Jordana Palacios*
El Bien y el Mal han sido siempre los extremos en que se debate nuestra conciencia para obrar en sociedad. ¿Qué está bien visto y qué está mal visto?. Es conducirse por el camino del bien o por el del mal. Pero más allá del plano consciente el Bien y el Mal, el Día y la Noche, la Luz y la Sombra constituyen la dualidad esencial del alma humana y manifiestan el campo de batalla en el que ésta se desenvuelve día a día; el alma del hombre es un péndulo que se balancea entre los extremos del bien y el mal.
Esta lucha ha sido constante desde el principio de los tiempos, y así continuará por siempre. En todo momento se nos ha presentado siempre como una gran batalla en la que las fuerzas malignas y benignas se oponen en igualdad de condiciones, aunque, como siempre se nos dice, el bien siempre triunfe al final. Pero principalmente es la lucha interna del Ser, “conservando por un lado la concepción judía de una guerra sin fin entre el mal y el bien [...] en el corazón del hombre...”1
Y qué fuente más rica y sustancial que la literatura para la manifestación de esta dualidad esencial del alma humana. Se escogen entonces dos relatos clásicos para el estudio del bien y el mal en el Ser y partiendo de esto su posible carácter monstruoso: Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de R.L. Stevenson, y El Retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde.
Repasando brevemente cada una de estas historias podemos introducir algunas características que nos conducirán a definir el carácter dual del alma humana, planteando puntos de coincidencias y diferencias entre ellas. Cada autor, ya sea por el tema del doble, del desdoblamiento o transformación del Ser, ha planteado las sombras sociales del inconsciente como definitorias del carácter maligno del hombre y, su consecuente y posible naturaleza monstruosa. Ambos textos han sido escritos entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, período muy fecundo en la literatura por hacer una primera revisión de los cánones morales y sociales de la época.
La historia de Dr. Jekill y Mr. Hyde trata de un honorable científico de la era victoriana de nombre Henry Jekyll. Éste es todo un caballero, honrado, elegante, de buenas maneras, fiel a las buenas costumbres y avocado a la ciencia. En su afán moral y científico se da a la tarea de crear una fórmula química que permita, al que la ingiera, sacar y desterrar todo el mal que pueda tener dentro de sí, aun cuando esté convencido de que el hombre es, en esencia, bueno. Así comienza a experimentar en sí mismo y surge, producto de lo que pudiera llamarse un desdoblamiento de su personalidad, Mr. Hyde, un ser repulsivo y desagradable para quien le encuentra, aunque no puedan definirse con certeza las cualidades que determinan dicho carácter repulsivo. Este ser comete todo tipo de crímenes y faltas a las normativas sociales y con el paso del tiempo se hace cada vez más fuerte, al punto de que Dr. Jekyll no puede controlar sus transformaciones en Mr. Hyde y decide suicidarse para, se cree en principio, dar fin a los crímenes de su otro yo.
En Dr. Jekyll y Mr. Hyde hay una clara ejemplificación de cómo se debate el alma humana entre las luces y las sombras. “Es una clara respuesta a las constricciones del victorianismo escocés y a la burguesía de Edimburgo; mas también ocupa un firme lugar en la tradición literaria del doble. La idea del doble es una obsesión en la literatura del diecinueve.”2
Puede observarse cómo el autor hace un reflejo de las reglas de la era victoriana en el personaje de Henry Jekyll, de lo que es considerado como bueno y propio de sociedades recatadas y civilizadas por sus buenas costumbres, y de todo lo que es rechazado y repudiado por esta sociedad por considerarse maligno, impropio e inmoral, en la figura de Edward Hyde. ¿Pero a quién pertenece el verdadero reflejo de la historia? Conviene, en este punto, introducir El Retrato de Dorian Gray, a fin de establecer las diferencias y similitudes entre ambos textos en función de conceptos que nos lleven a determinar la dualidad del alma humana y la posible monstruosidad de su carácter maligno.
