Un intento de pintar un retrato del sentimiento de la soledad
Daniel Lara
LA PREPARACIÓN DEL LIENZO SOBRE EL CUAL VAMOS A PINTAR
Es siempre necesario comenzar por prepararse. Inclusive en el creativo mundo de la pintura donde algunos artistas dicen no saber lo que pintan hasta haberlo terminado. Pero inclusive en esa circunstancia donde no parecieran existir fronteras y todo está permitido existen premisas sobre las cuales se construye, en este caso, la pintura. Esto es aún más cierto en cualquier escrito: ensayo, monografía, carta. Hay que sentar las bases e informar al lector de qué es que se le va a hablar. Así pues, sacamos nuestro lienzo en blanco y lo ponemos en frente de nosotros. En él intentaremos delinear un sentimiento, dándole forma y color a través de las emociones y sensaciones; sentido y propósito a través del contexto y experiencia lógica.
El retrato se transformará pasando de tener formas concretas a abstractas; por lo que la imagen final más que un solo resumen visual será una cadena de ellas. Como cualquier pintura, representan una visión subjetiva en extremo. Una ventana de la realidad vista de una única perspectiva. Con una recolección de conocimientos y experiencias de todos y de nadie, que después de estar tanto tiempo presentes en el discurrir mental del pintor dejan de tener un autor y pasan a formar parte de sus creencias e ideales y surgen finalmente a través de los pinceles y colores.
Conoceremos a un individuo que servirá de modelo. Nos guiará a través de los siguientes “tipos o niveles de soledad”:
1. Soledad física: se refiere a la situación en la que el sujeto está literalmente sólo. No hay presencia de ningún otro ser con el que puede interactuar. Se explorará lo que se experimenta por la deprivación física de compañía, donde el sujeto experimenta otra serie de sentimientos solo: alegría, miedo; y se estudia cómo altera la presencia de otra persona la experiencia de ellos.
2. Soledad social: un nivel más profundo que la soledad física. En términos materiales se está acompañado de otros seres y personas pero no hay una conexión social real: bien sea de amistad, camaradería o simple compañerismo. Se explorará la situación en la que el sujeto a pesar de estar rodeado de gente no logra conectarse con su entorno y se mantiene sólo mientras está acompañado. Sin poder compartir su vida con otros, sus logros, sus fracasos, sus tristezas y su alegrías.
3. Soledad íntima: un nivel más profundo que la soledad social. Definiremos la situación como la falta de una persona con quien se puede compartir la esencia de lo que se es, dos personas que profundamente se comprendan mutuamente. Se le asignó “íntima”, pero igualmente le llamaremos romántica e incluye la compresión tanto mental como física.
4. Soledad espiritual/trascendental: definitivamente el nivel más profundo de soledad que pudimos concebir en el momento de delimitar los casos que queríamos explorar. Para estudiar este “tipo” de soledad colocaremos al sujeto en una situación donde pierde la fe en su espíritu y en el hecho se ser un ente que trascenderá hacia algo más grande que él mismo; se explorará el sentimiento que experimenta al verse encontrado solo frente a su mortalidad, temporalidad e increíble consciencia de existencia de sí mismo.
El mero intento de clasificar la soledad en tipos es únicamente una preparación, una base, para el desarrollo posterior. Estas disgregaciones no pretenden ser conceptuales ni mucho meno certeras, simplemente los marcos dentro de los cuales se intentará pintar el retrato.
“Mi nombre es Fulanito de Tal, o aún mejor, John Doe como me suelen llamar los Norteamericanos. Simplemente como mi nombre lo dice soy no más que cualquiera. Una persona común: tan única como el universo mismo, pero simultáneamente regular, indiferenciable en la multitud. He estado solo, en innumerables ocasiones y de distintas formas, pero no fue hasta hace poco que me di cuenta que realmente estaba solo…”
¿Por qué hablar de la soledad? ¿Por qué no hablar de la tristeza?. Ciertamente la soledad es algo que parece estar y acompañar al hombre a lo largo de toda su existencia. La verdad es que en esencial el hombre está “solo” separado físicamente de su ambiente y otros seres. Aún cuando se puede argumentar que “llevamos un gentío encima” como ha sido ampliamente discutido en el curso “Afectos y vida cotidiana”, a ese gentío lo agruparemos en un único ser: separado del resto.
