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Sobre la clonación de un ser humano

 

Ahora es teóricamente posible, partiendo de una sola célula somática de un animal o vegetal, recrear una criatura idéntica a cualquier animal o planta, a partir del ADN contenido en el núcleo de una célula somática cualquiera. Una sola célula de la punta de la raíz de una planta puede ahora ser desprendida y seducida para que reproduzca una copia perfecta de toda la planta; una célula epitelial del intestino de la rana posee todas las instrucciones necesarias para formar una nueva rana idéntica a ella. Si la tecnología estuviera más avanzada, podría hacerse lo mismo con un ser humano, y ya abundan por doquier sobrecogedoras predicciones de que algún día no muy remoto, similares métodos podrán proporcionar una versión de la inmortalidad a ciertas personas especialmente valiosas, y seleccionadas con el mayor de los cuidados.

La formación de clonas humanas figura en casi todas las listas de cosas por las que la ciencia nos preocupa, junto con el control del comportamiento, la ingeniería genética, el trasplante de cabezas, la poesía de computadoras y la proliferación sin restricciones de flores de plástico.

La "clonificación" es el más desalentador de los prospectos, imponiendo, como impone, la eliminación del sexo con sólo una eliminación metafórica de la muerte como compensación. Casi no hay consuelo alguno en saber que el propio subrogado "clonado", idéntico, sigue viviendo, especialmente cuando su vida muy probablemente implicará que tarde o temprano se haga a un lado al verdadero y originario yo, entonces envejecido. Es difícil imaginar algo como afecto o respeto filiales por un núcleo solo no producido por apareamiento; y más difícil aún es pensar en un nuevo yo de uno mismo, autogenerado, como en algo más que un huérfano absoluto y desolado. Y no hablemos de la compleja relación interpersonal implicada en el criarse uno mismo desde la infancia, con todo lo que ello implica: enseñar a hablar, reforzar la disciplina, inculcar buenas maneras, y todo lo demás. ¿Cómo se sentiría usted si se transformara en un incorregible delincuente juvenil por procuración, a la edad de 55 años?

Las cuestiones públicas son evidentes. ¿A quién se seleccionaría y sobre la base de qué cualidades? ¿Cómo manejar los riesgos del mal uso de la tecnología de la "clonación", cuando la exigen personas ricas y poderosas, pero socialmente objetables?; ¿qué resolver respecto a la "clonación" ordenada por los gobiernos con el fin de producir masas estúpidas y dóciles que desempeñen los más bajos trabajos del mundo? ¿Cuál será el efecto del parecido idéntico entre las personas clonadas sobre el resto de nosotros no "clonados"? Después de todo, nos hemos acostumbrado a lo largo de cientos de milenios a la alegría continua de la singularidad; cada uno de nosotros, en sentido fundamental, difiere totalmente de los otros 4.000 millones de habitantes de la Tierra. La singularidad del yo es un hecho esencial de la vida. La idea de la falta de singularidad del yo, más exactamente el parecido idéntico entre humanos, es aterradora, si se piensa en ella.

Bueno, no se piense en ella, porque no es una posibilidad probable ni aun en el distante futuro, según mi opinión. Estoy de acuerdo en que podría "clonarse" a algunas personas que en lo físico se parecerían pasmosamente a los donadores de las células originarias; pero lo más probable es que fueran casi tan diferentes como usted y yo, y, seguramente, más diferente entre sí que los gemelos idénticos de hoy.

El tiempo requerido para el experimento es sólo uno de los problemas, pero formidable. Supóngase que se quisiera "clonar" a un diplomático prominente, espectacularmente eficiente, para que se hiciera cargo de los problemas del Medio Oriente en el distante futuro. Habría que encontrarlo y persuadirlo, algo probablemente no muy difícil, y extirparle una célula. Pero después habría que esperarse que transcurriera su vida embrionaria y luego otros 40 años, cuando menos, además de que habría de asegurarse de que todos los observadores se mantendrían pacientes y sin entrometerse durante su infancia y su adolescencia no prometedoras y ambiguas. Más aún, habría que tener la seguridad de recrear su ambiente, tal vez hasta el último detalle. "Ambiente" es una palabra que en realidad significa personas, de modo que tendría que "clonarse" a muchos más y no sólo al diplomático.

