Mireya Benaim DeMan*
La idea de desarrollar un curso bajo tal nombre surgió a raíz de una pérdida personal y de la necesidad de desarrollar destrezas para afrontar la muerte y algunas de sus implicaciones. Había gozado la gran fortuna hasta el 16 de Diciembre de 1991 de no haber tenido que ser confrontada por la muerte de un ser altamente significativo para mí. Supongo que existe un momento en la vida en la que todos tenemos que enfrentarnos por primera vez con la pérdida significativa de un ser querido y con el inconmensurable dolor que ésta nos trae.
Desde que era tan solo una niña he sido sensible a una serie de fenómenos y circunstancias que fueron cruciales para despertar mi vocación de convertirme en psicólogo clínico, es decir, una persona que dedica una buena parte de su vida para aliviar, sino erradicar, el sufrimiento y dolor que resulta de situaciones tan diversas como la pobreza, enfermedad, carencia de fe o pérdida de seres queridos, entre otras.
Durante el curso del internado de tres años en el Hospital Militar "Dr. Carlos Arvelo", como requisito para obtener mi Maestría en Psicología Clínica (1984-1986), tuve que tratar pacientes con enfermedades muy serias y muchas veces terminales (cáncer, insuficiencia renal aguda, infartos masivos, pacientes en Medicina Crítica), y debo admitir que esta época constituyó una de las experiencias más difíciles y frustrantes de mi vida profesional. No sólo me "identifiqué" con algunos de mis pacientes, en lugar de experimentar la indicada "empatía", sino que también me sentí incompetente y sin recursos suficientes para ayudarlos a través del "proceso de morir", tal como era requerido de mí por el Servicio de Psiquiatría y otros Servicios del Hospital a los que estaba sirviendo como psicóloga de enlace. En nuestro entrenamiento como psicólogos clínicos o psiquiatras, fuimos enseñados por nuestros supervisores a manejar las situaciones con estos pacientes guiándolos a través de las fases bien descritas por Elisabeth Kubler-Ross en su primer libro "Sobre la Muerte y el Morir", pero me sentía incapaz de ayudar ya que no sentía simpatía por su enfoque y más importante que ello, no me había reconciliado con el destino inexorable de morir, con la idea de que todos nosotros, más temprano o más tarde, vamos a morir. Vale la pena indicar que el pensamiento de Kubler-Ross ha evolucionado a través de sus subsiguientes y extraordinariamente interesantes obras, entre las que se encuentran "Preguntas y Respuestas sobre La Muerte y el Morir"; "Vivir con la Muerte y el Morir" y "Sobre la vida después de la Muerte", las cuales no han sido publicadas en Venezuela. Mi afinidad con sus planteamientos ha aumentado significativamente con sus más recientes obras.
Lamento profundamente la ausencia de un guía espiritual, de cursos sobre duelo, de eliminar por completo a la "religión" y a la "fe" de la educación, entrenamiento y trabajo en el campo de los profesionales de la salud. No es una exageración afirmar que para el momento de confrontar estos asuntos, nos vemos carentes de entrenamiento, con las manos vacías, llevando en el mejor de los casos aquellas enseñanzas aprendidas en el hogar durante nuestra niñez. Ni en las escuelas de Psicología o de Medicina de nuestro país ni en las escuelas de muchas otras latitudes se incluyen cursos formales de Psicología de la Religión. ¿Es que debemos asumir esta situación como "adecuada" y "deseable"?.
Sin duda, uno encontrará muchos cursos de Matemáticas y Ciencias de la Computación e Informática en cualquier carrera universitaria, pero muy pocos que nos enseñen cómo prevenir y manejar el stress crónico; cómo identificar y manejar una depresión; sobre el arte del pensamiento positivo y del humor y sus influencias sobre la salud; sobre qué son las experiencias extrasensoriales (ESP) y cómo desarrollarlas; sobre el cómo trazarnos objetivos productivos tomando simultáneamente en cuenta el bienestar de nuestros semejantes; o sobre el cómo ser una buena pareja y un padre/madre nutritivo.
En una sociedad que crecientemente niega, en su mayor parte, el envejecer y la muerte; en la que predomina el culto y adoración de la belleza física; los valores del dinero, el poder y el encontrarse físicamente en buena forma por sobre el resto de los valores, es muy difícil abordar el tema y comunicarse con las personas sobre la cuestión de la muerte.
Asimismo, y si bien no menos importante, cabe destacar que uno es considerado raro si intenta establecer en un ambiente académico una conversación con colegas y alumnos sobre sus creencias en Dios. En mi experiencia personal, las respuestas a este intento suelen encontrarse dentro del siguiente rango: "Este es un asunto que no nos interesa a nosotros en la Ciencia"; "Yo no estoy interesado en preocuparme de este tema por ahora"; "después de no encontrar una respuesta apropiada para esta pregunta decidí dejarla a un lado"; "tendré mucho tiempo más adelante para preocuparme por ello"; "este es un tema para los filósofos"; o "es un tema para los teólogos" o "para los antropólogos"; o "para los sociólogos"; en resumen, para cualquiera que no sea yo.
