José Antonio Torres Ravago
La Rosa Púrpura del Cairo (Woody Allen, 1985) es a grandes rasgos un homenaje al arte cinematográfico, es la película dentro de la película. ¿Pero es que alguna vez nos hemos puesto a pensar que en el cine las respuestas son siempre las adecuadas, la ropa no se ensucia, los besos son perfectos, la muerte es bella, los taxis aparecen por encanto, los teléfonos públicos siempre funcionan? Es el mago Woody Allen quien nos despierta utilizando su habitual blanco y negro con el color para lograr diferenciar algo tan contrapuesto como el cine y la vida, pero, paradójicamente, los une también, pasando de una técnica a otra con cierta armonía.
Cecilia (protagonizada por Mia Farrow) será el agente que va a marcar la reverencia al cine. Ella es una mujer al estilo de Allen, cargada de problemas que no se muestran explícitamente; es decir, no existe un psicoanalista que nos plantee abiertamente el problema de Cecilia, pero ella es en esencia una mujer con una gran neurosis, producto de su frustrada vida matrimonial, su desagradable empleo y, como si fuera poco, con la presión de la crisis económica. Pero ella busca un escape, algo así como su mejor psicólogo: "el cine", el lugar donde ella se olvida de sus problemas.
Son incontables los detalles y gags que marcan su situación. Cuando, por ejemplo, varias "parejas" compran sus entradas en el teatro y ella está sola, Cecilia deja testimonio de su afición al cine al saludar a todos los empleados del cine como si los viera todos los días.
Para Cecilia la carga sigue aumentando, pues Monk, su esposo, se burla de ella con otras mujeres, la maltrata y, por si fuera poco, no trabaja; Monk no trabaja porque no se preocupa de buscar empleo. Se suma a esto el hecho de que Cecilia es despedida por su torpeza y su despiste (por sus problemas). Allen nos muestra la autodestructividad de sus personajes.
En este momento, Cecilia se sumerge en el cine como para oxigenarse; repite una y otra vez la película que le encantó, La Rosa Púrpura del Cairo, donde actúa su amor platónico, el actor Gil Shaphers (protagonizado por Jeff Daniels). Pero es por la utópica perfección que todos cedemos a la fascinación del cine y descubrimos cada vez un mensaje que está latente en la pantalla grande. Después de haber visto la película unas cinco veces, sin mucha sorpresa comienza el grandioso sueño: Tom Baxter, el héroe de la película proyectada, sale de la pantalla. ¿Quién no ha imaginado alguna vez que su actor o actriz preferido salta de la pantalla para ofrecerle un beso? Bueno, a Cecilia le ha llegado la hora.
Tom Baxter es un pedazo de luz blanca, una fracción de perfección que se escapa de la película para relacionarse con una sociedad turbia; ahora la magia está en las calles de Nueva Jersey y Tom descubre que la vida es otra cosa, que no es una secuencia de héroes, besos y amor. El no conoce nada de esta vida pero es muy feliz, solamente le importa estar con Cecilia: "No importa, viviremos este amor". Se comporta de una manera muy romántica, pero lo que no sabe es que ahora está en el mundo negro de Woody Allen.
Lo más interesante de la película es la relación de Cecilia y Tom, ese personaje de ficción; el se siente extrañado de que después de un beso no venga un fundido a negro; también se pregunta a qué saben las cotufas, ¡porque su ruido es muy molesto! Nos quedamos fríos cuando tras una explicación de Cecilia acerca de la situación crítica del país, Tom con mucha inocencia dice: “¡Lo siento. Me perdí la primera guerra mundial!" Es aquí cuando nos damos cuenta de que bajo ese sombrero no hay más que el feo rostro de Woody Allen.
Cecilia se muere de la emoción cuando conoce a Gil Shephers (el actor de carne y hueso). Pero se va a sentir muy confundida porque no sabe a quién querer, ya que se lleva muy bien con ambos. Gil Shephers también lleva adentro a Woody Allen. El New York Times publicó que Gil podría hacer más que comedia; además en su próximo personaje encarnaría a Lindbergh, que también era un solitario, lo cual es una fiel descripción de la vida de Allen.
Esta trama de una comedia se vuelve mas fantasiosa cuando el personaje fugado decide volver a la pantalla pero acompañado de Mia Farrow. Se salta del mundo real al ficticio y viceversa hasta lograr la destrucción de la frontera entre el cine y la vida, lo que hace que La Rosa Púrpura del Cairo sea simplemente dura como la vida, seductora como la magia del cine.
A pesar de la fascinación por el cine, Cecilia va a tener que decidir, se encuentra en una encrucijada: el personaje perfecto (que le dará una vida llena de aventuras, amor y seguridad) o el actor con quien se lleva muy bien. Por supuesto, ella elige al hombre que pertenece a la realidad, quien posteriormente y como buen personaje de Allen se va sin ella. La utiliza para que su imagen volviera a la pantalla, y aunque la quería, (porque su actitud lo transmite), prefiere irse solo, ya que es un personaje real de esa sociedad traumatizada de Allen.
La imaginación de este gran realizador va más allá de la nuestra, nos da un final muy duro y que no podía cambiar quien prefiere tocar el saxo en Nueva York la misma noche que están premiando en Hollywood con 4 Oscars a su film más popular, Annie Hall.
Universalia nº 9 Ene - Mar 1993