Esta es una parte muy importante del problema de la "clonación" en gran parte pasada por alto a causa de la excitación suscitada por el individuo "clonado" mismo. No se tiene que estar de acuerdo en todo con B.F. Skinner para reconocer que el ambiente produce diferencias, y cuando se examina lo que realmente queremos decir con la palabra "ambiente" se llega a otros seres humanos. Para esto usamos eufemismos y jerga como "fuerzas sociales", "influencias culturales" e incluso la "comunidad verbal" de Skinner; pero lo que se quiere indicar es la densa multitud de personas cercanas que se relacionan con el individuo y le hablan, escuchan, sonríen, fruncen el ceño, le dan, le rehúsan, le tocan suavemente con el codo, lo empujan, acarician o azotan. No importa lo que diga el genoma, esas personas influyen muchísimo en la formación del carácter. Efectivamente, si sólo hubiera el genoma, sin ninguna persona alrededor, criaríamos una especie de vegetal vertebrado y nada más.

Así, para empezar, indudablemente sería necesario "clonar" a los padres. Esto es indiscutible. Lo cual significa que el diplomático queda fuera, aun en teoría, ya que no podrían haberse obtenido células de sus dos padres en el momento en que él apenas sería reconocible como un precoz tesoro social. La lista de clonas tendría que limitarse a seres ya certificados como suficientemente valiosos y merecedores del esfuerzo, con ambos progenitores aún vivos. Sería necesario "clonar" a los padres y, por conveniencia, también a los padres de éstos. Supongo que también se necesitarían las formas acostumbradas de consentimiento informado, llenadas y firmadas, no fáciles de conseguir, si es que conozco a los padres, y más difíciles aún en el caso de los abuelos.

Pero esto es sólo el principio. Según el pensamiento psiquiátrico actual, es toda la familia la que en realidad influye sobre cómo resultará una persona, no sólo los padres. "Clónese", pues, a toda la familia. ¿Y entonces qué? La forma en que se desarrolla cada miembro de la familia ya ha sido determinada por el ambiente que lo rodea y ese ambiente lo forman otras personas, personas ajenas a la familia, compañeros de escuela, conocidos, amantes, enemigos, compañeros de medio de transporte e incluso, en circunstancias especiales, extraños peculiares al otro lado del pasadizo del tren subterráneo. Encuéntreselos y "clóneseles".

Pero el protocolo no tiene fin. Cada uno de los contactos externos tiene su propia familia que lo rodea, sus propios contactos externos y los contactos externos de su familia. "Clónese" a todos.

Para hacer las cosas adecuadamente, con alguna esperanza de terminar con el duplicado genuino de una sola persona, en realidad no se tiene opción: Habría que "clonar" al mundo, nada menos.

No estamos listos para un experimento de esta talla ni creo que lo deseemos. Porque significaría reemplazar al mundo de hoy por un mundo enteramente idéntico que lo continuara inmediatamente, y esto quiere decir que no habría niños nuevos, naturales, espontáneos, casuales. No habría niño alguno, excepto los dobles fabricados de quienes ahora están en escena. Además de todos estos adultos idénticos, incluyendo a todos los políticos de hoy, todos vistos dobles. Sería demasiado para poder contemplarlo.

Más aún, cuando todo el experimento hubiere terminado por fin, dentro de unos 50 años ¿cómo podría conseguirse un científico responsable para que interpretara el resultado? En alguna parte estaría el "clonado" original, probablemente perdido e ignorado, entonces de mediana edad; pero todos a su alrededor serían duplicados exactos de cada uno de los de hoy. Sería el mismo mundo de hoy, Lleno hasta rebosar de duplicados de las personas de hoy y con sus mismos problemas duplicados, todos ellos probablemente resentidos por haber tenido que pasar por todo el proceso en cuestión, suficientemente irritados con el "clonado" como para causarle trastornos sin fin si lo encontraran.

Y evidentemente, si todo se hiciera con la máxima corrección, todavía se estaría tratando de encontrar maneras de resolver el problema de la insatisfacción universal y, tarde o temprano, con toda seguridad, empezaría la gente a mirar en torno, a contemplarse unos a otros, preguntándose quién debería ser "clonado" por su valor especial para la sociedad, y librarnos nosotros de todo esto. Y así seguiría en ciclos regulares, quizá para siempre. Una vez atravesé una etapa en la que imaginaba cómo sería el infierno y estiraba mi imaginación para ver si podía pensar en la condenación perpetua. Tengo que confesar que nunca pensé en algo como lo que acabo de describir.

Si se busca la manera de salir de esto, yo puedo sugerir una alternativa. Hágase la "clonación" a un lado y no se intente más. En vez de ello, váyase en la dirección opuesta. Búsquense maneras de obtener mutaciones más rápidamente, una nueva variedad, cantos diferentes. Diviértase por ahí si es que ha de hacerlo; pero nunca con medios para conservar las cosas iguales, no importa qué o quién, ni siquiera usted mismo. El cielo, en alguna parte, allá, adelante, tiene que ser un cambio.

(Tomado de Thomas Lewis, La medusa y el caracol, Fondo de Cultura Económica, México: 1982)