETIMOLOGIA, tomado del latín etymologia "origen de una palabra", y éste del griego "sentido verdadero de una palabra", compuesto por etymos "verdadero, real", logos "palabra". Diccionario Crítico Etimológico de la Lengua Castellana por Joan Corominas. Editorial Gredos. Madrid, 1974.
Universalia nº 9 Ene - Mar 1993