Al nacer lo hacemos solos. Es una experiencia por la que indudablemente debemos pasar. Y aún cuando el doctor asiste el alumbramiento y la madre ha pasado nueve meses arduamente gestando al nuevo ser, el nacimiento es algo que intrínsicamente marca el comienzo de una vida única, separada e independiente. Igualmente al morir lo hacemos solos. El partir de este mundo es algo por lo que eventualmente todos vamos a pasar y muy a nuestro pesar sólo estaremos allí en ese crucial momento nosotros mismos. Es que a pesar de ser algo que pareciera estar tan íntimamente ligado con el hombre y su individualidad y unicidad, constantemente nos encontramos huyendo de la soledad. Así que la pregunta es: ¿Por qué NO hablar de la soledad? ¿ Por qué no pasar un brevísimo instante de tiempo meditando en lo que sentimos cuando estamos solos?
FORMAS BASICAS, TRIANGULOS, CUADRADOS: LO HECHO QUE CONSTRUYE
La primera instancia de la soledad es estar solo. Literalmente estar solo, no acompañado de ningún otro ser. Ciertamente descrito al extremo en la película el Náufrago, donde Tom Hanks, el protagonista, sufre un accidente aéreo y es el único sobreviviente, quedando varado en una isla inhabitada donde los equipos de rescate no llegaban. Separado de la sociedad humana y de cualquier contacto con ser vivo de alto nivel.
El estar sólo literalmente parece inducir una interpretación de la realidad distinta a la hecha en compañía.
“Así como aprendí a hablar, sumar, restar y pensar, aprendí a tener miedo. Sin razón aparente ni sentido. Me encontraba en una circunstancia en la que aprendía que la magia y las fantasías infantiles eran no más que eso: fantasías, no reales. Mis padres me estaban demarcando lo que representaba el mundo y todo aquello inexplicable no era más que algo no cierto. Así pues todo aquello que no entendía o me parecía demasiado terrorífico, sencillamente lo descarté como fantasía y no real. Paralelamente con aprender a distinguir lo cierto de lo que no lo es, ocurrió el encuentro con la lógica, gracias a la cual podemos llegar a conclusiones y seguir discursos. Fue en este momento donde me encontré frente a frente con lo que a mi entender era un muy buen documentado y “lógico” programa sobre la vida fuera del planeta. Todo aquello desencadenó mi recién aprendida lógica, y me llevó a creer y temer a los seres extraterrestres. Aún cuando me repitiera que no era algo de temer, inconscientemente estaba convencido, no sólo de que existieran, sino que existían motivos para estar asustado. Sin embargo, no pasaba todo el tiempo asustado de los “Aliens”, de hecho, únicamente afloraba el miedo cuando no estaba acompañado. Bastaba la presencia de alguien para asegurarme que nada podría pasarme: ¿Qué realmente pensaba yo que podría hacer la otra persona?... ¿Qué?... NADA… En el medio de la noche solo en un cuarto encerrado, el miedo se apoderaba de mí, de repente entraba en un estado de paranoia total. De cualquier lado podían llegar. Y todos esos sitios en la casa ahora sin guardia parecían tan vulnerables. Poco a poco sentía como un frío helado en el estómago me
hacían instintivamente querer salir corriendo. Por lo general esas noches de terror terminaban conmigo durmiendo en el piso del cuarto de mi hermana menor. Sencillamente el estar allí acompañado anulaba todo lo demás. Realmente no era lógico: ciertamente mi hermana no podría defenderme ni protegerme de nada. Más al estar allí acompañado todo se veía de forma distinta“
En una circunstancia en la que el sujeto está solo, parece entrar en un estado de miedo irracional que no puede controlar. Si analizara la situación objetivamente se daría cuenta que el miedo es irracional: Existe la probabilidad que en efecto no exista la vida en otro planeta, y si es así podría no estar más avanzada que nosotros por lo tanto igualmente aislada como nosotros en su planeta hogar, y en el caso de existir y ser más avanzados que nosotros, por qué lo escogerían a él entre tantas personas en el planeta. Realmente las probabilidades de que la situación, a la cual le tiene miedo, ocurra son mínimas. Sin embargo, a pesar del análisis, el miedo continúa. Hasta que encuentra compañía. Esta compañía realmente no es una variable que modifique sustancialmente la situación, debido a que si ocurriese el evento temido, la compañía no podría hacer nada para evitarlo. Pero aún así el miedo desaparece: es como si la presencia de la otra persona despejara al sujeto y le permitiera hacer el análisis lógico que nosotros hicimos y alcanzar la calma. El estímulo de NO estar sólo pudiera modificar la perspectiva del sujeto. Igualmente ocurre en otras circunstancias, donde la presencia de otra persona aumenta la confianza de un individuo en frente a una tarea específica. Ya sea un proyecto intelectual o una pelea a puños.
