¿Es posible una definición antropológica de arte que permita evidenciarlo independientemente del contexto de donde surge?
Por José Eliel Camargo Molina, estudiante de Lic. Física
Para el antropólogo existe una relación aparentemente inquebrantable entre el arte y el contexto de donde surge, pues en la definición del arte como la suma de forma y contenido, se eleva la importancia del segundo como el significado que da una sociedad específica a una obra en particular. Para el antropólogo debe distinguirse, además, entre arte primitivo y arte moderno, pues sólo así se hace posible una definición funcional que permita el estudio de cada una de estas categorías y establezca una línea clara entre arte y artefacto (Redfield 1971, 46-47). Esto es así, pues antropológicamente se ha asumido con suficiente aceptación la visión propuesta por Ortega y Gasset, que habla del arte como un jardín (contenido) visto a través de una ventana (forma) (Ortega y Gasset 1956, 10). Esta visión aunque funcional y especialmente útil a la hora de determinar qué es arte y que no lo es, lleva a una necesaria diferenciación entre arte primitivo y moderno en dos aspectos. El primero de ellos es el hecho de que muchas de las obras de arte moderno carecen de contenido, son “únicamente ventana” (Redfield 1971, 46). El segundo aspecto recae en que el artista moderno trabaja bajo sus propios lineamientos, es independiente, puede incluso crear nuevas técnicas para llevar a cabo sus propuestas artísticas, en contraste, el trabajo del artista primitivo no es individual, sus obras están determinadas por las demandas sociales y están elaboradas con las precisas técnicas adecuadas, fraguadas generación tras generación, dejando poco espacio a la innovación por parte del artista (Redfield 1971, 46-49).
Es claro que bajo estos lineamientos se hace difícil, incluso imposible, una apreciación transcultural del arte, pues una obra de arte de una sociedad específica puede dejar de serlo en otra. Es mucho más difícil adentrarse dentro de una sociedad para tratar de entender e incluso compartir los significados y simbolismos atribuidos a los objetos, sin caer de nuevo en una subjetividad que impida toda clase de estudio que pretenda definir las expresiones artísticas de dicha sociedad (Danto 1989, 23-24; ver también Firth 1992, 20-21). Desde el enfoque antropológico, no existe una visión transcultural del arte más allá de una apreciación estética, un valor dado que escapa a su contexto y se transforma en algo totalmente subjetivo (Maquet 1986, 70-74).
Considero que en este buen intento de definir el arte como un jardín visto desde una ventana, conjugando técnica, estética y simbolismo, se ha dejado de lado el papel importante del artista como creador de arte. Es en este aspecto clave que reside una nueva definición transcultural del arte, que aunque llega a ser un poco más restrictiva, elimina la necesidad de división entre arte primitivo y arte moderno, además de abrir la posibilidad de clasificar un objeto como arte, independientemente de la sociedad y la época en la que haya surgido.
I. Ambigüedades que motivan una nueva definición de arte
Al momento de definir arte utilizando el enfoque antropológico actual, se presentan varias limitaciones que impiden globalizar el arte tanto temporal (arte primitivo y arte moderno) como espaciotemporalmente (diferencias culturales). Está claro que al hablar de funcionalidad, dicho enfoque resulta práctico y permite estudiar el arte en sociedades primitivas, donde el arte es un fenómeno social. Allí la conjugación de forma y contenido permite diferenciar de una manera clara qué es arte y qué no lo es (Danto 1989, 19-25). No obstante, debido a que existe un distanciamiento inducido entre arte occidental moderno y arte primitivo, se difumina la línea entre arte y artefacto al momento de aplicar esta definición en un ejemplo moderno.
Imaginemos dos pinturas elaboradas con la misma técnica y con los mismos materiales sobre lienzos idénticos, pero por dos pintores distintos. Está claro que dentro de la sociedad occidental actual cada uno de estos pintores posee una condición de artista, es decir, sus obras poseen un valor artístico intrínseco y por ello estos dos cuadros, iguales en forma, tienen un significado más allá del valor del lienzo y la pintura utilizada, es decir, que en la cultura occidental moderna se reconoce la importancia de un cuadro más allá de su condición de artefacto. Entonces bajo la definición antropológica de arte, y sin dar mayor importancia a la calidad artística, estos cuadros son representaciones artísticas de la sociedad actual.
