Por Br. Manuel Nazoa, estudiante de Ing. Electrónica
-¿Has estado alguna vez en San Francisco?
-No, ¿y tú?
-Ni al de Yare
Reímos y alguien más rió con nosotros.
-¿Y tú?
-Tampoco.
-¿Te gustaría?
-Alguna vez me hubiese gustado, ahora creo que preferiría Chicago.
Alguien rió, nadie sabe por qué. Tomé la boquilla y aspiré fuerte; balanceando la copa entre los dedos vi las luces reflejarse en la superficie del vino y llené el resto de la copa con el denso humo.
-Chicago: boobs, booze, baseball and blues.
-Bueno, el chocolate ha comenzado a afectarte.
-Yo me voy a Amsterdam.
-Amsterdam está sobrevaluado.
-¿Qué me dices de Barcelona?
Ríes mientras trato de que el chocolate no se me deshaga en las manos, aunque ya es demasiado tarde.
-Barcelona, sí… Gaudí, Miró, Dalí…
-El maricón de Lorca.
Verde que te quiero verde gritamos algunos y reímos todos.
-Coño, que Lorca no es ni catalán
-Bueno, pero venía al caso, por su cosa con Salvador.
-Ajá, tú como que tienes cosa también con Salva.
Pocos ríen, el humo se aleja del comentario. Tu cabeza cae sobre mi hombro mientras sostengo tu copa de vino porque tienes las manos ocupadas.
-Ya suéltala y pásala.
-Barcelona es un sueño.
-Nueva York, creo que Nueva York.
-Nueva York mató a los sesenta, no me jodas.
-Los sesenta se murieron solos porque llegaron los setenta.
Alguien tose y derrama vino. Con la distracción nadie nota tus labios en mi cuello. Sólo nosotros reímos. Alguien más se ríe porque nos reímos.
-Bueno, a los setenta los mataron los noventa.
-Te comes los ochenta con chocolate.
-No, esos se murieron solos, estaban defectuosos de fábrica.
-Algunas cosas se salvan de los ochenta.
-Nosotros y de vaina.
Suena un descorche de botella. La copa derramada fue el anuncio de que necesitábamos más.
-Yo me quedo con Caracas.
-A mí me robaron Caracas hace tiempo.
-A mí no me la robaron, la vivo demasiado día a día.
-Esgraciaos, quiero que me devuelvan las noches de Caracas.
-Ya ni siquiera Mérida tiene noches.
-Pásame el oscuro.
-Tú pásame el blanco.
-Alguien que me sirva vino.
-Hay que cambiar el agua.
-Y hay que poner aunque sea una toalla sobre la alfombra porque se me van a mojar las nalgas.
En sincronía nos levantamos y hacemos diversas tareas. Algunos baño, otros cocina, uno simplemente se quedó donde estaba mirando la vela con el chocolate blanco derretido entre los dedos.
-Ese ya está que se apaga.
-Bueno, al ritmo que vamos, pronto estaremos todos dormidos.
-Bienaventurados los que tienen sueño pues no tardarán en quedarse dormidos.
-¡Coño, no está apagado!
Risa general, copas llenas, humo blancoazulado.
-Sí, sabe mejor ahora.
-Tú crees que te salvaste de los ochenta pero no te das cuenta de que realmente somos hijos de ellos. Sin el conformismo de los ochenta nunca habríamos tenido los noventa.
-Alguien, por favor, que le pase la boquilla porque la sabiduría etílica habla por su boca.
Veo la luz de las velas a través de la copa. Las distorsiones son hermosas. Nadie interrumpe la conversación.
-En serio, fíjate que todo va en línea recta. No hay saltos. El Mayo Francés es hijo ilegítimo de la Comuna de París junto con el movimiento hippie. Los noventa son hijos y hermanos de los ochenta, hijos del caos de los setenta, del punk y de la tecnocracia.
-Ya se vino este con la dialéctica.
-Filósofo de botella y humo. Come chocolate.
El chocolate se me quedó en los dedos.
-Las cosas fluyen, es todo lo que digo. Algunas van y vienen. Ya nosotros nos montamos en los treinta y aún queremos hacer las cosas que hacíamos hace cinco o diez años. Este narguile sólo tiene una mezcla de tabaco y aromatizantes, nuestros vasos no tienen ron, a lo sumo sólo tres de nosotros terminará en la cama de alguien esta noche. Esta reunión es una triste imitación de lo que hubiese sido en ese tiempo, ya no somos lo que fuimos y sin embargo seguimos juntos.
Las risas se apagan lentamente. Tu mano toma la mía y siento tu miedo. Mi miedo. Todos los ojos reflejan el mismo miedo. A la vejez, a la muerte, en convertirnos en nuestros padres, en nuestros abuelos.
-Vamos, será mejor que acabemos esta botella pronto porque mañana tengo trabajo.
-Yo también.
-Yo debo llevar a la niña al colegio.
Universalia nº 28