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La religión romana

Willy Jorge Goncalves *

Los romanos eran sumamente piadosos, invocaban y daban culto a muchas divinidades mediante oraciones, ofrendas y sacrificios. A través de la oración el hombre entra en contacto con el dios que está invocando, para hacerle una petición concreta o darle un agradecimiento. La ofrenda se brindaba para agradecer un beneficio recibido. Los sacrificios, por su parte, eran considerados ofrendas de buena voluntad y se dirigían a una divinidad determinada. Todas estas prácticas se realizaban no para honrar a los dioses, sino para que no les perjudicasen y protegiesen sus cosechas, y además obtener la ayuda divina.

La religión romana se caracteriza por ser politeísta (adoración a muchos dioses y divinidades), polidemonista (adoración a los seres invocados por sus nombres y funciones, que manifestaban de forma muy particular), comunitaria (culto público y familiar) y ritualista. La religión romana se entiende como la relación entre ciudadanos y dioses, los primeros buscan el favor divino y mantienen la paz con los dioses. Según Kart Kerényi (Religión Antigua, 111 pp) "Primero se creyó que el gran numero de nombres de dioses y la cantidad ilimitada de seres divinos en la religión romana antigua no se debían en ningún caso a una especial variedad de representaciones religiosas, sino simplemente a la necesidad de reconocer la acción divina en lo más cercano y cotidiano y actuar en armonía con ella". Existía un tipo de divinidades especiales para cada tipo de actividad agrícola, la ganadería, los que cuidaban a los hombres desde su nacimiento hasta su muerte, en el matrimonio, etc. Por otra parte, existían dos tipos de culto: culto familiar y culto público. El culto familiar se basaba en los sacerdotes (pater familias) y en innumerables numinas. Cuando las familias se unieron para formar una comunidad más amplia estas prácticas pasaron al Estado y se dio lugar al culto público, cuya función era buscar la prosperidad del Estado (salus rei publicae).

Entre las numinas más importantes existían: los Lares (protectores de la casa, su culto se realiza en el lararium), los Penates (protectores de la despensa y de la penuria), los Manes (almas de los antepasados), los Lemures (antítesis de los Manes; espíritus malévolos), Vesta (protectora del fuego del hogar, simboliza el ideal de las famitas) y el Genius (dios de Pater familias). A su vez, existía un sinnúmero de dioses específicos. La mayoría de los dioses romanos tenían su equivalente en la cultura griega, como es el caso de Júpiter, el Zeus griego (el señor del cielo resplandeciente); de Juno, la Hera griega; Minerva, la Atenea griega; Marte, Ares en griego (dios de la guerra); Neptuno (Poseidón, dios del mar), Vesta (Hestia), Apolo (el mismo nombre para los griegos), etc. Casi todas las divinidades griegas fueron adoradas en Roma, aunque su culto penetró en esa ciudad en épocas diferentes. Son muy pocos los dioses propios de Roma, entre ellos podemos nombrar a Quirino (es Rómulo elevado a la categoría de dios); Jano (el dios creador); Dios Terminus (dios de los límites y de las fronteras). Además de estos dioses, existían dioses negativos como Vejovis, Laverna (diosa de los ladrones), dioses del aire pestilente, de la fiebre, de las enfermedades, y los fantasmas (Lémures) que despertaban un gran temor en el pueblo. Para mantener a estos dioses felices se hacían fiestas religiosas, como las fiestas belicosas, la lupercalia (por la fertilidad), la Equiria (festival en honor de Marte), la saturnalia, la lemuria (para alabar a los lemures), y otras en agradecimientos por las despensas y la cosecha como: la forticidia, la cerealia, parilia, la vinalia, etc.

Los sacerdotes no acudían a las guerras, vivían de la hacienda pública y su cargo tenía figura pública y política, ámbitos donde los sacerdotes podían ejercer otra actividad u ocupación. A medida que se fueron multiplicando los rituales, fue necesario crear numerosos colegios sacerdotales (creados por Numa Pumpilio) que se especializaban en un número determinado de dioses.

Como en muchas de las facetas de su cultura, los romanos copiaron sus mitos de los griegos. La mitología griega fue creada por espíritus mejor dotados, mientras que los mitos romanos respondían a las necesidades comunes del pueblo. A diferencia de la mitología griega, no se consideraba que los dioses actuaran como los mortales por lo que no existen muchos relatos de sus actividades, y a su vez, gracias a los griegos los romanos se imaginaron a sus dioses como seres humanos (antropomorfismo). En sus primeros comienzos, las divinidades tuvieron un carácter fetichista, de esta manera una sencilla piedra simbolizaba a un dios.

La decadencia política, social y económica del imperio estuvo acompañada por el relajamiento moral y la desintegración religiosa. Algunos romanos volvieron a adorar con renovado fervor a sus antiguos dioses: Júpiter, Marte, Minerva. Otros buscaron consuelo en la filosofía griega, ante todo el estoicismo que enseñaba que el hombre debía conformarse con su destino por injusto e incomprensible que pareciese. Durante el Imperio se hicieron populares y se extendieron numerosos cultos orientales, tales como el culto de la diosa egipcia Isis, el culto a Cibeles y Atis (procedente de Asia Menor), y la adoración del dios persa Mitra, cuyo símbolo es el toro. Estos cultos prometían la resurrección y una vida de eterna felicidad. Pero ninguno de estos sistemas y ritos pudo dar respuestas a la angustiosa pregunta por el sentido de la existencia, el fin y el último momento de la vida humana.

En la precaria situación de la religión romana, el cristianismo estaba comenzando su expansión, cuyo trato dependía de la tolerancia del emperador, por lo que a menudo los cristianos sufrieron persecuciones por considerarse amenazantes a la organización del Imperio. El cristianismo fue ganando adeptos y se convirtió en una religión oficialmente tolerada en Roma bajo Constantino el Grande y, más tarde, en el año 380, el emperador Teodosio el Grande hizo del cristianismo la religión oficial del Imperio.

(*)Estudiante de Ingeniería Geofísica.
Trabajo realizado durante el curso "Historia y cómix: Los comentarios de Julio César y Astérix", de la profesora Violeta Rojo.

 

Universalia nº 18 Oct 2002- Mar 2003