Regresando al ejemplo de la película El Náufrago, nuestro protagonista luego de pasar un tiempo bajo esta soledad física absoluta, decide que tiene que suicidarse. En la isla tiene todo lo que necesita para biológicamente sobrevivir, y aún así decide que la única salida es el suicidio. La compañía física es sumamente importante y clave para el desarrollo normal de la vida del hombre: tal como se encuentra en la literatura, el hombre es un animal social. Sin embargo, el protagonista no se suicida, sino decide “inventarse” la compañía. Una pelota de volleyball con una cara dibujada en sangre representaba a Wilson (venido de la marca de la pelota) el compañero del náufrago. La cara de su nuevo amigo, siempre ahí hecha de su propia sangre, era el recordatorio permanente del significado de este ser virtual: lo único deteniéndolo de ponerse la soga en el cuello. Así pues se inventó una compañía, e igualmente se vio el mismo comportamiento en el náufrago: cambió su perspectiva de la situación. Pasó a dedicarse a su nueva vida de supervivencia compartiendo y discutiendo con “Wilson”. Y es que debía tratar a Wilson como un ser existente en todo momento, porque sólo sobreviviría a su asesino, si nunca dejase de creer en su propia mentira.
“Hoy fue uno de esos días en donde todo sale mal. Simplemente el mundo parecía estar en contra de mi. Como una avalancha, una gigante bola de nieve cayendo y creciendo, los eventos negativos parecen atraerse entre sí. Por lo que cuando las cosas salen mal, todo parece salir mal. ¡No quiero ver a nadie! ¿Qué? ¿Que quieres? ¡No me pidas nada! ¡No voy a ayudarte con nada! ¡Déjame en paz! ¡Ahhhhhhhh! ¡Cállate! Hoy no puedo soportar a nadie sencillamente no tengo la paciencia, necesito estar solo. Necesito pensar. Meditar en qué es lo que estoy haciendo y por qué las cosas están sucediendo de esta manera. Umm ¿qué es lo que estoy haciendo mal?...”
Ciertamente la soledad física no es siempre un elemento que confunde al individuo y pareciera enturbiar su visión. Igualmente existen ocasiones en que el individuo necesita separarse de la sociedad, “desacompañarse”, para hacer una revisión interna. Es necesario estar físicamente sólo para abstraerse y dialogar con uno mismo, en un proceso de autoevaluación, de autodescubrimiento. Ciertamente no es posible un diálogo con el Yo interior cuando se está con alguien más, no solamente por la bastante obvia razón de que para el tercer participante el Yo interior es absolutamente invisible, sino que en el momento que un individuo debe proyectarse hacia fuera para conectarse con su acompañante deja de estar conscientemente en contacto con este otro él. Simplemente habla con uno o lo hace con el otro.
Así pues, el “estar físicamente” solo no es un sentimiento como tal, sino es más bien una circunstancia, es el objeto desencadenador de emociones. Y aún cuando no siempre él es bloque de construcción inicial hacia sentimientos más complejo de soledad lo es en bastantes casos. Ahora bien, de forma de conceptualizar concretamente nuestro bloque inicial del camino hacia la soledad, le agregaremos otra dimensión a este “estar solo” del que hemos hablado: mental. Así pues podemos estar físicamente solos o mentalmente solos. Usando este nuevo planteamiento dejamos sentado el objeto objetivo del sentimiento de la soledad.
