Se encuentra usted aquí

Segundo premio: Astrid Salazar

Astrid Salazar
Estudiante de Ingeniería Química USB

MAS SIMPLE QUE UN POEMA
¿Qué haces aún aquí,
fantasma inerte, costumbre deseada,
a quién le hablo si no es a tu sombra,
a quién espero si no es a tu respiro, a tus ojos,
a tu ropa colgada en un recuerdo cotidiano?

¿Me ronda el amor lejano o sólo las dudas,
la locura?
me cobija la ilusión desquiciada,
aquella que se derrite entre mis ganas y mis realidades.

Converso y me respondo, me rió del chiste gracioso que perdió su tiempo,
extraño aquel beso que dejaste impregnado en el aire,
tu extraña manera de ser adorable, justo y exacto a mis ideales matutinos,
aunque prefiero no recordarte, pintarte de negro y callar
cuando hablan aquellas voces sin amor,
ojos sin vendas, esa gente que no te ama.

Tomada por los insignificantes puntos, comas y adioses en tu desdén,
envuelvo mi tiempo entre giros y caídas, entra y sale la insanidad,
tu permaneces y trato de que la explicación sea menos obvia.

Quito y pongo, pienso y hago, creo y olvido,
torturada vuelvo a sentirme, no puedo esperar y espero,
día tras día, silencio y mas silencio,
tu sola palabra, que quiebre o coloree,
que mueva un poco mis días o traspase la daga y acabe con ellos,
igual renaceré en ti y el sol saldrá de nuevo

Letras ajenas, verbos hurtados
sin corazón, sin mente, fugitivo, cautivo,
preciado en la desolación de la paradoja,
adornas la casualidad de un tropiezo fugaz,
revoloteas en la inspiración que se aferra a tu sombra.

Robas a veces mi mente, llena de tus detalles, vacía ya de mi razón.
Presidiario romance, aladas cárceles, cadenas de seda blanca,
fugaces palabras, planas sonrisas, desinhibidos afectos o imaginarios.
Metáforas desganadas al viento, incomprensibles, obvias.
El amor es más simple que un poema.

CAUDAL

El arroyo salvaje de letras precipitadas fluye por tu cuadal,
y se encadena a la naturaleza obtusa del torrente
de nada sirven tus escapadas, tus carreras desiertas por el olvido,
el agua saciará la sed de escribirte
en cada verso suspirado en el exilio de mi llanto y de mi aliento.

Hay jardines florecientes de sonrisas,
hermosos rostros de suaves perfiles
y amores resplandecientes
que sólo necesitan la mitad de una mirada para surgir.
Hay manzanas, hay gente, hay cielo y estrellas
pero tu despiertas y allí nace el verbo y la vida
tu caminas, aun si tropiezas, y dibujo la idea
sonríes y toda la magia se destapa.

Enferma de inspiración, saturada de tanto sentir
asfixiada por las rosas y el romance,
empalagada de tus ojos, deshidratada de tu boca,
arrollada hasta por el movimiento de tu silencio
entre barro y acero, con sangre y tristeza, con aire y esperanzas
hago y deshago por ti y de ti, lo que quiera.

Trato de no mancharte, torpe y tosca soy
en la expresión de crudeza de mi ilusión absurda,
se muestran las fauces de fuego de mi locura
bajo el manto sagrado del amor sin sentido.
Corres, te veo perdido en el horizonte
que alcanza mi alma desvanecida en tus huellas lejanas,
quisiera matar al pensamiento, silenciar los murmullos
ser menos humana, aparentar un poco mejor.
Pero las aguas arrasan, mi mente navega libre por tus arrecifes
y no hay mordazas resistentes que aten la poesía que nace de ti.

COLECCIONISTA

Esta tarde perdida, en este tiempo caído,
con las venas abiertas y el secreto en los labios,
te redondeo en la arcilla de mis párpados
buscando la fantasía en el viento.
El camino se inventa bajo tu pisar vagabundo,
el camino en el horizonte de mi mirada se encoge
y se arruga en el pecho el recuerdo y el anhelo,
suspirando me cierras los labios con el sabor de lo incierto.
Probaré coleccionar tus miradas
dentro de este cofre de silencios
en que caben los amaneceres de tu rostro
y los anocheceres de mi sentir.
Me llueve el alma de tus gotas, de tu frío
aunque basta el sueño de un beso
para abrigar mis ilusiones huérfanas
en los campos verdes del mañana.
Dime niño, ¿cómo el ángel te tiño los ojos de cielo?
Dime niño, ¿cómo hago para vestirme la vida de ti?

TAL VEZ

No quiero ver tu mirada paralizada
por el fruto inalcanzable de lo efímero, de lo superfluo
mi rostro se arruga entre los desaciertos
y pierdo cada día la belleza de estar viva,
entonces me pregunto al verte frente a mis miedos
si tienes frío y si también tiemblan tus sueños,
porque mi pecho se apaga y se enciende
y aún espero saberme amada.
No muestras mi reflejo en tus oscuras pupilas
aunque tal vez deba buscarme en tu silencio,
en tus respiros, en tu disimulo incierto.
Me enloqueces y me consigo en el desván de la cólera,
arriesgo el presentimiento de esta verdad
que nos arrulla y nos espanta,
mi alma desvanece tras el suspiro
pero aún la esperanza arde entre las cenizas.

 

Universalia nº 19 Abr - Sept 2003