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Universidad y Democracia (Fragmento)

Prof. Freddy Malpica Pérez*

Una vez se dijo -escribe Leo Strauss-que la democracia es un régimen que se mantiene o cae por la virtud: una democracia es un régimen en el cual todos o la mayoría de los adultos son hombres virtuosos, y puesto que la virtud parece requerir sabiduría, un régimen en el cual todos o la mayoría de los adultos han desarrollado su razón hasta un alto grado, o la sociedad racional. En una palabra, la democracia debe ser una aristocracia que se ha ensanchado hasta llegar a ser una aristocracia universal".

EL PAPEL DE LA UNIVERSIDAD

¿Qué ha de hacer, qué hace la Universidad para contribuir a la efectiva realización de las aspiraciones democráticas?
Como atinadamente lo indicara Ortega y Gasset, lo grave de una educación universitaria limitada a finalidades profesionales y de especialización, que no repare en la comprensión de los asuntos comunes y, en esa medida, incluso favorezca de hecho los intereses individuales, conduciría a una sociedad en la cual prevaleciera la barbarie del especialismo, y ello haría imposible la preservación y el desarrollo de la vida democrática. De allí que una función primaria de la Universidad es la formación del hombre culto con vocación humanística.
O dicho de forma más imperativa: la Universidad debe, por sobre todo, propiciar la formación de ciudadanos, esto es, de profesionales y técnicos, equipados desde luego para la resolución de los problemas de su especialidad, pero también abiertos a lo común y general, conscientes de su responsabilidad en los aportes a las grandes cuestiones sociales que a todos nos atañen y, si cabe, con más fuerza a quienes por haber recibido una mejor preparación tienen mayor capacidad de actuar.
Esto nos conduce a pensar que cuando la Universidad cumple a cabalidad esta misión primaria de formar ciudadanos integrales, se constituye de manera natural en la fragua de los futuros dirigentes del país. Dirigentes, no como usualmente se interpreta, referidos a los asuntos políticos; sino en una más amplia acepción, de ser capaces de proyectar el desarrollo de sus respectivos campos de actividad y de promover las correspondientes transformaciones, con lúcida noción de las consecuencias sociales, económicas y hasta políticas que tales decisiones conllevan.
Quizás presentar ante ustedes que inician su tránsito en la vida universitaria, semejantes expectativas pueden resultarles difíciles de comprender y aún más de llevarlas a cabo. Conscientes de ello la Universidad Simón Bolívar ha incluido en los programas de las distintas carreras, los Estudios Generales. A través de ellos se pretende dotar a estudiantes de una capacidad de comprensión de los aspectos fundamentales que definen la civilizacion de
nuestro tiempo y, en particular, de los problemas que enfrenta nuestro país en su incesante búsqueda del progreso social.
Esta visión o de manera más precisa, esta cosmovisión de la época actual, complementa los estudios especializados y amplía la conciencia para el ejercicio creador y a la vez crítico, que demandan de sus futuros dirigentes la sociedad democrática en que vivimos.
Uno de los primeros elementos que auspicia el éxito de este promisorio y exigente programa formativo, es que el ingreso de los estudiantes a esta Universidad se ha basado en la igualdad de oportunidades ofrecidas a los estudiantes del país. Solo los méritos acumulados y demostrados por ustedes han sido considerados en la rigurosa selección realizada. De allí que pasan a formar parte de una élite, entendida ésta como una élite académica y moral comprometida con la misión formativa de los futuros dirigentes de nuestra sociedad democrática.

