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De la Necesidad y el Arte de la Caballería Amorosa

PREMIO "SEGUNDO SERRANO PONCELA", 1996 SECCIÓN HUMANIDADES
Carla Cabrera*

Prólogo
La poesía tiene la capacidad de hacernos despertar con líneas que muchas veces son producto prodigioso de profundas reflexiones. En ella descubrimos generalmente, que las cosas no siempre son tan obvias como parecen y que aquellas cosas a las que les restamos importancia, muchas veces guardan grandes secretos.

Son los secretos de nuestro inconciente, los grandes detalles de nuestro día a día que quedan perfectamente enclaustrados dentro de nosotros y que muchas veces olvidamos que están allí.

Entre ellos se encuentran los signos y símbolos con los que nos comunicamos y percibimos nuestro entorno. Con ellos como parte de nuestra cotidianidad y a la vez convención para el entendimiento común, nos expresamos e interpretamos los mensajes que recibimos.

Pero claro está, que cuando nos negamos a recibir o a interpretar estos mensajes, el contenido de los mismos no se capta y tras restarle importancia a las menudencias de lo cotidiano, se pierde mucho del sentido y verdad que tiene nuestro cada día; nuestra cada hora.

En esta época como en cualquier otra, hay tantos símbolos como los que han habido en cualquier otra, sobre todo si comparten un elemento universal como lo es el amor. Entre líneas trato de elevar ese sentido escondido del detalle y las formas de expresión que tenía el amor caballeresco como ejercicio en la comprensión de la necesidad de descubrir la verdad y la belleza en lo cotidiano y sus símbolos.

Toda esta inquietud debía tener como objeto de estudio, uno de los estilos más hermosos para la expresión del amor, a través de los símbolos y signos cotidianos como lo son los relatos caballerescos y toda su poesía.

"¡Oh aprende a leer lo que el silencioso amor ha escrito: Oír con los ojos pertenece a la fina sutileza del amor"
W Shakespeare. Soneto XXIII

Para muchos la descripción de un caballero va vinculada con una característica muy puntual como lo es el gusto por la aventura, buscando la emoción del peligro y la comprobación de su destreza y valor.

Desmenuzando un poco este concepto menguado sobre nuestros personajes, nos damos cuenta que hacen falta muchos otros detalles para completarla. Hacen falta sus causas, sus ideales, sus órdenes, sus orígenes, la necesidad de la virtud, cortesía, liberalidad y generosidad así como una cantidad de detalles que forman parte de ese entendimiento y comprensión: El caballero. Johan Huizinga en El Otoño de la Edad Media1 dibuja un poco la hermosa silueta del caballero, hablándonos sobre sus sutiles virtudes:
"Con tales colores de piedad y continencia, sencillez y fidelidad se pintaba entonces la bella imagen del caballero ideal".

Parecen cuatro costados robustos dentro de los que reside más que nobleza. Pero hay un punto clave que marca al caballero y que es el interés que descubro al tratarlo: el amor. Para el caballero, Amor es una razón de vida que tiene su expresión a través de la aventura como una motivación, que si bien no le asegura una recompensa, al menos lo hace pensar que es sólo así como podría lograrla en algún momento. Debe correr el riesgo, y es cuando "La parábola de los talentos adquiere aquí un concreto sentido y explica aún más el valor de la aventura: optar por lo seguro sin arriesgar lo esencial es desperdiciar la vida, enterrar los propios dones como sirviente pusilánime que traiciona la fidelidad debida", como diría el Prof. Cristian Alvarez2. Curiosamente es alrededor de esta parábola donde encontraremos el sentido esencial de sus iniciativas y la verdad sobre el amor del caballero. De este modo entendemos que la aventura no es (para el caballero) el fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar el complemento de su espíritu y el debido y necesario cumplimiento de sus deberes.

