En su lección inaugural el Rector retoma el sentido esencial de la Universidad: la búsqueda de la verdad y el afianzamiento de los valores trascendentales del hombre. Universalia ha insistido en esta aseveración ética y de allí la constante interrogación que trata de comprender cuál es el alcance de ese objetivo que define lo universitario. Así, cuando en nuestra Casa de Estudios oímos frases como "no hay verdad", "no hay ni bien ni mal", "todo es válido" o "todo es relativo" -afirmaciones absolutas, si las hay-, pensamos si en realidad se lanzan estas ideas ?en unas ocasiones, desplegadas con argumentos finamente elaborados; en otras como clisés aprendidos? en un convencimiento cabal de las mismas o como una salida irrefutable, a veces inconsciente, para defender una posición particular y egocéntrica o una favorable circunstancia. No hay aquí la legítima duda, punto de partida de la investigación incesante que busca conocer y que coloca la verdad como meta. En el "miedo" a acogerse al conocimiento de la "verdad" y en el optar por una aparente y radical amplitud, caemos en un escepticismo destructor y al mismo tiempo acomodaticio que sólo acoge la singular, conveniente y personal perspectiva como única y valedera, cerrando los ojos a la realidad ¿No hay en ello algo de intolerancia? Vemos aquí también la actitud sofística que tan sólo quiere ganar en la discusión o aferrarse a su frágil balsa en el extenso océano como si se creyera que es tierra firme. Si en verdad optáramos por un escepticismo absoluto, en esa validación del relativismo del conocimiento y la ética, convencidos de la inexistencia de alguna certeza en el conocimiento y en que todo lo que poseemos son opiniones y perspectivas personales, subjetivas y por lo tanto válidas para cualquier cosa o inválidas para asegurar, ¿no podríamos llegar a pensar, llevando las cosas hacia un extremo, que los profesores del Departamento de Lengua y Literatura podrían dar clases de Química, o que los de Química dieran clases de Filosofía y así continuaríamos en este intercambio de funciones y materias? No hay duda que con ello se destruye el fundamento de lo universitario y su búsqueda de conocimiento.
Desde luego, es éste un absurdo ejemplo que sólo intenta ilustrar lo que significa la pérdida de un fundamento y por fortuna estamos lejos de una situación semejante ¿Pero lo estamos ciertamente? Es claro que no se puede ser escéptico ante todo. En la calificación y rechazo a ese ejemplo, coincidimos en un respeto por el conocimiento y de quien escoge cultivarlo. No por esta razón se desea formular un absoluto totalizador del conocimiento. Muy por el contrario, sabemos que aquél que se dedica al estudio apenas, en su largo trabajo, alcanza a comprender y quizás a esbozar miradas, modelos, construcciones teóricas, bosquejos, aproximaciones que algo nos descubren sobre la realidad, sobre la verdad. Miradas, que en tanto se saben miradas -esto es, que se asumen con sus limitaciones- nos van aproximando a un conocimiento más afinado. "Todo conocimiento humano tiene límites y el esfuerzo mismo que establece su validez determina el período útil en que puede ejercerse", escribía con agudeza el historiador Henri-Irénée Marrou acerca de su disciplina de estudio, y el señalamiento es aplicable a toda ciencia. Ese algo, esa fracción de conocimiento resulta alimento estimulante para el hombre, no sólo por lo descubierto, sino además por la conciencia de la propia ignorancia, lo cual es también conocimiento, y que en la Universidad busca siempre ser disminuida a través de las diversas disciplinas y sus miradas, que -en palabras de Marrou- simplemente, ayudan a aprehender algo de una realidad cuya complejidad desconcertante se resiste a cualquier encasillamiento".
Cristian Alvarez Arocha
Universalia nº 11 Sept - Dic 1993