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¿Qué es y qué no es plagio?

Lourdes Sifontes*

Hace algunos meses muchos ciudadanos de Caracas marcharon junto a PDVSA con la bandera del asunto aquél de la meritocracia. Probablemente algunos de los lectores de estas líneas (y de los presentes en el foro del que las mismas surgen) así lo hicieron. Pues bien, cuando estamos hablando de la formación de uno mismo y del plagio en la formación universitaria también estamos hablando de meritocracia. ¿Cuáles son mis méritos? ¿Hasta qué punto mi trabajo lo hice yo, mi examen lo hice yo, y ese título que voy a tener algún día en la mano lo obtuve yo completamente? Esa es una pregunta que quizá todos deberíamos hacernos.

Quiero partir de la base de que el problema no está únicamente en el hecho de que un estudiante copie o vaya en contra de normas externas o en contra de sí mismo en su propia formación sino en todo un sistema que favorece, facilita o incita esto. Recuerdo un comercial de televisión en el que promovían servicios de Internet: un grupo de niños se burlaba de un compañero porque no tenía acceso a la red, con un estribillo que decía "Mauro no tiene internet, Mauro no tiene internet". La familia del niño adquiere el servicio y el muchacho imprime como trabajo escolar una página de Internet sobre los vikingos. Al final aparece la mano de la maestra poniendo un veinte sobre esta impresión. Con algo como esto, se produce un choque de fuerzas. Hay una cantidad de mensajes cruzados que contrarían a éste que se recibe cuando se llega a la universidad: un trabajo de investigación no es una copia, no consiste en cortar y pegar, no es imprimir una página de Internet. Así que la culpa de lo que pueda estar pasando, en este sentido, la tenemos un poco todos.

En este asunto del plagio escolar hay algunas veces mucho de viveza y otras mucho de inocencia, justamente porque el sistema no nos enseña del todo qué es lo que en teoría no deberíamos hacer y qué es lo que no nos pertenece como producción intelectual, qué es lo que no hemos parido, qué es lo que no hemos hecho nosotros.

Cada vez más el plagio es una preocupación en el mundo porque efectivamente el auge de Internet pone una enorme cantidad de información al alcance de nuestros dedos. Hay organizaciones que se dedican a dar respaldo a los docentes y a las universidades contra el plagio. Hay una página web (http://www.turnitin.com) en la que profesores y universidades pueden suscribirse para remitir un trabajo "sospechoso", y en 24 horas se les informa si el trabajo fue copiado y de dónde. Hoy por hoy, así como existe la facilidad de copiar un trabajo de Internet, existe la facilidad de identificarlo. Antes un docente podía intuir que en un trabajo el lenguaje de un estudiante no era realmente suyo, pero era muy difícil decir en qué libro había obtenido la información.

Hoy en día usamos el término "plagiar" para referirnos a la apropiación de conceptos ajenos. Antiguamente aludía a la apropiación de los esclavos de otros. El diccionario habla de copiar en lo sustancial obras ajenas dándolas como propias. Las leyes aluden a la sustracción de lo ajeno, el ocultamiento de la fuente, etc. En una sociedad en la que todo es tangible y visual, quizá no estamos demasiado conscientes de que cuando tomamos un producto intelectual, un texto de otro y lo colocamos en el papel como si fuera nuestro, con nuestra firma, estamos robando.

En su libro País Perfecto, Eduardo París señala que hay tres cosas que en Venezuela no aprendemos en la infancia, tres instrucciones que no llegan a tiempo para dejar una huella, como: no diga mentiras, haga cola y no agarre lo que no es suyo. Todo este asunto del plagio y la copia gira mucho en torno a la mentira y al irrespeto a la propiedad del otro. Nuestro "colearse" es también mentir, es tomar el lugar que no es de uno. Y mentir no es sino mentir ante uno mismo, va mucho más al interior del individuo de lo que puede ser mentir a otro o subvertir normas.