AGREGAMOS CONTEXTO A NUESTROS TRIÁNGULOS Y CUADRADOS: EMPEZAMOS A CONECTAR LAS FORMAS
Ciertamente estar acompañado o no es una primera etapa de la soledad, sin embargo, no es absoluta. Un individuo puede estar acompañado de muchísima gente e igualmente sentirse tan sólo como nuestro amigo náufrago, inclusive más, porque Tom Hanks tiene a su compañero Wilson. Es aquí donde entra la segunda dimensión mental, el hecho de conectarse con otros. El hombre no busca únicamente estar acompañado sino compartir con el acompañante, interactuar, para finalmente llegar a ser comprendido. Es como si el sujeto necesitara de ser visto, identificado, y comprendido por otro para poder afirmar el hecho que no está sólo. La gente se pasa toda su vida en búsqueda de lazos y pruebas de que está acompañado, porque lo cierto es que físicamente estamos separados del resto de las personas, y es sólo a través de la interacción que se llega necesariamente a una comprensión y reconocimiento mutuo que establece una conexión que enmascara nuestra separación física.
“Estoy atrapado en la cotidianidad de mi vida. En la repetición incansable de las mismas rutinas de siempre. Observando la vida detrás de una pared de cristal. Viendo como todo parece ocurrir alrededor de mi, mas nunca a mi. ¡Que insensato pretender repetir lo mismo una y otra vez y pretender obtener resultados distintos! Estoy viendo cómo pasa mi juventud delante de mí y yo no hago nada para vivirla. Encerrado en esta serie de pasos seguros que he memorizado fielmente, de los cuales no me quiero separar. Así pues, asisto a mis clases donde veo a las mismas personas día tras día. Atrapados en un pequeño salón con solo milímetros de separación; pero aún así estoy solo. Tan cerca pero tan lejos. Las conversaciones se hacen tan difíciles, sencillamente no les interesa lo que me pasa, no les interesa en lo absoluto. Pero cómo puedo pretender que yo sea importante para ellos, ¡si ellos no lo son para mí! ¿Cómo esperar que lloren mi eventual partida, si la imagen de ellos desapareciendo de la tierra no me inmuta en lo absoluto? Así es como me encuentro en el medio del océano Atlántico pero estoy completamente seco. Encerrado en este círculo vicioso donde pretendo que mis acompañantes se preocupen por
mi, me reconozcan y me entiendan, cuando yo no hago nada para que así ocurra y no me preocupo, reconozco ni entiendo a ninguno de ellos. Y que diferente es la alegría, que diferente es el logro, que diferente es el triunfo cuando no se tiene con quien compartirlo y celebrarlo. Alcanzar una meta simplemente deja un vacío enorme, una impresión de que lo logrado no tiene valor absoluto. Así es como entonces me encuentro moviéndome a través del pico de mi vida como un robot, movido por la inercia inicial del primer impulso, y sin fuerzas necesarias para modificar mi curso: destinado a no ver paisajes diferentes, porque sigo tomando la misma ruta. Como lo dijo Newton, un cuerpo tenderá a mantenerse en reposo o movimiento a menos que una fuerza externa modifique su estado. Y es que la clave esta en “fuerza externa” es necesario que venga energía que no pertenezca al cuerpo físico en movimiento/reposo para poder alterar su condición. Es análogo a mi incapacidad de dejar de estar solo y conectar. Necesito esa fuerza externa, necesito que alguien me reconozca y quiera conectarse conmigo…”
Vemos que es posible continuar estando solo aún cuando físicamente nos encontremos rodeados de personas. Sin embargo, es importante discretizar dos niveles: ciertamente la afectividad de nuestro sujeto si no tuviera a sus compañeros alrededor sería completamente distinta, el simple hecho de estar acompañado ya cambia la perspectiva. Lo que ocurre es que al satisfacer el acompañamiento físico es necesario, pasar a satisfacer un nuevo nivel, el acompañamiento mental. Es así como es posible estar solo aún si físicamente no se esté. Más no es posible conectar mentalmente si no se está físicamente acompañado. Vemos que el primero es un primer escalón y el segundo se construye emocionalmente sobre él. Por lo que se puede concebir que no exista el segundo escalón aún cuando existe el primero. Tenemos lo siguiente:
En la construcción esquemática se puede ver como a medida que vamos subiendo en la pirámide apenas en vías de ser terminada, la afectividad de la soledad se va haciendo mucho más compleja y abstracta, apelando cada vez más a satisfacer necesidades psicológicas. Mientras que en la base, pareciera tratarse de necesidades casi biológicas y de supervivencia. Podríamos pensarlo en una especie de instinto que impulsa al hombre a buscar a sus semejantes de forma de aumentar sus probabilidades de subsistencia y progreso.