Pero estamos olvidando aquí el papel del pintor como artista, del origen de la motivación a realizar su obra de arte. Esto es lo que Lopez Chuhurra (1975, 15) llama la necesidad interior del artista. Supongamos que uno de los pintores utilizó magistralmente una técnica de pintura para transmitir a través de su cuadro emociones suyas a los demás, es decir, usó la pintura como medio de expresión, pero logrando ir más allá de las capacidades de la imagen. El otro pintor realizó su cuadro para venderlo cuanto antes, tomando en cuenta los gustos de sus posibles compradores y eligiendo motivaciones a través de la apreciación estética de estos mismos. Es entonces cuando nos invade la pregunta: ¿son estos dos cuadros obras de arte?
Si definimos el arte a través de la unión forma y contenido, a través del significado que da una sociedad a un objeto (y si éste va más allá de la utilidad que posee), debemos clasificar irremediablemente a estos dos cuadros como obras de arte. Responder que sí a esta pregunta nos lleva a una definición de arte que se contradice a sí misma, pues la diferencia entre cada uno de estos cuadros es la misma que entre un objeto cualquiera y una obra de arte.
II. Una definición transcultural del arte
En la pretensión de encontrar una definición transcultural del arte debemos tomar en cuenta la dependencia ineludible entre arte y forma, arte y contenido.
Para hacer factible una apreciación del arte fuera de su contexto, es decir para encontrar una definición de arte que permita evaluarlo desde un contexto social y temporal ajeno, debemos encontrar características afines, que sean identificables fuera del marco referencial de la obra en cuestión. Pero la dificultad de esto recae en el hecho de que se debe procurar una abstracción del contexto para definir algo que nace a través de su dependencia con el tiempo y espacio al que pertenece. Veamos por qué esto es posible si tomamos en cuenta el papel del artista como creador de arte.
La definición transcultural del arte propuesta en este ensayo plantea definirlo a través del rol que juega el artista en la creación de la obra, a través de la motivación esencial que lo llevó a realizarla, y evidenciar esta motivación como deseo máximo de expresión, llevada a cabo de tal manera que propone una trascendencia de la técnica, superándola y logrando una modalidad expresiva que supera sus capacidades conocidas.
Una definición basada en este concepto permite la independencia de la clasificación del objeto con el contexto donde surge, pero hace falta entender de qué manera. Al igual que con la definición antropológica del arte, se debe realizar una investigación profunda del contexto histórico y social del objeto que se pretende clasificar y conocer el papel que juega dicho objeto en el entorno social. Sin embargo, y aquí radica la diferencia en el proceso de clasificación, es necesario estudiar específicamente el entorno del creador del objeto y tratar de definir el por qué de su obra.
Hasta ahora parece que sigue existiendo una dependencia entre la clasificación y el entorno cultural del objeto que se quiere estudiar, pero como dijimos antes, hay que tener en cuenta que no se puede eludir la relación entre arte y sociedad. La independencia que tanto buscamos radica en el hecho de que una vez entendido el contexto del individuo que realizó la obra y su motivación principal, es posible desprendernos totalmente de todo lo relacionado con la sociedad en particular, el tiempo y el espacio, para poder clasificar el objeto como arte o artefacto a través de la información conseguida. La clave de tal desprendimiento reside en el hecho de que la definición propuesta juega tan sólo con la motivación del artista, que no depende de los elementos sociales ni culturales en el sentido de que es un elemento común a toda expresión artística y aunque para evidenciarla es necesario conocer el entorno, una vez reconocida una motivación expresiva que logra trascender la posibilidades de la técnica, el objeto producto de dicha motivación se convierte en arte, pues es el hecho de provenir de tal motivación y no el papel que juega en la sociedad lo que lo distancia de ser un artefacto.
Sin embargo, hay que entender que al decir que la motivación permite una clasificación independiente de la sociedad y el papel que juega el objeto en ella, no estamos diciendo que la motivación en sí misma es independiente de tales factores, es más, en muchos casos el papel que juega el objeto en la sociedad induce la motivación que incita al artista. Es importante comprender que una motivación con las características mencionadas es común a toda expresión artística, no obstante la manera de evidenciarla a la hora de clasificar un objeto depende claramente de las condiciones sociales y temporales del artista en cuestión, pues requiere conocer primero el contexto sociocultural para poder entender si existe o no tal motivación. Una manera de decirlo es que la motivación expresiva es el vehículo que lleva hacia el destino final, la obra de arte, pero el camino a recorrer es distinto en cada sociedad.