Dorian Gray es un mozo de unos 20 años de edad, indescriptiblemente hermoso en todas sus cualidades físicas. Basil Hallward, un famoso pintor que es su más fiel e íntimo amigo y que adora toda la magnificencia de su belleza, pinta de él un retrato. A este punto Dorian conoce el que sería el amigo y maestro de toda una vida, Lord Henry Wotton, y quien le enseña todas las bondades y libertades de la juventud y los privilegios que perderá una vez se haga viejo. Al verse inmortalizado en un retrato que conservará por siempre toda la lozanía que el irá perdiendo a través de los años, se horroriza y pide, en un estado frenético, un deseo. Desea que el cuadro envejezca en lugar de él, que sea el retrato el que lleve todos los despojos del pasar de los años y se mantenga él joven por siempre. Este deseo le es concedido. A medida que pasa el tiempo es el retrato el que carga el peso de los años, pero no es sólo esto, también lleva consigo todo el reflejo de sus vicios. Es así como Dorian se siente seducido por obrar mal, por cometer fechorías y faltas, ya que éstas nunca se reflejarán en su propio rostro sino en el retrato, y es así como manteniéndolo oculto, vive años de libertinaje, sabiendo guardar siempre las apariencias de todo un señor de la alta sociedad, al punto de asesinar, en un momento de rencor, a quien le retratara, por haberlo enseñado a idolatrar su belleza y por no poder concebir como posible toda la maldad que había en su alma. Pero el remordimiento por este hecho lo persiguió. Los despojos del retrato se hicieron más vivos que nunca, así que quiso redimirse por todas sus faltas, pero creyó verse imposibilitado de ello, mientras la repugnante obra existiese, así que decidió acabar con ella con la misma arma con la que cometiera su crimen. Haciendo esto cayó muerto, viejo. Era un nombre marchito arrugado y de rostro repulsivo. Hasta que se fijaron en las sortijas que llevaba no pudieron identificarle mientras que en la pared colgaba su retrato, en todo el esplendor de su juventud y su belleza.
Observando ambas historias vemos cómo cada autor lograr hacer un reflejo de las sombras sociales de su época. Definamos entonces la Sombra: Jung “llamó a esa parte oscura que habita en todos nosotros, "La Sombra". La Sombra es El Mal que habita en nosotros o, dicho en una forma menos poética y mucho más precisa, son todas esas cosas que nos gustan pero que mantenemos escondidas (a veces hasta de nosotros mismos), porque no son aceptables en la fantástica sociedad en que vivimos.”3
Tanto Mr. Hyde como el Retrato son lo que Jung denomina como la sombra individual de Dr. Jekyll y Dorian Gray, respectivamente. Ambos han a depositado en su sombra todo lo que las normativas sociales de la época ha definido como negativo, malo, inmoral, malas costumbres y educación, todas las conductas y sentimientos bajos como la vergüenza, el resentimiento, la lujuria y el odio. “Stevenson crea a Jekyll en el momento en que la rígida moral victoriana dicta sus reglas y la prosperidad material y moral está relacionada con guardar a toda costa las apariencias.”4
En ambos casos se ha querido separar y desterrar la sombra del ser, y en ambos este intento ha sido fallido, y ha devenido en la muerte de los personajes, porque la luz y la oscuridad son una unidad indivisible que constituyen el alma humana, y por tanto no pueden ser entes separables. La sombra, al igual que la luz, convive en nuestro corazón, “...El Mal en su esencia es una cosa solitaria, una pasión del alma. El verdadero Mal es un éxtasis del alma, algo que rebasa los límites del Espíritu, que escapa a la conciencia.”(Carballo, G.). El mal radica en nuestras sombras inconscientes, en las que desterramos todos nuestros vicios y despojos personales, pero la construcción de la sombra va de la mano con la de nuestra buena imagen, así “el ego y la sombra se van edificando simultáneamente.”5
Es entonces Mr. Hyde la proyección de todo lo que Dr. Jekyll ha repudiado de sí mismo en un esfuerzo por desterrar todo el mal que hay en él y que en cierta forma no quiere reconocer, y lo mismo es para Dorian Gray su retrato: “La proyección del alma o de la propia conciencia en forma de imagen especular, sombra o alter ego que se desdobla de una persona y la acosa como un fantasma o la pareja antagónica de caracteres complementarios, siendo cada uno de ellos la imagen invertida del otro cobran ya importante vida literaria en las generaciones prerrománticas.”6
Pero ¿cómo se construye la proyección del lado oscuro del alma? Es la sociedad la que determina en el hombre lo que debe desterrar a su sombra. Es de los padres, familiares, sacerdotes y maestros que aprendemos lo que está bien, lo que está mal, lo que se debe y lo que no se debe, y cómo es el repudio y el rechazo que se le tiene a quien infringe esta normativa. Según Baczko en “Los Imaginarios Sociales”, las sociedades “elaboran modelos formadores para sus ciudadanos”7 y éstos son representaciones de la realidad pero no necesariamente reflejos de esta, pero dichos emblemas son los que legitiman el poder social. Si nos colocamos en el contexto de las historias, en la época victoriana la sociedad era muy rígida en cuanto a lo que estaba y lo que no estaba permitido. Estrictamente se debía ser honorable y respetuoso, honrado sin lugar a dudas, sin pensamientos ni sentimientos bajos, sin vicios, todas éstas características de Dr. Jekyll y de Dorian Gray, quien por ser en extremo bello y hermoso, además de sus buenas maneras, ya cumplía con todos sus requisitos.
