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La Caricatura y el Humor en el Teatro de Miguel Otero Silva

 

José Ramón Castillo F.
Universidad Nacional Experimental del Táchira

Hablar sobre el teatro de Miguel Otero Silva (1908-1985) requiere un contexto donde las  estructuras del humor y la parodia se dejan aparecer de manera reiterativa, en un ciclo sinfín que cuestiona y se cuestiona. Es un estilo que puede transformarse en una formula de creación literaria, es más, se convirtió en una manera muy particular de erigir el discurso en una generación de escritores que se vieron seducidos por la libertad del hilo dramático y la simplicidad de la trama. Todo se ve encaminado a una profunda reflexión sobre el humor, desde la crítica aguda que se transforma y en la forma literaria emergente de su momento histórico.

La idea de estudiar la caricatura como forma discursiva en el teatro de Miguel Otero Silva, no se basa en una disección del proceso histórico-social en el cual se produce, sino que, nos acercamos a la incorporación de unas categorías de creación que están basadas en planteamientos estéticos-literarios que se reiteran en parte de los escritores de la primera mitad del siglo XX en Venezuela.

En primer lugar, tenemos un escritor polémico, prolífico y renombrado como es el caso de Miguel Otero Silva, reconocido como un hombre de las letras venezolanas y latinoamericanas, considerado como el precursor de un estilo periodístico y literario que combinaba con equilibrio el trabajo de la crónica periodística, junto con la experiencia personal, para transformar los textos en piezas que cuestionan el establecimiento de instituciones y de conductas cotidianas que rayan en lo absurdo “Si es verdad que Otero Silva dejó una vacante, también nos legó su obra creadora a la cual, generación tras generación de venezolanos, seguirán interrogando cada vez que quieran saber qué somos y cómo somos". (Lovera, 2008)

Para ello, encuentra un gran aliciente en la construcción de personajes marcados por la línea tradicional de un estilo costumbrista. Esta constante en el escritor lleva a una elaboración de discursos un tanto paradójicos que lo hacen incursionar por la narrativa, la novela, la poesía y el teatro, éste último el más olvidado y casi negado de estudio en nuestro país. Son contadas las intervenciones que se hacen sobre este género, pero hay que recalcar que la estructura de su dramaturgia, se orienta, como en el resto de su obra, por el realce de una vena identitaria marcada por el desenfado en la prosa latente en cada uno de sus párrafos. Es decir, estamos frente a la posibilidad de explotación de textos que radican en la confluencia de la crítica y del cuestionamiento.

Desde el año 1940 hasta 1975 Miguel Otero Silva se dedica a recopilar diferentes temas en sus piezas teatrales, que atañen a una sociedad en proceso de construcción de un espacio urbano, y se deslastra de una fuerte influencia de lo rural, que apabulló durante toda la historia, en una dicotomía por saber cuáles eran los verdaderos parámetros de la identidad nacional. No es casualidad que las diferentes formas de clasificación de las letras en Venezuela nazcan de manera tardía, -sin olvidar el trabajo de Gonzalo Picón Febres- debido a la escaza o casi nula información que se poseía de los escritores que estaban en el interior del país. Hago esta aclaratoria para señalar que dentro de este contexto Miguel Otero Silva inicia su carrera como escritor, estará marcado por la influencia directa de un país que aún no ha dejado de ser rural y se trasforma macrocefálicamente en un espacio urbano. Acompañado de la aparición del petróleo y de un proceso de modernización que no pasó por la modernidad, pero que todavía hoy se sigue cuestionando este fenómeno.

La dramaturgia en Miguel Otero está colmada, por las características que tiñen la generación de escritores de la primera mitad del siglo XX. Se puede desarrollar un primer acercamiento a un teatro que habla sobre la confrontación ideológica proveniente de Europa y la búsqueda indeterminada de formas sociales de carácter reaccionario, marcado por la defensa de los derechos ciudadanos en contra de la dictadura de Juan Vicente Gómez. De esta inquietud surge un grupo conocido como la Generación del 28, con planteamientos políticos, sociales y artísticos que atentan contra la estructura de un gobierno autoritario. Como segundo punto de vista se siente una fuerte presión de escritores Modernistas que están en su apogeo, con miras a reivindicar las letras del continente, atribuyéndose a sí mismos la misión de rescate de tradiciones y costumbres de un complejo sistema cultural que se intentó desvanecer por la influencia eurocentrista. El resultado fue, que lograron reconocer y sobrellevar los imaginarios populares para construir todo un sistema de acciones y de manifiestos que reivindicaron la cultura regional.

