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Concurso de Poesía CEUSB

Thomas Merton mencionaba que "el motivo de un poema no se descubre hasta que existe el propio poema". Variados motivos concurrieron también en el concurso de poesía organizado por la Secretaría de Cultura del Centro de Estudiantes de la Universidad Simón Bolívar. El mismo contó con un jurado integrado por los profesores Luisana Itriago, Lourdes Sifontes y Javier Lasarte, del Departamento de Lengua y Literatura.
En este espacio se reproducen los textos favorecidos en tan interesante evento que descubre una importante faceta de nuestros estudiantes.

Primer Premio.
María Mercedes Grosso. Arquitectura.

Ima

"Te sigo por los pasillos
de bóvedas ennegrecidas".
Carlos Fuentes. Zona Sagrada

Tus libros ya no existen, han cambiado de dueño.
Poco a poco en las noches, los he ido robando.
De día almaceno y descarto.
Balbuceo fiases notables (retazos del inmenso plagio).
Imitando hasta tu incoherencia he deseado
en esta secreta usurpación, que alguna vez
te atrape el insomnio y descubras mi poco digna
e incansable labor. Reclames entonces que te sean devueltas
tus sagradas pertenencias, otorgándome así la oportunidad
de un pequeño contrabando; colar entre los tuyos,
algunos de mis papeles, pretendiendo la fusión,
el encuentro desde hace años extraviado.
Desperdicio el poco tiempo que me deja el archivo
en suposiciones ilusorias.
Sé que hasta el insomnio ha dejado de visitarte.

Segundo Premio.
Roldán Muradián. Biología.

Poema 1

Perdóname alma. por derramarte en palabras
sabiendo que preferirías
restos de una lágrima en el papel

si al menos viera tu rostro reflejado en el río
si no te escurrieras entre los dedos
cada vez que intento tocarte

cómo me preguntas si sé por qué te condenaron
a la ignorancia de la carne
y a proclamar cada noche gritos inaudibles a la luna
si tampoco a mí me oyen

ven, siéntate a mi lado
escucha el canto y la furia del mar
rasgando el acantilado a nuestros pies

duerme alma
quizás sueñes con hombres de plata
y un sol blanco

ojalá pudiera abrazarte
y no tener que verte más llorar en un poema.

Poema 2

con qué derecho me impones el modesto sentir de la razón
si yo no soy quien soy

aunque nací hace mil años
y domino los símbolos tan sólo con verlo
no manejo lenguas antiguas

ni la forma
ni la materia

qué son los versos sino ceremonias al polvo
estos fueron hechos antes que las noches
hubieran sitio inventadas

todas las palabras ya están escritas
con el verbo no se puede más que redundar
déjame estar cerca de la nada
que sea el rumor de la melodía que jamás sonó

abrazar las columnas de las ruinas del templo
que nunca existió
y que fue morada de todos los hombres

si puedes saborear el aroma del cello
sabes de qué hablo.

Tercer Premio.
Eladio Marquez. Biología.

Jason

Asolapada estepa de brillos
en torno a la inmoble
velocidad
del pozo de las violetas,
cargada fuerza de miles
acechando el abrazo
el apretón de manos
la entrada

Mediodía oscuro
penetrando en la boca ancha
del pez-tiniebla,
carecer de pétalos
en la punta de una espina:

Vienes
circadiano, licántropo
como buscando presa.
Se acerca desde la muchedumbre
una soledad consagrada,
una sangre escanciada, romántica
volviendo al piso de los cañones

arriba
profundo

estos ojos volteados
que me enceguecen el alma
densa tumba de silencios.

La seguridad

El sol se opaca en su propio
recorrido, el mar siempre ha
sido testigo. Tal roca de
formas sobresalientes donde el
agua se llena de aire es una
causa, cambio el color; un
azul rnetarnorforseando en
blancos. Es la roca inmoble. Y
es su continente el que tiende a
perderse, al polvo de arena.

Los mares; es sabido, crecen o
decrecen. Hasta el cielo puede
dejar de ser azul.

Sin embargo, el todo no puede
dejar de serlo. Siempre existe
alguien más consciente.
La consciencia entonces, madre
de la duda, puede quebrar en
dos al viento en su vuelo bajo,
puede frenar a la esfera en su
feroz giro.

Soy, eres, dueña del
movimiento, los pasos;
remontar en corrientes las
inmóviles gaviotas rezagadas,
colmar hasta el fin el vaso de
vidrio, de vidrio líquido.

El silencio, catástrofe como
fotografía instantánea, la
pausa incontenible en tal
espíritu, inerte lirio atado
en presiones verticales. Las
falenas no perciben el aroma
de los girasoles.

Se puede caer, el piso, nunca
plana morada, con brazos en
escaleras te catapultará un
minuto más tarde, sutil
escaramuza porque no hay
más abismo que las pupilas
tuyas.

Y descubro, diviso a mi voz,
no se separa de mi lado, me
sigue con terrible empeño y es
ella, como Ella, a quien
entrego el mensaje arrastrado
desde las fauces del tiempo con
agujas.

No se separará jamás la
garganta de la voz que
profiere, el sol es una mancha
de sangre seca en el desierto.

Oquedad malsana, trastorno
ilimitado de lo reverso puesto,
canto entre risas tu óbito
funesto.

Seguirá el océano absorbiendo
los alaridos furiosos de la
materia invisible, puesto que el
sol es reflejo convergente en
derrame. Pronto será de día en
el fondo del Océano.

O quizás la noche empiece a ser clara
devuelva su beso el mar

Mención Honorífica.
Pablo Alvizu. Biología.

Tanta vista
tanto oído
o exceso de piel

pueden dejarnos ciegos
sordos
o insensibles.

Prefiero la persona paciente,
que busca en el sonido
lo que falta de luz
y en la luz,
cualquier caricia

y en todas las caricias
música en blanco y negro

Mención Honorífica.
Adriana González. Arquitectura.

Una serpiente oblicua ata mis pies
vas tan lejos
vas
con la gallina degollada
que está en mi puerta.

Duermo en mi memoria
abrazo piedras
en los brazos que se ríen tras de mí
con barba oscura

Todos tus huesos
en la nube más o menos larga
de.monjes gordos

Una vez caí bajo el árbol de raíz de plomo
pensando en nombrarme como cosa
Ahora hay más muerte
que el adorno y la hora
en que me río con tus dientes
Moisés de mis anteojos

Todavía llueve y llueve
bajo la hoguera

La serpiente me abraza
me sube
besa en el grito
y grito en verde
agua y brisa

La serpiente llora
sueños de sangre en la boca
y templo de arena

Todas las velas del mundo corren
bajo nuestros pies.

Mención Honorífica.
Pedro Alfredo Borges. Biología.

No sé si ustedes,
los que han sido,
han muerto o me acompañan.

Tú que conociste la primera piel
aquel que conoció el mar (quizás sin maravilla)
ti que deseaste, desesperado, un beso
el que sintió la primera nostalgia
(quizá no imagino el hoy cotidiano)
incluso el que ayer miró y sintió
o el que hace un instante comenzó a escribir.
No sé si mueren y van dejando huellas
o si se quedan
muchedumbre ansiosa de vida y de sentido.

 

Universalia nº 10 Abr - Jul 1993