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Drogadicción y auto-regulación

Por Nelson Hedderich y Ma. Gabriela Pérez

Desde muchos puntos de vista el uso y abuso de drogas es un problema de salud pública para el mundo entero. Se puede definir el abuso de drogas como "el uso de sustancias de manera, cantidades y situaciones tales que este comportamiento puede producir problemas o aumentar la probabilidad de que ocurran problemas de tipo social, legal, ocupacional, psicológicos o físicos".

Desde la perspectiva del enfoque de riesgo, para que una persona se vea involucrada en el uso repetido de drogas debe incidir en él una serie de múltiples factores predisponentes y perpetuantes que generen una condición de vulnerabilidad tal que permita que se vaya instalando de manera progresiva el fenómeno de la dependencia o adicción a las drogas.

Los factores de riesgo asociados al entorno inciden notablemente para que el consumo de alcohol y otras sustancias psicoactivas adquieran la condición actual de fenómeno masivo. Entre algunos de estos factores se puede mencionar la presencia de tráfico de drogas y ventas de alcohol lo cual repercute en la alta disponibilidad para la población en general. Otro es la existencia de nuevos valores o "antivalores" en la sociedad. Así, dentro de algunos grupos y estratos sociales el consumo de drogas puede adquirir un significado especial con aspectos positivo entre los jóvenes para lograr la aceptación o inclusión en un grupo de pares, de forma tal que se naturaliza el consumo llegando a formar parte de la vida cotidiana, desdibujándose entre ellos la noción de daño individual, familiar y social que va apareciendo de manera imperceptible.

La motivación para el uso de sustancias psicoactivas está en parte relacionado con el efecto agudo o crónico de éstas sobre el humor, cogniciones y comportamiento. En algunas personas, los cambios subjetivos (euforia, disminución de tensión) que acompaña el uso de sustancias es experimentado como muy placentero lo cual conlleva a un uso repetitivo. Estas expectativas positivas sobre los efectos asociados con el consumo, acompañadas de otras como por ejemplo, placer, disminución de inhibiciones, diversión y sociabilidad son aprendidas del medio ambiente social, es decir de personas significativas consumidores. Las creencias falsas sobre el consumo "recreativo" de drogas como una fuente inocente, no dañina, ni riesgosa de placer y que todo el mundo lo hace, son uno de los factores que inician a las personas en el consumo. Todas estas creencias interfieren con los intentos de auto-regularse para no dejarse llevar por un medio ambiente que invita a consumir.

Los factores de riesgo asociados a la familia son de igual importancia en la incidencia del problema, aunque no deben magnificarse. La experiencia nos muestra que las dificultades de comunicación, la ausencia de límites y fallas de autoridad en el contexto familiar, así como una serie de patrones alterados en la dinámica familiar como sobreprotección-rechazo y/o abandono, autoritarismo-castigo y/o permisividad, ausencia-presencia débil del padre, actitudes ambiguas sobre las drogas, y carencias afectivas, entre otros, son características familiares que no favorecen un crecimiento personal y el desarrollo de capacidades para afrontar los problemas de la vida.

Una serie de falencias están asociadas a la vulnerabilidad ante los factores de riesgo de carácter individual que comprenden los factores biológicos -hereditarios, trastornos emocionales con inmadurez emocional, baja tolerancia a la frustración, fracaso y dolor, búsqueda de satisfacciones inmediatas, falta de habilidades para enfrentar problemas de la vida y demandas de la sociedad, retraso en su desarrollo personal (auto-control), baja auto-estima, baja auto-confianza, auto-imagen negativa, necesidad por experiencias extremas y nuevas acompañadas o no de aburrimiento, inconformismo social, baja motivación para el rendimiento académico, independencia, rebeldía, tolerancia a la desviación, tendencias antisociales (agresividad, delincuencia), problemas de socialización (retraimiento, falta de habilidades sociales, timidez). El distrés emocional asociado con mucho de estos elementos han sido asociados con el consumo de drogas.

Desde el punto de vista individual, una buena auto-regulación del comportamiento requiere altos niveles de atención a sí mismo, capacidad de comparación, auto-evaluación. Como producto del consumo de alcohol y otras drogas, la capacidad de prestar atención consciente a sí mismo (comportamientos, emociones, valores, intenciones) disminuye por lo que la persona actúa en forma errática, muy cambiante, fragmentada, desorganizada, impulsiva, menos cuidadosa y menos consciente de las consecuencias de sus actos y con poca capacidad de llevar a cabo planes o proyectos bien pensados que obedezcan a proyectos de vida asociados a sus valores y principios. En contraste, la persona sólo reacciona a los estímulos presentes del medio ambiente y a otros deseos inmediatos. La impulsividad se observa en que el usar una droga produce algún tipo de placer inmediato el cual es más valorado que las posibilidades de efectos negativos o daños serios en un futuro. De esta manera, el uso de drogas pudiese describirse como el escoger la alternativa inmediata de beneficios placenteros, en casos acompañados de la evitación o escape de sufrimiento psicológico de alguna situación, y hasta del síndrome de abstinencia, sin considerar las consecuencias a más largo plazo como enfermedades físicas, una vida personal desastrosa, y una carrera profesional insatisfactoria o truncada.

Respecto al consumo de sustancias a manera de escape cuando hay problemas en aspectos importantes en la vida de una persona que requieren ser atendidos pero que el afrontarlos resulta muy desagradable produciendo dolor y ansiedad, el uso de sustancias inhibe la capacidad de atención lo cual sirve de escape no enfrentándose la situación difícil y dejando sin resolver situaciones de vida importantes. La disminución de la capacidad de atención a sí mismo permite que los niveles de auto-regulación personal disminuyan dando paso a los impulsos y comportamientos de experiencias principalmente sensoriales placenteras que excluyen la capacidad de un pensamiento auto-regulador y reflexivo, y disminuyen el poder motivacional positivo del logro y realización de otro tipo de actividades que conlleven a consecuencias positivas a más mediano y largo plazo (estudiar, trabajar, desarrollar relaciones personales).

En nuestra experiencia son los factores de índole personal los que tiene mayor peso para elegir si nos adentramos o no en las experiencias que nos conducen a la dependencia de sustancias, por cuanto dichos factores están asociados a la responsabilidad de nuestros actos y decisiones, a conducir nuestra existencia de una manera consciente y creativa trascendiendo nuestras carencias o dificultades por muy profundas que estas sean.

Los factores de protección tienen una amplia base de sustentación en las potencialidades de crecimiento, de espiritualidad, de fortalezas internas e internalizadas asociadas con nuestros valores sociales y patrones familiares funcionales y eficaces. Las mejores barreras protectores contra el consumo son aquellas que nos permiten fortalecer nuestra presencia social creativa ligados a un firme propósito de vida para alejarse de las tendencias destructivas que nos rodean en nuestra cotidianidad.

El desarrollo de factores protectores le corresponde principalmente a la familia y progresivamente al individuo haciéndose responsable y partícipe cada uno de su vida y de su entorno, aunque es indudable que al estado de corresponde una alta cuota de responsabilidad para brindar un entorno seguro, confiable mediante políticas públicas que sirvan de marco protector para el desarrollo y bienestar de la sociedad.

Dr. Nelson Hedderich. Médico Psiquiatra, Psicoterapeuta.
Ma. Gabriela Pérez. Psicólogo. Prof. USB.

Universalia nº 17 Sep-Dic 2002