Ernesto Mayz Vallenilla*
Extractos del discurso pronunciado por el Prof. Ernesto Mayz Vallenilla el 19 de enero de 1995, con motivo de la celebración del XXV aniversario del inicio de actividades académicas en la USB y donde se le otorgó el título de jardinero de la Universidad.
En el amar y en el dar amoroso no hay negación sino afirmación y plenitud de la más íntima y profunda existencia. Y eso es el jardinero y el oficio o arte de la jardinería en su más amplio sentido y acepción.
El oficio o arte de la jardinería se realiza al menos mediante tres acciones: la de sembrar, la de cuidar y la de guiar. La siembra se nutre de fe, y la fe se alimenta, indisoluble e indiscemiblemente, de la esperanza. Fe y esperanza, a su vez, son virtudes que se alimentan del futuro, pues sin el futuro no es posible concebir la fe ni la esperanza. Cuando el hombre tiene fe en lo que siembra, y esta fe está acompañada indisolublemente de esperanza, el hombre está soñando con el futuro.
Cuidar es la segunda acción del jardinero. Cuidar es curar, procurar, preocuparse cuidadosamente... de que lo sembrado no se pierda, estar pendiente de ello. En una palabra: ser guardián y guarda de su destino. El jardinero debe ser un cuidador, un protector en el mejor sentido de la palabra, de aquello que ha dejado sembrado a través de un acto de fe y de esperanza.
El cuidar es una acción que se realiza en el presente, pero -bien analizado- se cuida algo en vista de lo que se espera que ello sea. Por eso el cuidar, el guardar, el proteger también se alimentan del futuro.
Todo cuidar en el fondo es un guiar, y guiar quiere decir dejar ser y ayudar a ser: ayudar a que la otredad -el otro- sea lo que verdadera y auténticamente es, sin entorpecerlo ni simplemente conducirlo, sino induciéndolo y, en la más elevada forma de la jardinería amorosa, seduciéndolo para que logre ser lo que es, y en esta forma sea sí mismo y dé los frutos de su mismidad al germinar por sí mismo.
El acto de cuidar no es neutro, sino que se enraiza profundamente en el amor. Futurizar y armar son, por esto, un mismo solo acto. De aquí que el futuro y la acción del guiador se encuentren indisolublemente unidos... pues el que guía lo hace porque sabe hacia donde quire inducir o seducir al guiado. Ese punto hacia el cual lo induce o seduce no es simplemente el presente, sino que se halla situado en el futuro: en lo que está por venir.
Había en aquellos liceos auténticos pedagogos porque el genuino pedagogo es el que deja ser y ayuda a ser al otro. Y reitero que dejar ser y ayudar a ser al otro no significa negarse uno mismo, sino que la victoria y plenitud del auténtico maestro, del genuino jardinero, está en la gloria de ver florecer en el Otro aquello que él ha querido ser y que sabe que por su propia finitud no alcanzará a ser. Eso es amor traducido en auténtica pedagogía.
Obras de jardinería, de auténtica pedagogía, es lo que nos reclama nuestro país en estos momentos. Dejar ser y ayudar a ser significan y ex ¡gen sembrar, cuidar, guiar con la vista puesta en el futuro... orientados, animados, energizados por el más entrañable e intenso amor por nuestra Patria...
En lugar de destruir debemos construir nuestro país. Es urgente que todos y cada uno de los hombres que sienten amor por Venezuela se conviertan en pedagogos, en jardineros de este país.
Aquí, en esta universidad, está viva una obra de jardinería, realizada con intenso, con apasionado amor, con el mismo que ahora siento en esta fecha gloriosa de los veinticinco años de su fundación...
(*)Rector fundador de la Universidad Simón Bolívar.
Universalia nº 12 Ene - Jun 1995