Tenemos entonces a las sociedades y las culturas como definitorias del mal y del bien. Son ellas las que construyen a los buenos ciudadanos, desterrando a la sombra lo que no está permitido. Mas aún, “el "presentable" es el que no se muestra ante los otros tal cual es, es el que no se muestra "completo".”8
Según Edgar Morin, “una cultura abre y cierra las potencialidades bioantropológicas del conocimiento. Las abre y las actualiza, al proveer a los individuos su saber acumulado, su lenguaje, sus paradigmas, su lógica, sus esquemas, sus métodos de aprendizaje, de investigación, de verificación, etcétera, pero al mismo tiempo las cierra e inhibe con sus normas, reglas, prohibiciones, tabúes, su etnocentrismo, su autosacralización, su ignorancia de su ignorancia. Aquí también lo que abre el conocimiento es lo que lo cierra...”9 Por tanto es la sociedad con sus reglas, prohibiciones, normativas, la que va construyendo la sombra personal y luego colectiva, una sombra en la que se depositan deseos y ansias reprimidas a tal punto que pueden conllevar actitudes realmente agresivas e inclusive criminales. Es por esto que cuando Mr. Hyde es liberado comete en principio faltas menores pero más tarde se hace cada vez más incontrolable por Dr. Jekyll y comete crímenes graves. Y por su parte Dorian Gray se siente libre de cometer cualquier acto criminal, ya que su retrato oculto, su sombra, lleva los despojos de su alma.
Es la moral de la sociedad la que define el mal, sin embargo éste tendrá un carácter distinto según el tipo de cultura, época e incluso individuos. Cada quien determina los parámetros para identificar lo que es correcto y lo que no lo es, en función de un imaginario colectivo y de sus propios valores. Como bien lo expresa Sichère: “Hoy en día recibimos comúnmente el discurso de que el bien y el mal son, en efecto, “valores”. No valores absolutos, sino relativos al sujeto que los enuncia y relativos, asimismo, a una cultura particular.”10 Por lo que por cada cultura habrá una definición del mal y del bien, y de valores morales propios de la misma, siendo estos conceptos separados que conviven simultáneamente en el ser. En este particular Sichère expresa lo siguiente:
Si se entiende por “moral” un sector particular de la existencia humana caracterizado por la enunciación de cierto número de valores, entonces no es en modo alguno seguro que la cuestión del mal proceda de semejante dominio, sobre todo cuando se pretende identificar la moral con el conjunto de reglas del derecho que rigen para nosotros las formas de obrara en la sociedad.
