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Altazor: una experiencia vital

Enrique Bustamante*

La versión inicial de este trabajo fue presentada en el curso Invitación a la poesía (LLX-512) que dicta la profesora Paulette Silva Beauregard, del Departamento de Lengua y Literatura.

"¿Por qué hablas?
¿Quién te pide que hables?"
"Hablo porque soy protesta, insulto y mueca del dolor"

Cuando Altazor lleva el canto del pájaro tralalí al fracaso también está haciendo que el lenguaje colapse, pero a la vez está creando una nueva poesía y un nuevo lenguaje sobre los restos de esa explosión. (Entonces ¿fracasó? ¿no fracasó? o ¿fracasó fracasando?).

La manera más barata de comenzar estas líneas es diciéndole que éste es el tercer material que escribo sobre Altazor, la obra de Vicente Huidobro. La finalidad de volver a escribir, era tratar de presentarle una versión resumida de mi trabajo "Altazor: una visión existencial". Pero fracasé (por lo resumida). Ahora, que vuelvo a escribir, debo no sólo poder mostrar una visión de conjunto sino también debo hacerlo en menos de cien líneas (y me acecha el tiempo). Las condiciones son ideales para lograrlo (y no puedo jugar a fracasar). No he podido super-sintetizar mi trabajo original ya que no he (querido) logrado desprenderme de los escasos detalles que observé en mi lectura. No debo retardar más el comienzo. Un loco está gritándome: no hay líneas que perder. (Cuando lea Altazor entenderá lo que hago.) Algo más, voy a tratar de que las últimas diez líneas sean un verdadero desastre (un caos) en honor al poema.

La poesía de Huidobro es calificada como creacionista, y él es el creador de esta corriente (una especie de dios). La creación implica la destrucción como la vida implica la muerte, como los sellos van pegados en las tarjetas postales, como yo "voy pegado a mi muerte" (p. 378). Así, Altazor es poesía creacionista pero también es un canto a la destrucción. Diciéndolo con palabras del poema, "es una flor de contradicciones" (p. 378).

Esto se halla representado en la obra por una continua invitación al fracaso frente al hecho de crear con el lenguaje. La forma de desarrollarlo es por oposición de versos. Todas las partes del poema se hallan dialogando (confrontadas) entre sí. En esta dirección apuntan los versos utilizados como epígrafe. En el poema no aparecen en forma consecutiva, pero pueden pensarse como pregunta y respuesta. Más aún, podemos oírlos como dos voces. La primera voz es la del hombre que no se resigna al fracaso, y la segunda voz es la del hombre que tiene certeza del fracaso. Ahora, le pido que fusione estas dos voces en un nombre: Altazor. Y que piense en el fracaso como la muerte. Y que (haga un esfuerzo más) piense en Altazor como el Hombre. ¿Qué intento?

Debe resultarle casi obvio que se encontrará con un poema que lucha por su existencia3 y que requiere un lector que se entregue a la lectura con pasión de amante fiel. Altazor, más que sentirlo, hay que padecerlo. Padecerlo sin llegar a ser 4 Altazor (a menos que usted lo desee). El poema invita a que lo padezcan. Podemos continuar hablando del creacionismo. Al comenzar a leer el poema usted sentirá un lamento (una angustia). Si se detiene a los 25 versos (antes de comenzar a caer) puede que recuerde mucho o poco (si es como yo), pero esencialmente usted sentirá. Sentirá ese lamento. Luego, cuando continúe, se encontrará con el efecto visual de un "cae" colocado en desnivel. Esta es la definitiva invitación para que caiga (caigamos) con Altazor. De esta manera Huidobro comienza a plantear la ruptura con el Modernismo. Pasa del planteamiento a la acción. Pretende, entre otras cosas, incorporarnos como parte activa a la poesía. Quien no desee este compromiso (por simple respeto) deberá abandonar Altazor. Afortunadamente el poema es excluyente. Por encontrarse dialogando, para poder avanzar se necesitará tener a favor una buena lectura anterior. ¿Por qué?