Luego, estos amantes tienen diversos amigos o amados como diría Platón3. El caballero sabe perfectamente compartir su corazón entre las damas a quienes debe servir incondicionalmente (existiendo siempre una como la primera amada) y Dios, así como la Virgen María, fuente del ideal de perfección femenina al que todo caballero se debe. Nunca resulta `limitado' cuando se trata de alguno de ellos. Y por ser el mismo corazón el que alberga sentimientos tan ricos y compartidos, es que resulta tan exquisita y homogénea la mezcla. Mezcla que en conjunción con la Fe y la más delicada cortesía va a formar parte esencial de la nobleza de corazón que debe emanar de todo caballero. Al respecto, Alfonso García Valdecasas cita en su obra El Hidalgo y el Honor:
`¿Qué es noble e nobleza?', pregunta el Victoria], y responde: "Que haya el corazón ordenado de virtudes. El buen caballero virtuoso conviene que sea cauto e prudente, e que sea justo judicante, e que sea atemperado e mesurado, e que sea fuerte e esforzado; e con estas que haya gran fe en Dios, e esperanza de la su gloria, e que habrá galardón del bien que hiciere, e que haya caridad e buen amor a las gentes".

Es pues la virtud, la que cada cual tenga, al que en definitiva nos da el valor del hombre4.

A través de las lecturas, hemos notado una distinción entre el héroe del Cantar de Gesta y el caballero. Teniendo en cuenta que es a partir del canto como nacen el héroe, y el caballero, no podemos olvidar el origen de la narrativa caballeresca, cuyos personajes y romances estaban inspirados en las antiguas leyendas y poemas sobre Alejandro, Eneas, Troya, etc. Pero junto a esta motivación aparece en los relatos caballerescos ese finísimo sentimiento del amor a una dama y la constante presencia de lo femenino en las razones que lo mueven y lo hacen `querer merecer' a su señora. El amor, surge como la virtud que humaniza al héroe tras su interés por alcanzar la plenitud y la verdad de su espíritu.

Para los relatos heroicos o épicos, la dama existe, pero no forma el complemento necesario para el héroe épico, como lo es para el caballeresco. Sin embargo, creo que a través de esa vinculación con el origen heroico-legendario del caballero, se presentan héroes o caballeros más sensibles hacia sus damas, que otros. Ejemplo conocido de ello está en el Cantar de Roldán donde se hace alusión a la dama de un modo más o menos relevante al final, pero siempre lejano. Roldán es más un héroe que un caballero. Lo que se describe
aquí es una especie de transición entre el héroe épico y el caballero. Huizinga describe la necesaria condición de la belleza para el caballero (o héroe humanizado) partiendo de su sensibilidad: "La necesidad de aquella vida agitada desaparece detrás de la bella apariencia de la imagen caballeresca5. Y que para reafirmar aquella "su" belleza debía definirse en medio de bellos ideales, bellos sentimientos y bellas acompañantes que dejasen a un lado la necesidad de la aventura por la aventura.

En el Amadís de Gaula se nos presenta un caballero que por la ternura de su amor por Oñana es capaz de desmayarse con solo oír su nombre. Quizás el surgimiento de esta figura femenina y su importancia nace debido a la necesidad de contraponer los sangrientos encuentros con la fragilidad de la belleza. Algo que venturosamente (como muchas veces sucede) coincide con Savater -especialmente agudo en su pensamiento- y que nos revela sutilmente las necesarias y bellas motivaciones de nuestro héroe caballeresco.

"No se trata de buscarle en lo femenino un reposo o una tregua al guerrero, sino de rescatarle de la brutalidad mostrándole toda la sutileza de la batalla que ha de librar"6.

