Prof. Ms.Arq.Irene Loureiro C.(*)
En cuanto a las teorías filosóficas, las dimensiones no presenciales del espacio, persigue aportar la discusión de LA IDEA DE RUINA DE BENJAMÍN : Idea de lo posible, de un lugar, de un espacio. Así mismo, y en cuanto a arquitectura, la idea del conocimiento integral del patrimonio en ruinas, interpretándolo como una suma de partes y no como un proceso en sí mismo, sino como un medio para la conservación de su carácter de ruina. La imagen de la ruina es lo que queda después del objeto, es decir, significación, consolidación de una estructura: La representación de la ausencia. Entenderemos de esta forma a la Ruina dentro de sus valores como “El espacio no presencial del Patrimonio histórico”, es decir, podemos sentirlo pero no podemos ordenarlo.
El enfoque presentado es hacia la necesidad de comprender el concepto de Ruina desde el punto de vista arquitectónico (la ruina de un edificio patrimonial en este caso), e ideológico y de lo que de este concepto pueda derivarse. Las ruinas en arquitectura son los procesos que presentan mayor dificultad para su lectura y compresión, porque se nos presentan irreconocibles por efecto del tiempo y de la acción humana, es decir, “que de su propia realidad, no podrían extraerse las leyes para su conservación” . Como problema urbano son considerados muchas veces como, “espacios vacantes” o “terrenos sin uso”, muy requeridos por la presión que ejerce la valoración del suelo urbano a pesar de los decretos de “zonas históricas” y la instancia legal que los califica con valor patrimonial.
“... Ruina será, pues, todo lo que da testimonio de la historia del hombre, pero con un aspecto bastante diferente y hasta irreconocible respecto al que tuvo primitivamente...”
“Con el concepto de ruina no se define una pura realidad empírica, sino que se enuncia un calificativo que compete a todo lo que sea considerado simultáneamente el ángulo de la historia y de la conservación; es decir, no se refiere solo y estrictamente a su consistencia en el presente, sino a su pasado, del que obtiene su único valor, y al futuro, respecto al cual debe ser asegurada su pervivencia; en definitiva, en cuanto vestigio o testimonio de la actividad humana y punto de partida de la acción de la conservación. Por ello sólo podrán considerarse ruinas aquellas cosas que den testimonio de un tiempo humano, incluso aunque no se relacionen a una forma perdida y recibida de la obra humana” .
Si analizamos la concepción de Kant del espacio, encontramos que es la forma como el hombre tiene de ordenar el mundo, como el hombre entiende la realidad y se entiende a si mismo: el espacio como conjunto de principios de regularización. Para el caso que nos ocupa, el paulatino deterioro, ruina y demolición de edificaciones o su sustitución por estructuras nuevas, siguen alterando calles y plazas, y reduciendo la extensión y calidad de nuestra conciencia colectiva, como realidad y como forma de ordenar el mundo.
Partiendo de esta idea podemos afirmar que el edificio no es el espacio que posee sino una forma o figura más allá del espacio que posee. Siendo así, la intuición es la única herramienta que nos va a permitir estructurar o concebir, desde el punto de vista ideológico (y no desde el de la investigación) el espacio de la ruina. Para la filosofía la intuición es todo aquello que se me da a la mente de una manera absoluta, total e inmediata. Kant , convierte el espacio en una intuición filosófica. El espacio en sí mismo deja de ser un problema y lo es la forma como YO ordeno la experiencia.
Si entendemos el concepto de Ruina en términos generales, y no, como parte del deterioro progresivo de la arquitectura, podemos entender que las cosas como ruinas las vivimos y al vivirlas las armamos, es decir, que la reconstrucción desde todo punto de vista opera desde la ruina. Cada vez que uno se acerca a “la cosa” como ruina, se plenifica como ruina. Se hace más completa. Se trata entonces de reinterpretar la ruina como algo que no es, pero que era o que es, pero no era. Es en las fisuras de las cosas y no en la complejidad de las cosas (lugares no resueltos – no elaborados o reelaborados), donde podemos ver despertar un objeto, en un objeto que no ha sido.