Altazor consta de siete cantos (y un prefacio sencillamente complejo). Estos cantos no pueden ser leídos como siete capítulos independientes de algún libro de texto (disculpe, pero vuelvo a insistir). Recordemos que Altazor es el Hombre y que además posee dos voces en confrontación, por lo tanto puede sufrir en nombre de todos los hombres. Con esto logra darle trascendencia universal a la angustia que siente frente a la muerte. Pero a la vez logra sentirse humano y la desafía. En esos momentos Altazor se ensordece frente a
la voz que le habla de fracaso y logra creer que lo ha superado. Permanezcamos con este Altazor intocable, pero pensemos en él como el Poeta. Nuestro entorno será ahora la poesía, el poema y el lenguaje. El fracaso: la muerte de las lenguas. En la poesía modernista mueren las lenguas y Altazor deberá detener esa matanza. Para ello invita a los poetas a que rompan con las convenciones y creen. El primero en hacerlo es él. El primero en llevarlo al fracaso es (también) él. Cuando Altazor recuerda la voz que le habla de fracaso se sumerge dentro de la angustia (se acelera su caída). La consecuencia de esto es que no pudo crear algo que no fuese directamente el fracaso. El poema oscila entre el entusiasmo creacionista y la destrucción. Altazor, igualmente, oscila entre la desilusión y la esperanza. El, durante todo el poema ha albergado esperanzas, para detener la caída, en objetos que luego lleva al fracaso (de un canto a otro). El último (el que le da mayor fuerza creacionista) es el canto del "pájaro tralalí" (p. 402) que le revela la clave del "eterfinifrete" (p.402) para vivir eternamente. Altazor lleva al máximo su poesía creacionista y luego comienza el natural descenso. Aquí es cuando lo hecho (leído) en los cantos anteriores marca la diferencia entre continuar o quedarse fuera. El lenguaje ha sido un instrumento de creación y de destrucción. Cuando Altazor lleva el canto del pájaro tralalí al fracaso también está haciendo que el lenguaje colapse, pero a la vez está creando una nueva poesía y un nuevo lenguaje sobre los restos de esa explosión. (Entonces ¿fracasó'?, ¿no fracasó? o ¿fracasó fracasando?).

"Aquí comienza el campo inexplorado" (p. 402). No voy a hablar de mí sino de aquél. De aquél que despertó a las dos de la madrugada en una noche calurosa porque volvió a soñar que no existía. Soñó la habitación en la que duerme hoy, mañana sin él allí. La soñó íntegra, pudo ver su cama (caliente aún) de sábanas arrugadas. Se paró. Lo llamaban. Contestó y le dijeron: morirás. Un breve escalofrío recorrió su cuerpo. Estaba frente al espejo. Lo sé, me veo terrible. Apagó la luz. Se acostó. Se sintió absorber por la reblandez del colchón. Volvió a escuchar la voz que le pedía ayuda, recordó su almanaque y se tranquilizó. Estaba soñando, ya. Fue a sentarse en su nube a leer historietas y ver pasar a los otros. Sentado allí una dulce brisa le pasó la página. Gracias -continuó leyendo. Escuchó una fuerte risa, miró hacia abajo y...iestaba cayendo! Sus pedazos permanecieron esparcidos sobre el intacto espejo. Y así creó la palabra fragrnentación (que vino a darle la unidad y coherencia autónoma que tanto necesitaba).

Notas
1.- Vicente I Huidobro. Obras Completas de V.H. Santiago de Chite, Editorial Zig Zag, 1963, Tomo 1, pp. 380 y 381 (respectivamente).
Todas las citas pertenecientes a Altazor fueron tomadas de este mismo libro, de manera que en las siguientes solo se indicará el número de página correspondiente.
2.- En palabras de Altazor: "Hice un gran ruido y este ruido formó et océano y las olas del océano. Este ruido irá siempre pegado a las olas del mar y las olas del mar irán siempre pegadas a él, como los sellos en las tarjetas postales." (p. 365).
3.- Me refiero, específicamente a los siguientes versos del prefacio de Altazor: "Un poema es una cosa que será./ Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser./ Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser."(p. 366)
4.- La idea (lamentablemente) no es mía(al igual que la de los paréntesis), se le atribuye a Jorge Luis Borges en su obra "Fierre Menard, autor del Quijote". La traigo a colación ya que Pierre Menard para escribir (no plagiar) El Quijote debía ser Miguel de Cervantes siendo Don Quijote.

(*)Enrique Bustamante es estudiante de Ingeniería de Producción. Cohorte'90.

 

Universalia nº 10 Abr - Jul 1993