El caballero necesita responder a la sensibilidad que reside en él ...¿Qué mejor vía que el amor a una dama para descubrir la sutileza perdida durante tanto tiempo de épica heroica? Para el caballero, el amor es la razón de su existencia e iniciativa de sus hazañas; sin amor no tiene mucho sentido las mismas. Y aunque sea deber del caballero servir a toda dama, siempre va a existir una dama hermosísima y virtuosa por quien combatir, y un sinfín de obstáculos y penas por ser fiel a ese amor para cumplirlo como debe ser. Respecto a la autenticidad del sentir caballeresco y la importancia del amor de una dama Huizinga en El Otoño de la Edad Media nos refiere:
"Las conexiones del ideal caballeresco con elevados elementos de la conciencia religiosa -la compasión, la justicia, la fidelidad- no son, pues en modo alguno, artificiosas o superficiales. Pero no son ellas las que hacen de la caballería la forma de la vida bella, por excelencia. Ni tampoco las raíces inmediatas que tiene en la belicosidad masculina hubiesen podido elevarla a ello, si el amor de las mujeres no hubiese oído el fuego ardiente que prestaba el calor de la vida a aquel complejo de sentimientos e ideas7 ".

Y así como la dama motivaba esa flama ardiente en el caballero, la mantenía encendida a través de esa distancia insalvable de la prohibición y el deseo de la unión. Por un lado están Lancelot y Ginebra, y por otro tenemos a Tristán e Isolda. Con estas historias, se mezclan amor, belleza y dolor.

Cuando la dama inspira, se hacen aún más bellos los relatos, más nos conmueven y más nos maravillan. Aquí el aspecto universal del hombre es resaltado nuevamente a través de la caballería amorosa y la nueva razón para el héroe. Y el carácter eterno de lo universal del amor, despierta en nuestra conciencia con esta frase:

'Time past and time future.
What might have been and what has been
Point to one end, wich is always present"8.

Nuevamente sentimos que tocamos ese punto que nos revive a cada instante y nos hace sentir que nada es nuevo, -como una sensación de que no estamos solos- que nada vemos o sentimos por primera vez, pero que nos identifica.

El amor, como uno de los valores universales más nobles que acompañan al hombre, se exalta de un modo extraordinario y en sus facetas más auténticas a través de los relatos caballerescos. El amores principio y fin del hombre; el amor (divino y humano) hace posible nuestra existencia y se hace requisito de la misma (o por lo menos debe serlo), y es el caballero quien recalca aún más esta necesidad: el amor como fin. Y no solo fin en sí mismo, lleno de pureza e idealismo, sino también, en el sentido homólogo de la palabra: fin del hombre, quien tras no comprender ni soportar la tristeza del sin su amor, da fin a su vida.

De este sentimiento se alimentaron las Ordenes del Amor Caballeresco. Y es a través de Tristán e Isolda como Savater exalta el triunfo del amor por encima de todo. Para estos consentidos del romance cortés el amor se impone como verdad hasta el fin de sus vidas; ni la misma muerte es razón para ocultar o terminar su amor:
"Y lo mismo ocurre con destinos más patéticos, como el de Tristán e Isolda, que no se arrepiente ni en la tumba de su pasión y así prueban que ésta, aún contrariada por un sino adverso o por su propia condición pasional, al fin impone victoriosamente su amor por encima de la misma muerte. Para los amantes no sólo su pasión ha valido la pena pese a todo, sino que es lo único que valdrá perpetuamente".9

En fin: la dama inspira la aventura y la proeza a través del amor que enciende y alimenta al caballero.

Y ¿qué es lo que encierra esa inspiración tan defendida y necesaria para el caballero? ¿qué encierra esa dama? La dama es el complemento del caballero; esto evidencia que hay distinción entre ambos. Por su lado, la mujer es la representación de la belleza, símbolo de la sutileza y delicadeza, del arte de la contemplación; dueña del poder de la armonía y de la proyección de paz y pureza del corazón. Engloba el misterio que todo caballero se desvive por descubrir y comprender, ya que parece trascender las razones del varón.