Y lo sostengo porque a la vez esas reglas universales no llegan a ninguna conclusión en cuanto a la realidad del mal, tal como un sujeto singular puede sentirlo en su experiencia personal, y porque tampoco es en modo alguno seguro que tales reglas sean capaces de hacerse cargo simbólicamente de lo que hasta ahora en nuestra cultura se ha formulado como potencia y ofensiva del mal o del Maligno. 11
Es difícil entonces que las meras reglas de convivencia social puedan llegar a una definición concreta del mal, puesto que es parte esencial del alma de cada individuo y habría que determinar bajo qué parámetros se han de definir los valores morales a partir de los cuales se han de construir las sombras, puesto que lo que no sea moralmente aceptado será desterrado a ésta; ”...el error, casi universal es haberse acostumbrado a ver las cosas a través de unas gafas sociales...”12
Conviene entonces afirmar la naturaleza dual del ser humano. El alma del hombre no sólo es un péndulo que se balancea entre los extremos del bien y el mal, sino que se constituye de la fusión de ambos, inseparables e indivisibles, ni por fórmula química o retrato alguno. Bien le dijo Dorian a Basil “todos tenemos en nosotros un cielo y un infierno.”13 Por su parte Dr. Jekyll es consciente de su doble naturaleza, de la “duplicidad de la vida”, mas no así de su indivisibilidad:
Sin embargo, a pesar de mi marcada dualidad, no era en ningún sentido hipócrita, y mis dos caras eran sinceras. Igualmente era yo, cuando abandonando todo freno me entregaba a actos que podrían llamarse deshonestos, que cuando me dedicaba a profundizar mis conocimientos y a aliviar el dolor ajeno. Y ocurrió que mis estudios científicos, que apuntaban a lo místico y a lo trascendente, influyeron y arrojaron un rayo de luz potente sobre el entendimiento de la guerra permanente entre mis dos personalidades. Cada día, con la ayuda del aspecto moral y del aspecto intelectual de mi inteligencia, me acercaba más a la verdad cuyo descubrimiento me ha empujado a este terrible naufragio, y que consiste en que el ser humano no es sólo uno, sino dos.14
El ser humano no es uno sino dos. En esencia somos dos, ¿todo bien y todo mal? ¿todo luz y todo oscuridad? o ¿hay a caso matices grises? El alma puede pasearse siempre por todas las tonalidades mas no puede separarse en sus dos extremos, y estos matices estarán definidos por las concepciones morales de cada individuo y de su imaginario colectivo. Mas el mismo Jekyll ya es consciente de la pluralidad de su alma:
Digo dos, porque el estado actual de mi conocimiento no me permite ir más allá. Otros seguirán, otros llegarán más lejos que yo en el recorrido de esas mismas líneas; y yo me aventuro a conjeturar que a la postre se sabrá que el hombre es una mera sociedad de múltiples habitantes, incongruentes e independientes entre sí.15
La visión del hombre como "mera sociedad de múltiples habitantes"16 consuma, más allá de la tesis de la dualidad, la disolución del sujeto en un conglomerado de entidades distintas, más o menos unidas entre sí, todas ellas con características malignas y benignas.
Pero en Wilde y Stevenson puede hablarse de la dualidad de la propia mente, en pensamientos y actitudes, distintas, ya que tanto Dorian Gray como Dr. Jekyll son conscientes de sus propias perversiones, pero aún así no se hacen responsables de ellas.
Hablaremos en este punto de las perversiones de cada personaje. Dr. Jekyll, mediante su fórmula química en principio, y espontáneamente más tarde, se convierte en Mr. Hyde y comete toda clase de fechorías, mientras que el retrato de Dorian Gray refleja en sí mismo toda la malignidad de las faltas de éste. Ambos se sienten en principio seducidos por obrar mal. Infringir las reglas que los agobian y cometer diversas faltas y crímenes es algo que les atrae en todo sentido. Ambos personajes se identifican con sus perversiones y se sienten orgullosos de poder llevarlas a cabo guardando siempre las apariencias. “El Dr. Jekyll goza con los crímenes de Hyde, aunque se sienta turbado, no le preocupa haberlos cometido, sino no poder esconderlos (al principio Jekyll se promete una y otra vez no volver a tentarse con la idea de convertirse en Hyde).” Por su parte, Dorian Gray se jacta de poder ir a los bajos fondos, a sitios lujuriosos con olor a opio, de dejar plantada a toda señorita que de él se enamorara con la mayor de las indiferencias, de cometer asesinato. Porque el goce está en el mal.
