Por William Anseume(*)
El tema continúa en el tapete. Y se hace indispensable colocar el freno a las nuevas pretensiones autoritarias educativas.
Los universitarios somos la tapa del frasco educativo. Lo que no hay es frasco, o cada vez menos frasco hay. La universidad no está llamada a suplir las innumerables carencias de la formación previa a ella en Venezuela. Su misión es muy otra. Y, sin embargo, lo ha hecho. Allí están las muestras del Robinson, del Pío, del Ciu, por ejemplo.
Para nadie es un secreto que, en términos generales, la educación pública venezolana no sirve. Se ha masificado en los niveles bajos y medios. Un logro, en especial de la IV. Se ha vuelto mediocre en casi todos, acentuándose en la V. Las escuelas depauperadas en el aspecto físico trasladan su agonía a lo académico. Los liceos enseñan cada vez menos.
No hay profesores capacitados para todas las materias, si acaso los hay en algunas. No acude el profesor, porque no existe. Los alumnos pintan las paredes, baten mezcla o pegan bloques y aprueban con esas acciones las asignaturas, o el director firma su aprobación ante la total carencia del profesor respectivo. Abunda el dogmatismo capta votos, sin mayores logros reales tampoco en ese sentido.
La prueba de la USB y seguramente de algunas otras universidades es el rasero de lo que acontece con la educación venezolana. Muy especialmente con la pública. El problema no es la prueba. Es el país. Eliminando un examen no cambia para bien la situación. Al contrario. Se pretende también que la USB se hunda en la agonía. Y que al hundirse se sume a la caída. Como todo se derrumba, vénganse ustedes también, nos dice la (in)conciencia gubernamental.
La educación superior masiva no es posible en Venezuela. Se necesitaría una infinidad de instituciones para cubrir la cuantiosa demanda. Todo lo demás es un fiasco. El bachillerato público es en la actualidad una burla generalizada. Una burla al educando y una frustración, y se sabe. Peor aún. Los mismos cursantes y bachilleres lo saben. Muy claramente respecto de algunos liceos y de algunas universidades. Saben que entran a un barco del que saldrán con garfio y todo. Que los títulos son como antes y ahora las licencias de conducir, de fácil obtención (como se decía, se consiguen en las antiguas cajas de Ace). Y están conscientes de que algunas instituciones son otra cosa, por exigentes. Dentro de lo mínimo son lo máximo. Porque en el país de los ciegos el tuerto es rey. La USB no debe aceptar de buena gana que la quebranten. Sería una inmensa debilidad ante el populismo y la más balurda politiquería. El país hoy nos exige otro tipo de acciones.
Aquí el examen es la simón. Y debe ser infranqueable. El gobierno desea apropiarse ideológicamente de lo que cree que le pertenece, y no es ni será así.
Corremos el riesgo de seguir perdiendo frasco, y, desde luego, de quedarnos sin la tapa. Defendamos la tapa. Salvemos lo que queda del frasco y reconstruyámoslo, antes que sea demasiado tarde y nos unefemos.
(*)Prof. Dpto. de Lengua y Literatura
Universalia nº 27 Abril-Julio 2008