Trato de hacer esta reseña para entender que el teatro de Miguel Otero Silva va a estar marcado por estas corrientes del pensamiento. Una de las principales influencias poéticas que recibe es de Andrés Eloy Blanco, en conjunto escriben la obra Venezuela güele a oro (1942), que va a aparecer en el Morrocoy Azul bajo el pseudónimo de 0.3 y Mickey. Para esta forma de construcción literaria se observa: un estilo que combina la tradición del lenguaje coloquial y de modismos venezolanos, y la comedia en la farsa que cuestiona el período petrolero. De allí, se construye el universo deformando y hasta esperpéntico en contra de un sistema de explotación social y política, donde las compañías petroleras estaban “arrancando el oro negro de Venezuela”. (Por supuesto no vamos enfatizar en este punto, sólo es a manera de información contextual de las formas de hacer teatro en la época).

Se desarrolla una etapa de creación de Teatro para Leer, que según  Alba Barrios (1992) está marcada por una estética político-humorística de entrada, pero considero que estamos frente a un movimiento de teatro muy complejo, por las mismas características morfológicas de estructura del texto

Se oían los ladridos de los perros, los suspiros del motorista, los bostezos del colector! Y era una sola sombra larga, y era una sola sombra larga. El tranvía extendía sus manos como un ciego: por dónde voy, señores, por dónde voy! Las gentes le decían: levántate y anda; y él se levantó, pero no anduvo. Todos le dieron una locha, bajaron y anduvieron, anduvieron, despacito, despacito; y él venía atrás, diciéndoles: Esperadme! Despacio se va lejos. Quise subirme a él pero tuve miedo de amar con locura, de abrir mis heridas que suelen sangran y no obstante toda mi sed de ternura, cerrando los ojos, lo dejé pasar… Y todavía no ha pasado…! (solloza); (salen todos cabizbajos) (Otero, 1942:15)

Se expone la influencia de un  teatro que desciende de los sainetes y sobre el cual, Rengifo (1978) nos expresa, que es una potencial forma de ridiculizar las formas cotidianas del orden.  Es la caricatura marcada por la estructura de lo grotesco y lo obsceno, empieza de manera solapada, y, a medida que se extiende el texto se descubre la crítica directa. Es parte de la herencia del siglo XIX, donde la comedia era un atractivo para desarrollar la creación dramatúrgica. La influencia de estas formas está directamente ligada al Modernismo, por ejemplo Don Ramón María del Valle-Inclán con el estilo de un teatro de esperpentos, es decir, una estética que lleva la carga de lo deformado y lo ridículo, con una riqueza del lenguaje, pero que técnicamente en la forma del texto resulta muy difícil, o casi imposible, de escenificar.

Las didascalias están dirigidas única y exclusivamente al lector, para re-crear una imagen como si se tratara de una novela. Es una estética de lo literario que se acompaña de dos formas en cuanto a estilo: una la literatura como forma de teatro sólo para la lectura y una dosis muy intensa de comicidad para cuestionar personajes, acciones y situaciones.

En Venezuela güele a oro, la forma del discurso se dispone a aparecer como la unión entre los diferentes actores del proceso petrolero, pero de allí se ve que la posibilidad de generar este enfoque se desprende de la unión del discurso tanto del norteamericano que llega a explotar, como del venezolano que espera entrar en el juego y el chino que no hace más que generar vacíos y de allí se desprende en caricatura.

(Chang saca una mesa, la coloca en el centro de la escena y le monta encima un caucho de automóvil, una camarita, un florero con calcetines colgado, un par de alpargatas con un lazo azul y un vaso de noche con crisantemos)(Otero, 1942:41).