En este sentido, dice Sichère, “no es sólo la detección del mal mediante la simple capacidad de juzgar, sino su dependencia de la subjetividad plena y su enraizamiento en el goce.” Es el disfrute del acto criminal, es el disfrute del mal en sí, y es esto lo que atrae a ambos personajes, en un principio, a sucumbir en las bajezas de su lado oscuro. Según Graciela Carballo, “tales fechorías se consumaban sobre todo porque eran prohibidas y porque a su ejecución iba unida un cierto alivio para el malhechor.”19 Sin embargo cuando Mr. Hyde se comienza a salir de control y ya Dr. Jekyll no puede controlar sus transformaciones ni los actos pecaminosos de su otro yo, comienza a perderse el atractivo inicial hacia el mal. “La inicial identificación de Jekyll con Hyde va desapareciendo a medida que progresa el sadismo del segundo. Él, digo, pues no puedo decir yo", manifestará más adelante Jekyll en una curiosa frase, antes de que la separación se torne en absoluta, cuando el doctor termina su confesión declarando que "le trae sin cuidado" lo que después de él vaya a hacer quien lo suplante para siempre.”20 Así mismo Dorian Gray se siente acechado por la existencia perenne de su retrato, y la realidad de éste que, en un principio, le había atraído, ahora le repugnaba por ser un recordatorio de su oscuro pasado. Sobre todo por el temor a que se descubran sus faltas y fechorías. Tenía, Dorian Gray, un terror a la horca como pena por el asesinato de Basil Hallward, y vivía con un constante horror y temor a que se descubriera su retrato. Así mismo ocurre a Dr. Jekyll, “lo que más le preocupa es no poder controlar a Hyde (es no poder controlarse): lo que más lo atemoriza es no poder sacarse al otro de encima como había previsto en teoría y la promesa del placer se convierte en dolor. Hyde es un asesino, Hyde goza con cada tortura que inflige y el doctor Jekyll ya no sabe si disfrutar con eso, simplemente porque Hyde no le da tiempo para razonarlo. Hyde comienza a aparecer cuando quiere, sin necesidad de ingerir ninguna pócima”21
Incluso hay todo un carácter siniestro en Mr. Hyde ya que se le describe como una persona de baja estatura, repulsiva, desagradable, que genera un inmediato rechazo en quien le consigue ya que es insoportable de contemplar, aun cuando no se puede definir tal o cual cualidad específica que manifieste esa repulsión hacia Mr. Hyde por parte de los otros personajes.
Es la imposibilidad de ver reflejados en otro los despojos de tu sombra en toda su magnitud, cuando se te muestra como un espejo de ti mismo, lo que genera el rechazo y el repudio. Simplemente es algo con lo que no puedes convivir, pensando que algo de aquello es parte de tu esencia, de lo que eres y que has desterrado a tu sombra y a tu inconsciente. No puede ser concebido en tu conciencia y por ello es que no puedes determinar a ciencia cierta qué es lo que tiene Mr. Hyde que te causa tal repulsión. “Hyde es, inversamente; proyectado por Jekyll como un "hijo de la sombra".”22
Igual de repulsivo fue para Basil Hallward el retrato de Dorian Gray que vio años después. No podía concebir que tanta malignidad pudiera reposar en el alma de quien retratara, a quien había adorado por toda la pureza de su belleza. Belleza ésta que no podía ser más que el reflejo mismo de su alma. Fue sencillamente inconcebible para él en un primer momento, aunque más tarde se diera cuenta de que había sido castigado por su idolatría a la simple belleza física. Igual de insoportable fue para Dorian Gray seguir contemplando el reflejo su alma corrupta.