Lo nuevo, es la nueva experiencia contextual de la ruina, insertado dentro de los conceptos de Re-elaborar y Re-pensar de Benjamín . No es una experiencia de producción (al menos no al principio) sino de lectura e intuición. Pero cada intuición funciona de forma autónoma, con esto, mi intuición no es igual a la del otro. Nuevamente nos encontramos con el “Espacio no presencial” que es lo que acontece. El Espacio Liso y la Experiencia de recorrer. Este espacio no presencial de la Arquitectura en su forma de Ruina podemos leerlo de dos formas: Desifrandola, es decir, descubriendo entre líneas lo que nos está diciendo la ruina e Interpretándola, diciendo las cosas que no están ahí dichas.
Es sencillo entonces, pasar de estas afirmaciones a la idea de la Copresencia, la cual se fundamenta en el campo indeterminado de percepciones: continuidad. El espacio no es lo que percibo sino en lo que se fundamenta la percepción. Percibir es destacar, sacar del campo indeterminado. Se dan dos cosas a la vez: yo veo el espacio – yo estoy en el espacio. De tal forma que en el espacio no presencial de la ruina se generan muchos espacios, como modos de contar una historia. Maneras distintas de producir o reproducir las cosas aunque nunca se pierde el horizonte.
El espacio no existe, ni el que se piensa ni el que se siente, pues el espacio es una experiencia de desplazamiento y también se desplaza. Un flujo de conexiones. Una experiencia que tiene que ver con el contacto. El espacio experiencial: la experiencia del espacio, dónde somos y estamos, no físico – de significados. La presencia en cambio, y para diferenciarlas, es algo que se coloca ante mi de manera perfectamente delimitada como todo lo que son. A este respecto Hussert , presenta la CRISIS DE LA REPRESENTACIÓN, es decir, ver el mundo desde lo que el hombre piensa en términos ideales. Cuando revisamos a Derridá, Khóra entendemos que las cosas tiene dos formas de existir inscritas en la realidad, las enunciamos al convertirlas en ideas. En el caso de las ruinas y de forma individual en cada ruina, existirá lo que existe y está presente, sumado a la unidad potencial de lo que fue y lo que existe en mi intuición, para dar paso a estas dos realidades. Por ejemplo lo que sucede en la arquitectura pública con el espacio es un “tener lugar”, relaciones semánticas. El “Tener lugar” implica una experiencia, ocurre, sucede. Pero todo “tener lugar” tiene lugar en un lugar. La Copresencia puede ser lugar como campo indeterminado de percepciones.
La ceguera es lo que la presencia oculta, no lo que no está presente. Por tanto podemos pensar que todo lo que no observamos en la ruina, la totalidad de su unidad potencial, se encuentra en el espacio de la ceguera, pues está en “esa” presencia oculta de “lo que fue”. El espacio entendido desde la perspectiva de la acción y no como una cosa. Benjamín , en su noción de despertar, habla del momento de real conocimiento de algo (déjame ser y ser...) las cosas son lo que son y no lo que yo quiero que sean.
En síntesis podemos decir que con respecto a los espacios que encontramos en las ruinas tenemos entre los ya mencionados: El espacio de la ceguera que es EL ACONTECIMIENTO, el espacio de la experiencia que implica COMO SE FIGURA LO QUE ACONTECE y el espacio Ideal, el cual SE DEFINE DESDE LAS IDEAS CONJUNTOS Y PRINCIPIOS. El espacio ideal o estructural: puro, organizado, pensado, organizante, jerárquico, disposiciones, finalidades, medidas. Este último lo tomaremos como “ese” espacio que generamos a partir de las ideas o imágenes provenientes de nuestra intuición, cuando nos referimos a la reconstrucción imaginaria de una ruina.
El tratamiento que se ejerce sobre una ruina lo definirá, desde el punto de vista de la restauración arquitectónica, el juicio histórico o para el caso del estudio filosófico, el análisis de espacios que se haga sobre ellas, y su reconocimiento excluye categóricamente la posibilidad de una intervención directa con fines reintegrativos. La única operación aceptable conceptualmente, es, en primera instancia, la de su consolidación y conservación. La reconstrucción esta totalmente proscrita aún cuando se contase con una basta y amplia información documental.
“De ello resulta que la obra de arte reducida al estado de ruina ve depender su conservación como ruina fundamentalmente del juicio histórico que la envuelve; de ahí su equiparación en el plano práctico con los productos de la actividad humana que no pertenecieron al ámbito del arte, los cuales, aún habiendo perdido su funcionalidad, todavía mantienen al menos una parte de su potencial histórico, lo que en la obra de arte, con el deterioro de sus aspectos estéticos, aparece en cambio como el resultado de una desclasación.”