UNIVERSIDAD Y ESTADO

Es claro -y sería inútil decirlo si no hubiéramos encontrado el repetido intento de hacer lo contrario- que a la Universidad como tal no le corresponde participar en los procesos políticos, en el sentido restringido de gobierno y administración del Estado. Esto es, no le corresponde ejercer el poder. Intentar ocuparse de ello iría en detrimento de su labor educativa, científica y cultural, conduciendo a la desnaturalización misma de la institución universitaria por descuido de su misión propia.
Pero de inmediato, y en primer término, hay que señalar con palabras del antiguo Rector de Harvard, Derek Bok, que "el trabajo académico de la universidad no es un asunto meramente privado. Es un esfuerzo o tarea pública, que tiene una significación social y un valor moral propio”. En tal sentido ninguna acción o tarea que interfiera con el trabajo académico debería ser emprendida a menos que sea indispensable para alcanzar un bien común más importante.
La Universidad es, como sabemos, lugar de educación superior, una "comunidad de intereses espirituales que reúne a profesores y estudiantes en la tarea de buscar la verdad y afianzar los valores trascendentales del hombre. Y, como tal, debe ser un ámbito de libertad, un espacio donde se pueda investigar y discutir sin presiones (externas o internas) para alcanzar una mejor comprensión de las cosas.
Ahora bien, la existencia en el seno de la sociedad de una comunidad de este tipo, con la libertad académica que le es propia, representa por sí misma una aportación al bien común. Por eso -veámoslo por contraste-, hace tanto daño la instalación de un sectarismo político o ideológico en la vida universitaria, ya venga de fuera (como en la invasión de la Universidad por los partidos políticos) o brote dentro (como el lamentablemente generalizado fenómeno de la formación de grupos clientelares para gobernar la vida de la academia) .
En efecto, la libertad académica que permite la investigación, sin limitaciones indebidas; que, por otra parte, garantiza la posibilidad de ese diálogo y esa discusión en los cuales la motivación predominante es la de esclarecer los problemas, comprobar los resultados, verificar las conclusiones propuestas; esa libertad académica es la condición necesaria para que en la Universidad se dé un incremento del saber. A su vez, esa mayor comprensión será lo que le va a permitir como indica programáticamente la Ley de Universidades` "colaborar en la orientación de la vida del país mediante su contribución doctrinaria en el esclarecimiento de los problemas nacionales".
Esta será pues la principal contribución de la Universidad al logro y preservación del ideal democrático: la de ser un ámbito de libertad, donde pueda cultivarse intensamente la búsqueda de la verdad y la transmisión del saber, de tal modo que puedan surgir de ella orientaciones doctrinarias para la solución de los problemas nacionales.
De otra parte, por esa libertad que le es intrínseca, la Universidad tampoco podría alcanzar o mantener la normalidad de su propia vida académica sin que la sociedad, en la cual tiene lugar y de la cual depende, permita el diálogo abierto y franco sobre los problemas nacionales.
La preservación de ese ámbito de libertad, justifica el estatuto especial de autonomía que el Estado ha otorgado a la Universidad. Esta autonomía, -cuya naturaleza fundamental es académica,- debe comprender también los asuntos administrativos esenciales que eviten la intromisión de influjos políticos externos en las que deben ser genuinas decisiones universitarias.
Sin embargo, tan especial condición que es la autonomía, no debe conllevamos a concepciones e interpretaciones desorbitadas e irracionales, capaces de contradecir su esencial naturaleza; es así como la Universidad no puede pretender ejercer una desafiante soberanía o independencia respecto del Estado y de la sociedad que la sustenta.
La educación en general, y la educación universitaria en particular, no pueden verse separadas de la vida social. Por la misma fuerza de las cosas, no pueden ser aisladas del sentido de la acción del gobierno, ya que ambas actividades -educar y gobernar- están orientadas al mismo fin humano del desarrollo de la persona en la sociedad, se llevan a cabo dentro de una idea del hombre compartida socialmente, de tal modo que puede alcanzarse el bien común.
Por eso, a pesar de su neta y justificada oposición a que las Universidades, trasponiendo la frontera de sus fines institucionales inmediatos, entren en los vastos campos de las posiciones públicas, el Rector Bok de Harvard se atrevía a decir: "no debemos olvidar que la buena condición de las universidades en los Estados Unidos depende finalmente de la perservación de una sociedad libre y democrática. Si esa forma de sociedad -añade- se ve en peligro, los líderes académicos no pueden permitirse replegar demasiado sus frentes de batalla”. Una Universidad no se puede aislar en tales casos porque, como veíamos, la propia naturaleza de sus actividades exige un espíritu de libertad y responsabilidad personal, y porque su tarea formativa se orienta siempre -en toda Universidad que merezca el nombre- a la formación de la persona.

EL RETO DE LAS DIFICULTADES

Al inicio evocaba la dificultad de la situación por la que atraviesa nuestro país (incluso, el mundo latinoamericano). Para quien intente contemplar el panorama con una cierta perspectiva, lo más significativo -aunque quizás no lo más aparente o estruendoso- es la crisis de cultura que afecta al mundo occidental y, con sus rasgos y matices peculiares, a esta porción más occidental de Occidente que es la América. En las artes, en el pensamiento, en las formas de vida, parecería que asistimos a una descomposición de lo que había estado vigente -eso que dio lugar ala civilización occidental- y, al mismo tiempo, como a una búsqueda de nuevas formas culturales. En la vida de las sociedades democráticas, aún cuando la democracia como aspiración se ha hecho prácticamente universal, ello se traduce en rupturas del consenso, desorientación, y en un relativismo incapaz de justificarse a sí mismo o a ningún régimen político, con lo cual estas sociedades pueden aparecer como ingobemables en momentos de crisis, y resurgir de nuevo el espejismo de los regímenes de fuerza.
Para las Universidades, por su parte, esa condición cultural resulta grave en la medida en que la vigencia del relativismo puede significar de hecho una atenuación de la búsqueda de la verdad o del esfuerzo por acrecentar los saberes, al margen de lo cual toda comunidad académica pierde su vigor y su vitalidad.
Sin embargo, las dificultades del país y de la época han de verse como un reto. Al entrar la Universidad Simón Bolívar en el año veinticinco del inicio de sus actividades, las circunstancias nuevamente exigen una respuesta que va más allá de lo rutinario o lo trivial. Esperemos que, fieles al compromiso fundacional y a la trayectoria de la institución en este primer cuarto de siglo, se sepa encontrar en este reto ocasión y motivo para la superación, en pos de la excelencia, norte y finalidad de esta Institución.

(*)Rector Universidad Simón Bolívar.

NOTAS

1. Leo Strauss, ¿Qué es la educación? en M.A. González Diestro y R.T. Caldera (edit.) La formación Intelectual, Caracas, AYSE, 1971, pág. 1 12.
2. Derek Bok, "Taking Political Positions", en Beyond the Ivory Tower, Harvard University Press, 1982, pág. 247.
3. Ley de Universidades, Art. 1 °. 4. Ver a este respecto Josef Pieper, "La defensa de la libertad", en Universalia, N°.9, Caracas, Universidad Simón Bolívar, Enero-Marzo de 1993, Págs. 16-17.
5. Ley de Universidades. Art. 2°. 6. Bok, cit., Pág. 265

Universalia nº 12 Ene - Jun 1995