Cuando decidí dedicar gran parte de mi vida para ayudar a otras personas necesitadas, que sufren y/o experimentan dolor, también decidí que no habrían temas tabú dentro de mi trabajo. Por ello, y reconociendo mis dificultades en manejar el tema de la muerte, en 1992 decidí también que no debía posponer más el ubicar a la muerte dentro de mi sistema personal de valores. Aunque fuera dentro de un marco de referencia provisional, debía atribuirle a la muerte un significado personal que me ayudase a alcanzar mayores niveles de paz y satisfacción, a la vez que simultáneamente me permitiera servir de verdadera ayuda a otros que estén confrontando el proceso en primera persona.
Considero que es responsabilidad de los profesionales de la salud -psicólogos, psiquiatras, asesores, trabajadores sociales, enfermeras -, indistintamente de sus inclinaciones teóricas, incluir dentro de nuestra educación formal cursos sobre la muerte y luego, por ejemplo, ofrecerlos a los estudiantes de otras carreras universitarias. En la Universidad Simón Bolívar en carreras tales como Ingeniería, Biología, Arquitectura, Matemáticas, Física, dentro de los cursos opcionales de Estudios Generales y Profesionales, ofrecemos actualmente cursos sobre Stress, Deporte y Salud, Sexualidad y Creatividad, entre otros.
Durante mis estudios de Doctorado en Psicología Clínico/Médica en los Estados Unidos he tenido la oportunidad de diseñar y participar en un curso tutorial denominado "Diálogos sobre la Muerte", en el que abordamos el tema en forma multidisciplinaria e intercultural. Hasta ahora este curso ha incluido temas como el concepto de la muerte; muerte de un ser querido; el miedo a la muerte; la muerte de acuerdo a diferentes culturas; el proceso de la muerte; relación entre pérdida y muerte; suicidio; vida después de la muerte; algunas diferencias entre la muerte esperada e inesperada; enfoques psicológicos sobre la muerte y técnicas de afrontamiento frente a la muerte; cuerpo-mente-espíritu; ritos del paso; la muerte y Dios; finitud e inmortalidad; y, significados personales sobre la muerte.
En Estados Unidos y otros países "en vías de desarrollo" ha aumentado dramáticamente el interés por el abordaje de este tema, lo que se ve reflejado en la abundante literatura recientemente publicada sobre el tema y su inclusión en algunos pensa de estudios. Sin duda, uno de los catalizadores de este interés es la incontenible epidemia del SIDA, con la particularidad de que cobra vidas de personas de diferentes edades, sexos, grupos étnicos, niveles socioeconómicos y culturales, preferencias sexuales. El SIDA representa para el ciudadano común un temor que llega a proporciones de pánico contra la muerte, contemplada en la cara de cada uno de los portadores del HIV+.
En cursos realizados tanto en la Universidad de Harvard como en el Centro de Terapia Cognitiva de la Universidad de Pennsylvania, tuve la oportunidad de conocer de programas de prevención así como de tratamiento psicológico individual y grupal tanto para enfermos como para familiares y amigos de personas que sufren de esta enfermedad que ha reclamado la vida de cientos de miles de personas.
No podemos seguir soslayando nuestra responsabilidad de abarcar todo el espacio de la vida de los individuos a los que asistimos, incluyendo dentro del mismo el abordaje de la muerte. No podemos seguir en el purismo de desechar de la Ciencia todo lo que no sea operacionalizable; de rechazar el tema de la muerte dentro de la Psicología por el temor de caer en el dualismo mente-cuerpo. ¿Hasta cuándo vamos a sostener que la Psicología no se ocupa de la mente, ni de la psique (alma)?. La respetable disciplina de la Psiconeuroinmunología nos está dando permiso para aceptar de una buena vez por todas cómo el stress crónico se traduce en enfermedades potencialmente letales, entre ellas el cáncer; infartos; accidentes cerebrovasculares. La depresión tiene sus concomitantes neuroquímicos e inmunológicos; y, aún dentro del enfoque cognitivo de la depresión se postulan seis diferentes modelos que deben integrarse para su conceptualización.
Es mi gran satisfacción conocer de primera fuente y participar en una concepción de Psicología vanguardista y amplia que incluye dentro de su trabajo temáticas y enfoques que hasta hace poco le eran ajenos. La Universidad Simón Bolívar y, particularmente, su Departamento de Ciencia y Tecnología del Comportamiento, respondiendo a este reto y enviando a sus profesionales al exterior para formar las generaciones de relevo, debe seguramente sentirse orgullosa de la apertura hacia estos nuevos horizontes.
El futuro, más bien nuestro presente, está en la integración de las diferentes concepciones teóricas y en el trabajo interdisciplinario y multicultural.
*Profesora Agregado. Ph. D. en Psicología Clínico-Médica. Actualmente es la Jefe del Departamento de Ciencia y Tecnología del Comportamiento.
Universalia nº 14 Enero-Marzo 2001