“Será estéticamente una ruina cualquier resto de una obra de arte que no pueda ser devuelto a su unidad potencial sin que la obra se convierta en una copia o una falsificación de sí misma” …“ Pero el concepto de ruina desde el punto de vista artístico presenta complicaciones que no pueden obviarse, como es la eventualidad de que la ruina se integre en un determinado complejo monumental o paisajístico, o bien defina el carácter de un lugar. Esto, que puede parecer una excepción meramente empírica y ocasional, en realidad no lo es, puesto que a la delimitación negativa del concepto de ruina como resto de una obra de arte que no puede ser devuelta a su unidad potencial, se contrapone la definición positiva de ser un fragmento de una obra de arte que, sin poder alcanzar de nuevo su unidad potencial, se vincula a otra obra de arte, de la que recibe y a la que impone una especial calificación espacial, o condiciona un entorno ambiental dado” .
Debemos tener claro, que por tener la ruina la doble instancia, la de la historicidad y la de la condición estética, no es necesario llegar al restablecimiento total de su unidad potencial originaria ya que con esto podríamos destruir su autenticidad, planteándonos una nueva realidad histórica (producto del espacio ideal), que sería falsa. Tenemos que aceptar a la ruina sólo como vestigio de un monumento que puede ser histórico o artístico, donde lo mejor que podemos hacer con ella es dejarla y respetarla como está, tomando únicamente medidas de conservación.
Dicho en otras palabras, una ruina sólo será considerada ruina, en la conciencia colectiva, cuando ésta haya perdido ese carácter indisoluble con lo que es el ambiente paisajístico que le rodea en su nueva realidad, mientras que la misma ruina, podrá ser considerada monumento (Bien de interés cultural), e importante para la colectividad, siempre que permanezca en su propia espacialidad y no, en espacios vacíos y abstractos que muchas veces queremos imponerle a los monumentos, sean ruinas o no.
Giovannoni , hizo una distinción conceptual entre los monumentos “muertos” y los monumentos “vivientes”, incluyendo entre los primeros las ruinas que ya no pueden ser utilizadas y que, por lo tanto, deben ser básicamente conservados y consolidados no habiendo razón para completarlos. Sin embargo, Pane y Gazzola, añaden un punto que consideramos de suma importancia, tanto para la actividad conservacionista en sí misma como para el tema de las ruinas:
“debe destacarse la distinción entre monumentos “vivos” y monumentos “muertos”, porque esta distinción está basada en datos subjetivos y empíricos. Si por “vivo” se quiere referir a un monumento que es todavía utilizable, sabemos bien que muchas ruinas están más vivas y son más utilizables que ciertos monumentos aún en uso; el concepto general de utilidad, bien entendido, no puede estar limitado a una condición de ocupación material...”
Se trata pues del estudio de una ruina desde el punto de vista físico con el objeto de su vitalización e incorporación a la sociedad que la produjo y no como objetos incomprendidos, inactivos y distantes, sino como elementos activos de su desarrollo y proceso evolutivo.
Como idea general se citan algunas secciones de los textos mencionados a lo largo del artículo.
BENJAMÍN. “La Noción de despertar”.
BRANDI, Cesare. “Teoría de la Restauración”. Alianza Forma. Madrid.
Obra citada. Cit. 2.
Obra citada. Cit. 2 - 3.
KANT, Inmanuel. “La Crítica de la razón pura”. Alfaguara.
Obra Citada. Cit. 5.
Obra citada. Cit. 1
HUSSERT, Edmund. “Ideas, para una fenología pura o una filosofía fenomenológica”. FCE.
DERRIDÁ, Jacques. “Khóra” y “Notas a Khóra” “The politics of Friendship”. The journal of Philosophy. Noviembre 1988.
Obra citada. Cit. 1 – 7.
Obra citada. Cit. 2-3-4.
Obra citada. Cit. 2-3-4-11.
GIOVANNONI, Gustavo. “La restauración monumental. Desde Viollet Le Duc a Camilo Boito”.
PANNE y GAZZOLA, Pierro. “La restauration des Monuments Historie”. Dans la conservation et la restauration des
monuments et des batiments. Serie Musee et Monuments XIV. París.
(*) Departamento de Diseño Arquitectura y Artes Plásticas
División de Ciencias Sociales y Humanidades
Universidad Simón Bolívar
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Universalia nº 22 Sep-Dic 2004