Todas las transformaciones de personalidad van acompañadas de una transformación física, en Stevenson, dos nombres y dos hombres en el mismo sujeto, dos cuerpos diferentes y opuestos: el pequeño asesino y el robusto hombre de ciencia. Mr. Hyde se torna cada vez más horrendo mientras el doctor Jekyll languidece a causa de la preocupación y del terror que lo va sitiando, “el mal necesita nutrirse del bien.”23
Es el mal entonces la esencia de la sombra colectiva. Según Sichère en Historias del Mal: “No es ni una cuestión “subjetiva” ni una cuestión “objetiva”: el mal, como mal radical, surge paradójicamente como la evidencia de algo extraño y amenazador que el sujeto experimenta y que desde el interior lo quebranta hasta el punto de arrancarlo de su propia cohesión. El mal es ese “corazón de las tinieblas”...”24
Es éste el mal producto de una sombra muy reprimida, una sombra que nunca ha sido liberada aunque sea unos instantes, y que cuando lo consigue se vuelve incontrolable proviniendo desde lo más profundo del interior del ser. Por esto es que la conciencia que lleva consigo el raciocinio de las ideas y actitudes debe estar en contacto con el inconsciente y la sombra. El hombre debe conocer su lado oscuro y canalizarlo, y no limitarse a reprimirlo, pues una liberación posterior puede ser de mayor magnitud y más difícil de trabajar y “controlar”. Como dice Jung “la sombra sólo resulta peligrosa cuando no le prestamos la debida atención”, es decir, “cuando mantenemos una relación correcta con la sombra el inconsciente deja de ser un monstruo diabólico.”25
Reside, entonces, el mal en nuestras sombras personales, que a su vez son configuradas por nuestro imaginario, por nuestra cultura, por nuestra sociedad. Somos seres de comunidad, que no sabemos vivir de otra forma que no sea en sociedad, y para ello marcamos reglas y parámetros que nos definen. “Si el mal no es un valor o una calificación del juicio moral que pueda oponerse al bien en la carta tranquila de la razón práctica, ello se debe a que el mal es ese enigma que permanece en el corazón de cada hombre así como el fundamento del vínculo social.”26 Tanto el mal como el bien son una fusión, indivisible, que define nuestra esencia humana y siempre será el mal quien llamará nuestra atención acerca de si el bienestar social y moral, del que orgullosos nos jactamos, es en realidad puro y sincero. Según Graciela Carballo “ ...es la cuestión del mal como tal la que se nos propone como enigma que nos lleva a poner en tela de juicio el campo de la experiencia moral”.
Vivir plenamente la otra parte, la del malo, sería el sueño de cada hombre, pero si la culpa no lo permite, tampoco los otros lo permiten, lo que vendría a ser más o menos lo mismo, porque nadie se constituye separado del resto sino en relación a los otros y a las convenciones compartidas y reglas y cánones establecidos.
Resumiendo, se asevera entonces que el bien y el mal constituyen la dualidad esencial del alma humana, como una unidad indivisible, que se funde, en muchos matices, en lo que constituye nuestro Ser. En este sentido, ¿puede considerarse que nuestro lado oscuro, nuestras sombras, la maldad que llevamos dentro, sean los determinantes de un carácter monstruoso en el hombre? Si establecemos el monstruo como estrictamente malo, podemos acercar el ser humano al monstruo maligno, y por tanto todos somos monstruos, por llevar una sombra personal, por guardar dentro de sí actitudes y sentimientos malvados y monstruosos. Sin embargo así como somos sombras también somos luz y hemos definido al monstruo como mal puro, en esencia; la sombra sólo es peligrosa cuando no se le atiende, por lo que el hecho de tenerla consigo no hace al monstruo, es sólo cuando ésta es reprimida y desterrada que puede conducir a actitudes malvadas, propias de monstruos. Conviene entonces revisar qué tan a menudo estamos en contacto con nuestro lado oscuro y bajo qué convencionalismos y parámetros sociales nos regimos, pues aunque no somos en esencia monstruos, hay un carácter monstruoso que mora dentro de cada uno de nosotros y que es preciso liberar al tiempo para que no se vuelva incontrolable. La vida ordinaria parece ser vivida por la parte buena, la que comparte las buenas costumbres ¿La historia de las convenciones sería la historia de cómo los hombres se defienden de lo que los asusta, de lo que les da placer, de lo que los aleja del conflicto y la reprobación?
Hasta el final de los tiempos prevalecerá una lucha sin tregua entre el Bien y el Mal, en el mundo, en nuestras sociedades, en nosotros mismos como individuos, en nuestro interior, en nuestra alma.
Concluyo finalmente citando a Sichère en Historias del Mal:
Este mundo no es pues, malo, como lo pretenden los gnósticos, y tampoco es la belleza de un orden querido por los dioses, como lo concebía el pensamiento griego, sino que es un mundo dividido en si mismo como lo esta cada hombre... 27
(*)Estudiante de Ingeniería de Materiales (mención Polímeros)
Realizado para la asignatura LLB 547 “La Imaginería Monstruosa” de la Prof. Beatriz Ogando.