La mujer presenta obstáculos constantemente a su caballero, haciéndole "gentiles desplantes"-contradictoria y atractiva actitud- que despiertan la pasión por lo misterioso y lo bello. La curiosidad por descubrir la verdad de la belleza:

"Y la gentil, la de noble corazón, sabe responder acertadamente a todo lo que él pregunta, porque es muy cortés y muy sabia. El caballero fijaba insistentemente sus ojos en el resto de ella para contemplar la belleza; su corazón ha hecho bien en constatar que es verdad y se lo ha entregado a ella por entero y de cuanto los ojos le prometieron ahora le dan pruebas, en verdad, de que en nada le han mentido: mucho le agrada su rostro y su respecto".10

La dama encierra amor y misterio: verdad y belleza se funden (como en la cortesía) y es por ello que tanto atraen al caballero.

Y como es de esperarse, se hace necesario un cortejo más allá de lo galante, que rebase y exprese esa conciencia y esa curiosidad del caballero. No es sólo con la aventura que logrará alcanzar a su dama; de hecho, no hay nada que se lo certifique, ya que las proezas y el aventurarse tienen como objetivo el merecimiento del amor de su dama, mas no le asegura el ser correspondido. Así que las penas no han terminado al glorificarse errando y batallando; hace falta ahora pelear, pero muy sutil y cortésmente con el verbo y el gesto, con la noble y nada fácil "señora" y hacerla su "amiga". Para el caballero cambia la forma pero no el ímpetu de sus actos. Este constraste de formas en las que se desenvuelve el caballero es parte del añorado «equilibrio de lo ético y lo estético».

Es cuando se observan largos y adornados diálogos, repletos de cortesía, palabras galantes, gozo y desamor que expresan el deseo y el misterio, esperanza y cristalización, siempre alejados de la más mínima intención o palabra hiriente11. Jean Renart, en La Sombra nos colma de estos diálogos:

"-Por lo menos no puede volverse atrás lo que ya se ha hecho, señora. Piedad y generosidad hay en vos, no lo dudéis, y al foral nunca le faltó una amiga al que supo bien amar. He entrado en el mar sin mástil, como Tristán, y he estado a punto de ahogarme.
Durane mucho tiempo he sido el amo de mis deseos y ahora éstas son mis intenciones: si no obtengo gracia de vos esta noche, creo que nunca más veré anochecer cuando haya salido de aquí.
Con una breve carcajada le dijo ella:
-Nunca oí nada igual. Podéis dejarlo tal como está, puesto que veo que no es más que una broma. Ya me parecía a mí que bromeabais, por San Nicolás"12.

En el caso de Renart, se enciende una luz de ilusión y curiosidad repleta de sutileza13. Posee una inquietud oculta y una sospecha de correspondencia que debe estar bien trabajada por aquel a quien le conviene actuar: al caballero.

Con esta otra cita que presenta un diálogo de Sir Gawain y el Caballero Verde, entre el mismo Gawain y la dama del castillo, veremos por el contrario, el diálogo cortés de la no-correspondencia, que por haber invertido los papeles protagónicos, causa gracia y sospecha debido al contexto:
"-Madame-dijo alegremente, que la Virgen María os recompense; pues veo, en verdad, que sois de generosa nobleza. Muchos son los que reciben honores de otros hombres por sus acciones; en cuanto a mi se me atributan, no los merezco; sólo a vos encuentro digna de esas glorias.
-Por la Virgen María -dijo la noble dama-, que no lo creo así. Pues aunque valiese yo lo que todas las mujeres vivas, y todas las riquezas del mundo estuviesen en mi mano, y pudiese a cambio de todo ello, conseguir un señor con las nobles cualidades que ahora aprecio en vos, vuestra belleza, vuestras gentiles maneras y vuestra gran cortesía, de las que antes había oído hablar y ahora tengo por probadas, a ningún hombre de la tierra escogería entonces sino a vos"14.

