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Tierra de bardos

 

Cruz María Salmerón Acosta fue un torturado poeta víctima de una incurable dolencia que le consumió en plena juventud. Nació en las costas cumanesas del oriente venezolano, como José Antonio Ramos Sucre y Andrés Eloy Blanco, al igual que nuestro ganador del concurso de poesía, Héctor Salvador Vázquez.

Salmerón Acosta, comenzó a estudiar Ciencias Políticas en la ciudad de Caracas y cuando se proponía coronar su carrera, la fatalidad le salió al paso: el mal de lepra minaba irremediablemente su cuerpo desde la edad de veinte años. Fue su tragedia. Cuando cayó enfermo, tenía una novia. Linda muchacha cumanesa que fue su imposible amor. Para ella fueron sus más sentidos y emocionados versos. "Cordera" la llamaba, y ese amor, en más de quince años de lenta y angustiosa desolación, fue su numen y esperanza. En Manicuare, en una costa solitaria del Golfo de Cariaco, se refugió el poeta con su dolor a cuestas en una playa tan desolada como su alma. Atravesando las Salinas de Araya, aún hoy, podemos encontrar una casita expresamente construida para él sobre una colina a la orilla del mar, en donde pasa los diez últimos años de su vida. Allá fueron a visitarlo sus amigos, sus admiradores, gente curiosa, médicos, su novia también. Postrado, sin poder levantarse del lecho, escribirá, dictará mejor. Murió, este reconocido autor de las letras venezolanas, el 30 de julio de 1929, contaba 38 años de edad, agotado y destruido hasta un grado inverosímil. Sólo le quedaban la piel, los huesos y sus versos.
El mundo de su creación brilló siempre bajo el cielo y las aguas azules del golfo oriental, por esto la temática central y su sentir poético están presentes en su célebre soneto "Azul", que aquí ofrecemos.

Esta grabación de "Azul" -en la voz de Luis Edgardo Ramírez- es una joya histórica publicada por la "Sociedad Damas Azules Cruz Salmerón Acosta", en el año 1968.
Con un doble clic, escuche el poema "Azul"...

Azul

Azul de aquella cumbre tan lejana
Hacia la cual mi pensamiento vuela
Bajo la paz azul de la mañana,
Color que tantas cosas me revela!

Azul que del azul del cielo emana,
Y azul de este gran mar que me consuela,
Mientras diviso en él la ilusión vana
De la visión del ala de una vela.

Azul de los paisajes abrileños,
Triste azul de mis líricos ensueños,
Que me calma los íntimos hastíos.

Sólo me angustias cuando sufro antojos
De besar el azul de aquellos ojos
Que nunca más contemplarán los míos.

(Tomado de "Fuente de Amargura", Colección Cultural de la Cámara de Diputados, Caracas 1967)

Universalia nº 15 Abril-Diciembre 2001