Igualmente ocurre con nuestro ejemplo del Náufrago. En una primera instancia debe crear este ser imaginario-simbólico, para generar un estado de pseudo-acompañamiento. De forma de calmar este instinto inicial de necesitar estar cerca de alguien. Pero luego él debe interactuar con “él”, dándole personalidad, todo el tiempo “actuando” como si Wilson realmente estuviese comprendiéndolo. El náufrago consigue con este auto-engaño, crear una situación donde se obliga a creer que esta proyección de si mismo en el objeto inanimado está conectándose mentalmente con él, escapando apenas, del segundo escalón que hemos descrito.
Pero qué ocurre cuando se logra conectar con individuos en los alrededores. Qué pasa luego de que se logra el entendimiento mutuo grupal, cuando se alcanza el acompañamiento mental, y se supera la segunda dimensión de estar físicamente sólo. Surge un nuevo escalón, una capa más profunda y compleja de estar sólo.
LE DAMOS COLOR Y SIGNIFICADO A NUESTRA PINTURA: YA LOS TRIANGULOS Y CUADRADOS NO SON TRIANGULOS NI CUADRADOS
Ya no se está acompañado por otros individuos y se forma parte de una colectividad donde hay reconocimiento, comprensión e interconexión mutua. Es ahora donde se da el salto a una necesidad más compleja y profunda: lo romántico. Ahora no sólo basta con la superflua conexión grupal hecha en la pequeña colectividad. Es necesario una relación mucho más profunda con un único individuo. Donde exista adoración mutua, curiosidad de conocimiento personal mutuo, genuina preocupación por el otro, llegando a convertirse en la extensión del otro: Es la culminación del estar solo, es convertir a otro individuo en el comienzo y final de tu propio ser, un último intento en desterrar la posibilidad de estar solo. Y es que en efecto en la consumación de esta interconexión es donde el sujeto deja de estar físicamente separado de cualquier otro ser luego de haber nacido en este mundo. Es en este acto donde dos se convierten en uno, infinitamente acompañados uno por el otro.
Es en este siguiente escalón donde surge la necesidad de volcar la propia existencia hacia otro individuo. La muy tangible posibilidad de terminar con el hecho de estar solos que nos abofetea desde el momento en que nos separamos de nuestras madres. Y es así como la posibilidad de la panacea hace que su falta genere un sentimiento opuesto en igual proporción y magnitud. Una soledad profunda, donde nos sentimos incompletos, porque de repente nos damos cuenta que nuestra otra mitad está allí afuera en algún sitio, y que sin encontrarla seremos por siempre una única mitad.
“Muchos años han pasado desde que superé el miedo irracional a la oscuridad, hace mucho que estoy lo suficientemente acompañado para entender a que debo tenerle miedo y a que no. Ya he pasado por años de actividades y trabajos diversos y con ellos han venido e ido compañeros, amigos y colegas, con los que he compartido y filosofado de lo que es ser y no ser. Sin embargo, me siento más solo que nunca, esencialmente incompleto, incomprendido en extremo. Sé que existe y está afuera, esa otra parte de mi mismo, que está buscándome con igual empeño que yo lo hago a ella. ¡Sí existe! Debe de existir. Tiene que existir, porque en mi cabeza la he pensado construido y reconstruido un millón de veces. Simulado nuestros encuentros, y escuchado plácidamente nuestras conversaciones. Si sólo pudiera extender la imagen en mi cabeza, pensarla con tal intensidad de hacerla real. O poder vivir por siempre encerrado en ese mundo ideal donde ocurre una y otra vez que la encuentro. Y es que no tiene sentido continuar si no está aquí conmigo. Por que seguir, si sólo con ella podré extender mi ser al infinito y dar un vistazo a lo que significa vivir para siempre.”