Nunca ningún caballero habría querido aceptar la proposición de la dama, o al menos resultaría decepcionante para nosostros que lo hiciera ya que no habría representado ninguna dificultad, ningún misterio atractivo. En vista de no haber sido un amor soñado y luchado, pasaría a ser netamente físico y la espiritualidad que debía guardar lo habría desvirtuado. Habría perdido toda su belleza y no habría verdad, ni bondad que descubrir en su señora ( o a través de ella).

Por ello, la dificultad es parte fundamental de las Reglas del Amor15. "14Una conquista fácil quita al amor su validez; una conquista difícil, lo acrecientan". Y como debía ser difícil el placer de amar y ser amado en esa tarea de conquista, eran los caballeros, quienes debían actuar y tener toda la iniciativa del cortejo. Ellos debían merecer a través de la aventura y luego lograr ser correspondidos a como diera lugar -formaba parte de la dificultad-, mientras la doncella debía permanecer esperando, siempre hermosa y virtuosa, a la llegada de su pretendiente. Solo debía ser irresistible y resistente:

"Señora -dijo Tristán- no os burléis de mí, mas decidme si es posible a un hombre nacido de mujer darle muerte.
"A fe mía, señor, no lo sé, pero una cosa es cierta os diré: Veinte caballeros de valor probado han tentado ya la aventura, pues el rey de Irlanda hizo proclamar por heraldos que su hija Isolda la Rubia" sería el galardón de quien matara al monstruo. Pero el dragón los devoró a todos". Luego, al encontrarse con cinco caballeros tomó a uno y le dijo:
"-Que Dios os salve, señor -dijo Tristán-. Decidme, ¿por qué camino viene el dragón?
No bien el fugitivo le hubo mostrado la ruta. Tristán lo soltó"16.

Escenas como éstas resultan comunes en relatos corteses. Siempre el caballero estará aventurándose para merecer a su dama, la cual espera por un admirable señor. El sentido del merecimiento se presenta repetitivamente y, a mi parecer, revela - entre otras- el indiscutible lugar que tiene la conciencia en el disfrute de aquello que por fortuna se tiene; se goza. El merecimiento parece ser el complemento del sentido heroico -honor y gloria- y caballeresco- libertada través de la conciencia y virtud a través del logro- que envuelve a estos gladiadores del amor. Sin saberse esforzados por merecer, no se sienten con el privilegio de pedir y dar amor.

Este "buscar merecer" continuamente, se presenta como una muestra más de la humildad que debe caracterizar a todo auténtico caballero. Esta humildad inspirada por el amor, se enlaza con el uso de la expresión metafórica de pertenencia y servicio usadas por el feudalismo. En Poesía de Trovadores, Trouvères, Minnesinger Carlos Alvar nos habla de las canço y su tema -el amor- como una expresión paralela al feudalismo: "El empleo del léxico feudal en las relaciones entre el poeta y la dama es constante: podemos aludir cantidad de ejemplos; quizá el de más trascendencia se da en la desiganción de la dama como midons ("mi señor"); por no insistir en el interés de todo trovador en que la dama le tome las manos y le dé el beso, mediante el cual pasará a ser su vasallo, es decir, a tener una relación personal; e inmediatamente se comprende que servir sea sinónimo de amar..."17.

Por ello tener una relación personal no es lo único que esta certera metáfora da a entender. Si bien en aquella época, el vasallaje generaba una identificación importante entre el señor y sus vasallos, más aún debían entenderse tales denominaciones, como un verdadero símbolo de entrega (a su señor -o señora- feudal) y del encuentro consigo mismo (identificación y fidelidad al señor) ¿ Y no resulta ésta una verdad dentro del marco ya no feudal sino amoroso? El Prof. Rafael Tomás Caldera, en su libro El Oficio del Sabio18 , reflexiona sobre la entrega en el amor y su condición necesaria para invitar al amor: "En la medida en la que realiza una entrega, entrega de la persona que finalmente acoge el don, presupone también la invitación del amor. Así ocurre de hecho en la amistad y el amor conyugal, donde hay una redamatio, un amor mutuo que, realimentándose, crece en cada uno y conduce plena, que engendra comunión". Es aquí donde reside la sutileza de la metáfora cortés y la maravilla que puede causar en nosotros descubrir el sentido de aquel detalle -de correspondencia entre los amantes- tan elegante.