III. Dos ejemplos de aplicación de la nueva definición de arte
Ahora bien, vimos que la definición antropológica del arte funciona muy bien en el caso específico del arte primitivo, sin embargo deja algunas ambigüedades en el caso de tratar con una situación moderna. El ejemplo más claro de aplicación de la vieja definición lo plantea Arthur C. Danto en su ensayo titulado “Artifact and art”; vamos a estudiar este mismo ejemplo pero aplicando la nueva definición propuesta de arte. En su ensayo, Danto habla de dos tribus imaginarias que viven en África en dos lugares distintos, distanciadas lo suficiente como para haber evolucionado diferente en muchos aspectos, pero no tanto como para perder características en común. A una la llama “gente cesta” y a la otra “gente vasija”. Ambas tribus producen cestas y vasijas, con las mismas técnicas y con apariencia estética idéntica, sin embargo la gente cesta “mantiene una relación especial con sus cestas, que son para ellos objetos con un gran significado y poseedoras de grandes poderes” (Danto 1989, 23; traducción del autor). Para la tribu de la gente vasija, en cambio, “las vasijas están llenas de significados (...), los sabios de la gente vasija dicen que dios es un alfarero que moldeó el universo a partir de arcilla deforme” (Danto 1989, 23; traducción del autor). Conocido esto, es fácil entender que las vasijas de la gente cesta, al igual que las cestas de la gente vasija, son artefactos útiles, elaborados para un fin último de uso diario. En contraste las cestas de la gente cesta y las vasijas de la gente vasija, poseen un valor social importante que las eleva a una condición más allá de su utilidad aparente, las convierte en objetos artísticos. Esto es perfectamente compatible con la definición antropológica del arte, pues en el primer caso nos encontramos con “ventanas sin jardines”, y, en el segundo, con la conjunción perfecta de forma y contenido. Sin embargo, este mismo ejemplo se puede estudiar a partir de la definición de arte propuesta en este ensayo.
Situémonos primero en una familia imaginaria en la tribu imaginaria de la gente cesta. Es una familia de cuatro personas, la madre, el padre (que se dedica a hacer vasijas) y dos gemelos jóvenes. A estos gemelos les llega la hora de decidirse por una profesión. Uno de ellos opta por convertirse en alfarero, pues quería seguir los pasos de su padre y continuar con el oficio familiar. El otro, quien siempre estuvo más en contacto con los rituales de la tribu, pues tenía cierta sensibilidad con las tradiciones, decidió convertirse en un tejedor de cestas. Años más tarde el hermano alfarero trabajaba en satisfacer sus pedidos de vasijas, fabricaba tan rápido y bien como podía el máximo número de vasijas posibles. Todo el proceso de fabricación se convirtió en una rutina de elaboración, ya que no piensa demasiado mientras fabrica sus vasijas. El hermano tejedor de cestas hace cada cesta con una motivación extra, las hace pensándolas como objetos llenos de poder y significado, trata de plasmar eso mientras las fabrica, pensando cada cesta como un objeto individual y atribuyéndole a su manera, durante la fabricación, todas las cualidades que socialmente deben tener. La sociedad indujo en el hermano tejedor de cestas una motivación que lo impulsa a trascender la técnica de la cestería y a construir dicho valor añadido a las cestas, más allá del valor de artefacto. Entonces encontramos en el tejedor de cestas la motivación clave en esta nueva definición y podemos ahora clasificar las cestas -producto de ella- como arte, y las vasijas, que carecen de tal motivación, como artefactos.
Análogamente sucedería si en el ejemplo partiésemos de la tribu de la gente vasija, llegaríamos a la conclusión de que las vasijas son expresiones artísticas, productos del simbolismo expresivo del artista y las cestas, simples artefactos. Queda claro ahora que aunque se debe conocer el entorno social que envuelve el objeto, el factor que permite clasificarlo como arte es la motivación que lleva al artista a atribuirle un significado al objeto, trascendiendo la técnica de la que se valió en su elaboración.
Así, esta nueva definición ha servido para determinar a través de la motivación del artista y de su necesidad expresiva, qué es arte en dos culturas distintas, reconociendo en cada caso la motivación más que el valor social de cada objeto en particular.
En un segundo ejemplo, analicemos la situación anteriormente mencionada de los pintores en la sociedad moderna. Ya vimos que la definición antropológica del arte falla en este caso a la hora de determinar qué es arte y qué artefacto. Sin embargo, esta nueva definición propuesta puede reconocer el cuadro pintado con fines meramente económicos y por satisfacer los gustos de los clientes como artefacto, y al otro, pintado con una motivación añadida, por una necesidad expresiva latente y que permitió la atribución de significado a través de la trascendencia de la técnica como arte. Esto es debido a que el primero carece de todo impulso expresivo, su fin máximo no es expresarse, mientras que en el segundo la intención artística es en su totalidad expresión.