BIBLIOGRAFÍA
BACZKO, Bronislaw. Los imaginarios sociales. Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión,1991.
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MORIN, Edgar. “Cultura n conocimiento”. En Paul Watzlawick y Peter Krieg (comps.). El ojo del observador. Barcelona, Gedisa, 1994. pp. 73-81.
ROSSI, Jorge Oscar. De Drácula y vampiros varios (o, "¡mi reino por una mordida!") www.quintadimension.com/literatura/dracula.shtml
SICHÈRE, Bernard. Historias del mal. Barcelona, Gedisa S.A., 1996
STEVENS, Anthnony. La sombra en la historia y la literatura. www.genaltruista.com/notas/00000330.htm (Agosto 20, 2001)
STEVENSON, Robert Louis. El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Barcelona, Ediciones B, S.A. 1991.
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ZWEIG, Connie y Jeremiah ABRAMS. “El inconsciente y la sombra”. En La sombra y el lado oscuro de la vida cotidiana. www.iphpnl.com/art4.htm
Sin Autor:
La doble moral http://mural.uv.es/isalmer/3-%20Doble%20moral.html
Robert Louis Stevenson, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde (1886) http://perdidos.tripod.com.ar/jekill.htm
Citas:
[1] SICHÈRE, Bernard. Historias del mal. Barcelona, Gedisa S.A., 1996. p.III.
[2] http://mural.uv.es/isalmer/3-%20Doble%20moral.html
[3] ROSSI, Jorge Oscar. De Drácula y vampiros varios (o, "¡mi reino por una mordida!") www.quintadimension.com/literatura/dracula.shtml
[4] http://perdidos.tripod.com.ar/jekill.htm
[5] ZWEIG, Connie y Jeremiah ABRAMS. “El inconsciente y la sombra”. En La sombra y el lado oscuro de la vida cotidiana. www.iphpnl.com/art4.htm
[6] http://mural.uv.es/isalmer/3-%20Doble%20moral.html
[7] BACZKO, Bronislaw. Los imaginarios sociales. Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión,1991.
[8] http://perdidos.tripod.com.ar/jekill.htm
[9] MORIN, Edgar. “Cultura n conocimiento”. En Paul Watzlawick y Peter Krieg (comps.). El ojo del observador. Barcelona, Gedisa, 1994. pp. 73-81.
[10] SICHÈRE, Bernard. Historias del mal. Barcelona, Gedisa S.A., 1996. p.15-16.
[11] SICHÈRE, Bernard. Historias del mal. Barcelona, Gedisa S.A., 1996. p.15-16.
[12] CARBALLO, Graciela. Un ensayo sobre el mal y la verdad. www.clubdeanalistas.com/gcarba.htm
[13] WILDE, Oscar. El Retrato de Dorian Gray. Buenos Aires, Ediciones Losada Océano, 1998.p.206
[14] STEVENSON, Robert Louis. El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Barcelona, Ediciones B, S.A. 1991.p.221
[15] STEVENSON, Robert Louis. El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Barcelona, Ediciones B, S.A. 1991.p.221
[16] http://mural.uv.es/isalmer/3-%20Doble%20moral.html
[17] http://perdidos.tripod.com.ar/jekill.htm
[18] SICHÈRE, Bernard. Historias del mal. Barcelona, Gedisa S.A., 1996. p.II
[19] CARBALLO, Graciela. Un ensayo sobre el mal y la verdad. www.clubdeanalistas.com/gcarba.htm
[20] http://mural.uv.es/isalmer/3-%20Doble%20moral.html
[21] http://perdidos.tripod.com.ar/jekill.htm
[22] http://mural.uv.es/isalmer/3-%20Doble%20moral.html
[23] http://perdidos.tripod.com.ar/jekill.htm
[24] SICHÈRE, Bernard. Historias del mal. Barcelona, Gedisa S.A., 1996. p.19
[25] ZWEIG, Connie y Jeremiah ABRAMS. “El inconsciente y la sombra”. En La sombra y el lado oscuro de la vida cotidiana. www.iphpnl.com/art4.htm
Universalia nº 19 Abr - Sept 2003