Pasamos así un siguiente escalón en la pirámide de la soledad que venimos de alguna forma u otra caracterizando. En la que la falta de una compenetración sublime con otro individuo ocasiona un vacío afectivo que ocasiona que el resto del mundo alrededor deje de tener importancia, todo se enfoca en la falta de esa persona: en esa soledad.
Podemos ver cómo el nivel de abstracción afectivo nos dejan ver que este nivel de estar solo ya comienza a ser lo que hemos definido como sentimiento en el curso “Afectos y vida cotidiana”: el estado donde se toma un objeto-estímulo y se internaliza, desde donde se analiza y ve desde todos los puntos posibles, donde ocurre un proceso de abstracción que induce a la reflexión.
Y es que es tan cierto que este estado afectivo de soledad íntima es tan intenso, que es una de las mayores fuentes de inspiración del arte y de la vida cotidiana. Y es que todo gira alrededor de la satisfacción de esta soledad, es que la vida misma es una historia de encuentros, y la existencia misma de la vida depende en el impulso que esta soledad genera. Basta con escuchar la radio o ver la televisión para escuchar historias y canciones cuyo centro radica en la soledad de algún individuo. Cuántas canciones tristes de despecho no nos llegan y conmueven, colocándonos en el mismo nivel afectivo que el cantante. Es como si el autor hubiese podido traducir en música el sentimiento. Así el resto del mundo al escucharla identifica el sentimiento en la música y ésta recuerda la propia soledad. Nuestra vida cotidiana está rodeada de creaciones producto de esta soledad, constantemente recordando que existimos y vivimos para huir y acoger apasionadamente este tipo de soledad.
Así pareciera que hubiéramos llegado a la cúspide de lo que puede significar estar solo. Vemos que la soledad íntima rodea toda nuestras vidas cotidianas y se presenta casi como un absoluto durante la plenitud del sentimiento. Sin embargo, indudablemente sin importar si se ha podido encontrar a esa persona/complemento surge la pregunta: ¿Y que pasa cuando desaparezcamos de la faz de este planeta?. Sin lugar a dudas, estamos conscientes de nuestra existencia, tanto como de nuestra mortalidad. Qué ocurre después de esta vida es una de las preguntas más fundamentales aún sin respuesta… por lo menos no una respuesta más cierta que la que el naufrago se dio a sí mismo cuando conoció a Wilson.
Y DE REPENTE OCURRIÓ EL MILAGRO: LA PINTURA TOMÓ VIDA Y
MÁS QUE TENER SIGNIFICADO, PASÓ A SER Y EXISTIR
“En un momento de reflexión pensé en lo poco que sé de historia. Pero aún cuan breve a sido mi contacto con el conocimiento del pasado, me he dado cuenta que Dios existe desde que nosotros mismos existimos, o por lo menos desde que estamos conscientes que existimos. Vemos como la religión ha guiado la vida de las personas y conducido la evolución social de nuestros antepasados. Más que un refugio espiritual era la excusa para ordenar la vida en colectivo. Al mismo tiempo de satisfacer todas las preguntas sobre nuestra propia mortalidad y debilidad. Y es que gracias a la religión los judíos han podido sobrevivir miles de años, como una sociedad. Y pobre de aquel que se atreva a discutir la veracidad de la religión y de sus explicaciones de la vida. Ciertamente una regla de oro, porque basta abrir la posibilidad de cuestionar la existencia de ese ser superior para caer en el más profundo abismo que se pueda imaginar. Y es que al pensar en la maravilla ingenieril de nuestro cuerpo nos regocijamos en la seguridad de estar protegidos y guiados por aquel eterno Ser. Pero pensemos en las partes, las células, la sangre, un órgano interno cualquiera, las neurona, las miles de hormonas y diferentes componentes químicos, un embrión de pocas horas de gestación. Cualquiera de ellas simples cosas, componentes. Más a su conjunto lo llamamos hombre y afirmamos que tiene que ser más que cuerpo y sangre: tiene que ser espíritu también, y