IV. Diferencias entre la nueva y la vieja definición de arte
Aunque esta nueva definición se divisa como potencialmente más poderosa, pues no sólo permite englobar arte primitivo y arte moderno, sino que además hace factible la interpretación transcultural de objetos como expresión artística, no existe una correspondencia exacta entre lo que es arte bajo esta definición y lo que es arte bajo la definición antropológica arte/contenido. Bajo esta nueva definición se clasificarían como arte ciertos objetos, que aunque en la sociedad donde se crearon eran artefactos, el artista que los creó pudo haberle atribuido un valor artístico a través de una motivación expresiva determinada. Por ejemplo, en nuestro ejemplo de la gente cesta, supongamos que el hermano alfarero decide hacerle una vasija a su esposa para expresarle su amor, y la hace especialmente para ella, plasmando durante su elaboración todos sus sentimientos y logrando finalmente una vasija que se consideraría arte bajo la definición propuesta, pero artefacto bajo la definición antropológica. Este caso, en el que un artefacto resulta convertirse en arte únicamente por la motivación expresiva del artista, es reconocido en la sociedad occidental moderna, pues artistas como Marcel Duchamp y Andy Warhol convirtieron artefactos en expresiones reconocidas como arte a través de un proceso de expresión, una motivación (en este caso provino de querer cuestionar el modo de definir arte, desde su posición de artistas) (Danto 1989, 19). Así, estas mismas expresiones que pretendían cuestionar la definición de arte, son expresiones artísticas bajo la definición de arte propuesta en este ensayo.
Nos encontramos ante una nueva definición de arte que permite el estudio de objetos desde una visión externa, permite reconocer qué es arte y qué no lo es, siendo un observador ajeno a la cultura en cuestión, pero lo hace sin tener que condenar la apreciación a ser meramente estética. Es en este sentido que esta nueva definición permite ver el arte como un fenómeno transcultural, pues utiliza esta motivación expresiva como característica afín a toda expresión artística. Además, al tomar en cuenta el papel del artista como creador de arte, es posible, como vimos, evitar el alejamiento entre el arte moderno y el arte primitivo a la hora de diferenciar qué es arte o qué es artefacto. Aunque sigue siendo cierto que el arte primitivo, en general, es un fenómeno en el que la innovación del artista tiene poco o ningún papel, pues el arte está fuertemente ligado a la cultura, las costumbres y las tradiciones, es posible usar la misma definición para estudiar una expresión artística en una sociedad primitiva y otra en una sociedad moderna, donde el papel del artista toma el protagonismo y el arte comienza a ser individual. En ambos casos obtendremos una determinación aceptable de qué es arte. Sin embargo, se abre la posibilidad de expresiones de arte individual en sociedades primitivas, pues en algunos casos es posible, bajo esta definición, la expresión artística a través de objetos considerados artefactos en su sociedad.
Hemos propuesto una nueva definición de arte que permite el estudio del fenómeno artístico como resultado de una condición humana, la necesidad de expresión, que hace factible una determinación de qué es arte entre culturas. Además, hemos comprendido la expresión artística como fenómeno no sólo transcultural sino atemporal, pudiendo establecer qué es arte en sociedades tanto primitivas como modernas. Podemos concluir, entonces, que es posible, bajo las condiciones expuestas en este ensayo, una definición transcultural del arte que permite el estudio de expresiones artísticas desde visiones ajenas a la sociedad en cuestión, tanto en tiempo como en espacio.
Trabajo final presentado en el curso (trimestre XXXX)
Arte o Artefacto: Aproximaciones a la antropología del arte DAP426
Prof. Magdalena Antczak
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Referencias Bibliográficas
Danto, A. (1989) Artifact and Art. En Art/artifact: African Art in Anthropology Collection, pp. 18-32. Center for African Art and Prestel Verlag. Lecturas Esenciales para ¿Arte o artefacto? Aproximaciones a la Antropología de Arte, compilado por M.M. Antczak. Sartenejas, Universidad Simón Bolívar 2001.
Firth, R. (1992) Art and Anthropology. En Anthropology, Art and Aesthetics, editado por J. Coote y A. Shelton. Oxford Clarendon, pp.15-39. Lecturas Esenciales para ¿Arte o artefacto? Aproximaciones a la Antropología de Arte, compilado por M.M. Antczak. Sartenejas, Universidad Simón Bolívar 2001.
López Chuhurra, O. (1975) Estética de los elementos plásticos. Nueva Colección Labor.
Maquet, J. (1986) The Aesthetic Experience: An Anthropologist Looks at the Visual Arts. New Haven and London. Yale University Press.
Redfield, R. (1971) Art and Icon. En Anthropology & art: Recording in cross-cultural aesthetics, editado por C.M. Otten. Texas Sourcebooks in anthropology.
Universalia nº 28