Hay un documento producido por los servicios tutoriales de escritura de la Universidad de Indiana (http://www.indiana.edu/~wts/wts/plagiarism.html), en el que se presenta una serie de tips para evitar el plagio. Allí se dice que es importante hacer explícitos los créditos correspondientes en las siguientes ocasiones:
Cada vez que se use una idea, opinión o teoría de otra persona, así como su manera de organizar y secuenciar la información;
Cada vez que se utilicen hechos, gráficos, dibujos, estadísticas o cualquier pieza de información que no sea conocimiento común.
Cada vez que se empleen citas de palabras escritas o dichas por otros, paráfrasis de palabras escritas o dichas por otros, ejemplos elaborados por otras personas, notas de conferencias o clases magistrales, hechos discutibles o inusuales y todo dato citado por otro (en este sentido, véase también "How to avoid plagiarism", en el website de la Northwestern University: http://www.nwu.edu/uacc/plagiar.html).
Todo esto, en teoría, debería ser referido y acreditado a su correspondiente fuente.

En los citados documentos se agrega que es plagio cambiar palabras o frases o el orden original de las oraciones. Es decir que no podemos tomar un autor y cambiar un par de palabras, o pensar que "si lo que pone arriba lo pongo abajo y viceversa, ya no es plagio". Eso no es así: esto sigue constituyendo plagio, así como lo es no mencionar la fuente directamente, no establecer ante mi audiencia la relación entre lo que tomé y el lugar (autor) del cual lo tomé. Quizás la Universidad Simón Bolívar, como muchas instituciones de Educación Superior, debería facilitar a los estudiantes un documento de este tipo.

¿Qué es lo recomendable para un individuo que está formándose, sea en la vida, en la universidad, el bachillerato o el preescolar? Aprender a organizar el pensamiento por sí mismo. Obviamente, habrá influencias: indudablemente, uno lee cosas, se llena de informaciones (se recibe más información de la que se puede procesar a conciencia), absorbe afinidades estilísticas. Pero lo más importante es construir la propia manera, la propia escritura, en permanente respeto al trabajo de los otros y al de uno mismo.

Y es muy, pero muy importante, hoy por hoy, que los profesores tomemos un poco de nuestro tiempo en las aulas para explicar qué es la deshonestidad académica y cuáles son los estándares de trabajo para la institución y para la materia que estamos evaluando. En este sentido, existe un documento de la Universidad de Southern California llamado "Tips for Faculty: How to Help Students Stay on the Straight and Narrow" en el cual se maneja una serie de recomendaciones para los docentes. De acuerdo con estos "tips", debemos alentar a los estudiantes para que estén muy seguros de cuáles son los procedimientos legítimos para cumplir tareas y presentar trabajos, y tratar al estudiante con respeto. Un estudiante que se siente respetado es mucho menos propenso a faltar en este tipo de cosas. También es esencial pensar en qué tipo de trabajos asignamos y qué tipo de cosas pedimos. Tal vez no tengan sentido esas grandes presiones sobre la memoria: una cosa es saber, conocer, comprender y otra cosa es repetir como un loro y al día siguiente olvidar todo. Eso no sólo sucede en la primaria, sucede también en las universidades. Nos toca formar conciencias y darnos a nosotros mismos herramientas para que todos tratemos de formarnos, construirnos, hacer lo que debemos hacer y producir lo que es nuestro y propio. Estamos ante un sistema que nos ha dejado desvalidos diciéndonos lo que decía aquel comercial: que un trabajo es algo que uno recorta y pega. Pero ¿dónde quedo yo, donde queda lo que yo puedo construir, lo que yo mismo puedo pensar? Ésta es una de las preguntas más importantes: la pregunta que cada uno debe hacerse a sí mismo.

(*) Profesora del Departamento de Lengua y Literatura USB
LLX-525
Una relectura del binomio infancia/magia: El caso de Harry Potter, de J.K. Rowling

Universalia nº 18 Oct 2002- Mar 2003