trascender. No cabría preguntarse donde está esa fina línea donde los miles de átomos de carbono se transforman en vida, y luego en un ser que sobrepasa la materia para pretender poseer una esencia eterna. Y es que cuando al pensar en la idea de este espíritu eterno, en la cantidad de gente que ha existido y existirá, en de dónde vienen estos espíritus y en el cómo todo ha podido explicarse por una lenta evolución y transformación de algo más sencillo, surge la duda: ¿realmente existe Dios?. Y es en ese instante de duda cuando ocurre el más horrible vacío interno. Como si te chuparán desde adentro todo lo que eres, o piensas que eres, por un brevísimo instante. Sientes como cae una helada corrientes de hormonas de miedo que raspan todo tu pecho. Y entras en un estado de pánico donde por una milésima de segundo ABSOLUTAMENTE todo pierde sentido, caes en un estado de locura momentánea. Sientes la más absoluta soledad posible, en la que tu Dios y todo el significado de la vida te abandonan y te gritan que tú no eres, y que no importa que tanto pienses que existes no eres distinto del trébol que eventualmente dejará de existir PARA SIEMPRE. Luego de esta montaña rusa de emociones y pasajero estado de locura, regresas a la realidad, y te dices a ti mismo que tiene que existir Dios. Tengo que creer que es así. Debo creer que mi capacidad intelectual y de lógica no me permite comprender el absoluto de la vida y lo que existe más allá del final del infinito universo, aquello que existió de primero, que se creó a sí mismo y que permite que carne y hueso sean también espíritu. Porque de cualquier otra forma la vida no tiene sentido ni propósito. No puede ser cierto que esté realmente tan solo…”
El más complejo estado afectivo para la soledad es la falta de propósito, el abandono de Dios, de ese algo que nos da o permite creer en la trascendencia, en el hecho que esta brevísima vida no es más que una etapa que superaremos y pasaremos a existir eternamente felices. Es un estado emocional altamente intenso y peligroso mantenerse en él constantemente, ya que se cuestiona el sentido mismo de la vida y en el momento de crisis emocional, realmente se cree que la vida no tiene propósito.
Y aún así que es un estado extremadamente intenso, todos los creyentes, todos aquellos que se encuentran acompañados por Dios pasan por este estado de soledad muchísimas veces en su vida. Todo esto porque creemos que no estamos solos únicamente por Fe. Tenemos Fe en que Dios existe y ya. Pero junto a la Fe está la duda, y todo el que tenga Fe en algún momento dudará. Y una gran Fe no se mide por la falta de dudas sino por la capacidad de dudar y regresar a tener Fe.
COMENTARIOS FINALES: LUEGO DE TERMINAR NUESTRA OBRA
Así construimos una imagen del posible camino que lleva la soledad dentro de nuestra afectividad, desde el momento de gestación inicial hasta su estado más abstracto y absoluto. Se discutió en el curso “Afectos y vida cotidiana” que el sentimiento es el nivel más complejo de nuestra afectividad, y que pasa primero por la sensación y luego por la emoción.
La primera etapa es sensación por el hecho de ser básica, casi instintiva, muy relacionado con lo primal que se percibe, se está objetivamente solo o no, y me siento mejor y más confiado cuando no lo estoy. Seguidamente vemos la conexión social como la emoción, porque existe un impulso de modificar el mundo alrededor, implica un movimiento. Finalmente la cúspide es el sentimiento, por su nivel de abstracción e interiorización.
La soledad es un sentimiento impulsador de alguna forma, ni malo ni bueno. Simplemente necesario al igual que la tristeza lo es para que exista la felicidad. Porque nuestra afectividad unitaria que percibe sólo una cosa por vez, sólo nos deja reconocer el blanco si antes hemos visto el negro.
Trabajo presentado en el curso Afectos y la vida cotidiana CCF-213, de la Profesora: Marisela Hernández
Universalia nº 24 Ene-Abr 2006