Así descubrimos en cada detalle del amor cortés, representaciones simbólicas del significado y valor que tenía el sentimiento para la época medieval. Son símbolos, signos y claves del amor entre un caballero y su dama que nos revelan la importancia de conocer, interpretar, transmitir y vivir este noble sentimiento. Forma parte de una lección esencial y cada día se ve un poco más olvidada: "Aprender a oír con los ojos ".

 

1 Versión española de José Gaos. Alianza Universidad. 6ta. edición. Madrid, 1984. pág. 103
2 Aventura y Cortesía en Mariano Picón-Salas. La Gaceta. pág. 24
3 En Lisis (O Sobre la Amistad: Obstétrico) donde Platón presenta un diálogo entre los jóvenes Lisis e Hipótales (principalmente) con Sócrates; en el que la Primera Cuestión trata sobre una `propuesta en griego con una sola frase y tres versiones: (l) «cuando uno am-a alguien, ¿quién resulta am-igo de quién?: el am-ador, del am-ado; o el am-ado, del am-ador (2) cuando uno am-a a alguien, ¿ quién resulta am-able a quién?: el am-ador, al am-ado; o el am-ado al am-ador? (3) cuando uno am-a a otro, ¿ quién resulta am-ado?: el am-ador resulta am-ado por el am-ado; o el am-ado resulta am-ado por el amador?» «amar» es una relación entre dos ténninos: amador (amante) y amado; «ser amigo», ¿se es igualmente entre dos? (Argumentación hecha por el traductor Juan David García Bacca). Platón. Obras Completas Tomo I. Coedición de la Presidencia de la República y la Universidad Central de Vnezuela. Caracas, 1980, págs. 129-130.
4 El Hidalgo y el Honor. Alfonso García Valdecasas. Segunda Edición. pág. 11.
5 El Otoño de la Edad Media, Johan Huizinga. Cap. 4 El ideal caballeresco. pág. 102.
6 La Tarea del Héroe (Elementos para una Etica Trágica) Cap. 8. Esplendor y Tarea del Héroe. Madrid, 1983. Editorial Taurus, pág. 122.
7 Cap. 5. El Sueño del Heroismo y del Amor. pág. 107.
8 T.S. Eliot Four Quarters. Burt Norton, l, 46-49.
9 La Tarea del Héroe (Elementos para una Etica Trágica) Cap. 8. Esplendor y Tarea del Héroe. Madrid, 1983. Editorial Taurus. págs. 132-133.
10 La Sombra. Jean Renart. págs. 145-146.
11 Sobre esto último, me place recordar estas palabras del Prof. Cristian Alvarez."Lo amable como expresión de la cortesía ¿no es también en su acepción originaria capacidad de amar y de inspirar amor al mismo tiempo?" Por supuesto que sí. (Idem).
12 La Sombra, Jean Renart. pág. 152
13 Sutileza: ingenio, perspicacia, agudeza, inteligencia. Como lo define C.A.A.
14 pág. 31.
15 Trovadores y Cortes de Amor. Cap. IV El Código de Amor. Jacques Lafitte-Houssat. Editorial Universitaria de Buenos Aires.2da. Edición. 1996. pág.47.
16 Tristán e Isolda.pág.32-33.
17 pág.44
18 Cap. Plenitud y Don de Sí. Parte 4. Fundación Tomás Liscano. Caracas, 1991. pág.76

(*)Carla Cabrera es estudiante de Ingeniería de Computación.

Universalia nº 13 Ene - Jun 1997