Los exponentes de este estilo son Miguel Otero, Andrés Eloy y Aquiles Nazoa. Es un híbrido literario entre narrativa, poesía y teatro. Las didascalias nos informan sobre los aspectos de los personajes de manera poética, tal y como la estructura de una novela en desarrollo, de manera que este teatro demuestra la imposible representación escénica, pero deja la apertura de una lectura que se descompone en la caricatura del lenguaje, apoyada de lo grotesco, para ir hilando el discurso fragmentado. Con un ritmo arrollador que propone el flashback y detalles minúsculos entre las escenas, permite enriquecer la construcción de la psiquis de los personajes, para desencadenar en el vacío que genera en el sujeto, y se permite la improvisación y la incoherencia. Es un teatro basado en la lectura de la estética de lo descompuesto del cuerpo literario desmembrado, con personaje que se ridiculizan a sí mismos. Caso concreto como el de Romeo y Julieta:

Jerarca: Hasta cuándo, señores, hasta cuándo/hemos de soportar vuestras rencillas,/que en un corral de vacas furibundas/tienen a nuestra patria convertida!/¿No comprendéis que con tamaño agite/no pueden trabajar las fuerzas vivas,/ni conciliar su siesta Fedecámaras,/ni mantener su fe las camarillas?/Detened vuestras pugnas insensatas,/ parad vuestras sectarias tremolinas,/o si no perderéis nuestra confianza,/nuestra televisión y nuestra estima./(1976:159).

Incorpora un sinfín de temas al unísono para llamar la atención, con una singular forma de erradicar la linealidad del texto, incluso, envía en cada escena una serie de suposiciones discordes para generar el humor. Podríamos decir, se presencia la experimentación de estilo que se acerca al sainete por su estructura sencilla y de comedia, pero se amalgama en una estética de ironía del lenguaje oculto.

Parece el contexto del realismo social del teatro imperante en el mundo durante la primera mitad del siglo XX, porque se aproxima a un experimento muy precario del absurdo -sin atreverme a decir que llega allí-, pero trata de mostrar parte de este estilo y forma discursiva. Muestra una faceta dentro del teatro en Venezuela, y se atreve a enfrentar las instituciones y las estructuras del orden de un país que trata de ser industrial bajo la premisa de la explotación petrolera, pero que no alcanza a cerrar el ciclo.

Como siguiente punto, se nota la connotación de un planteamiento político. La visión del autor se influencia de los ideales de un movimiento obrero y comunista que se desarrolla con la aparición del teatro dialéctico, en esta pieza se descubre la búsqueda del elemento poético del distanciamiento Brechtiano, y que se convierte en una herramienta recurrente en la obra de Cesar Rengifo igualmente. Por supuesto, este distanciamiento está volcado a la desacralización de los personajes que se despojan de ellos mismos, y se desprende un nuevo discurso elaborado, desde la construcción de un espacio escénico abierto de miles de probabilidades, lleva al sujeto de una manera tal, que se desliga del hilo conductual.

Pese a las críticas que se han levantado sobre la simplicidad argumental en el teatro de Otero Silva, se observa que lleva de la mano un racionamiento de las escenas, juega al teatro representado dentro del teatro, donde los actores aparecen desmembrando su personaje y son ellos de manera autentica.

Chang.- Yo soy Chang
Sherlock.- Mentira. Usted no es Chang. (Al público) Señores, ¿ustedes saben quién es este hombre que amenazaba a Mujiquita con un “desbol”? ¿No adivinan quien quería ponerse en las curvas de Joan Crawford? ¿El chino Chang? Pues nó! El chino Canónico.(Otero, 1942:67)

 

Cabe destacar que estas piezas eran publicadas en el Morrocoy Azul, de allí la posibilidad de encontrar escritores dedicados al teatro para leer. De Miguel Otero Silva encontramos obras como Sansón y Dalila (luego Aquiles Nazoa realizaría de igual manera su versión), Adán y Eva en el paraíso, El Bolívar de Emil Ludwing, El jalar de los jalares, Romeo y Julieta y La recepción de Nereo Pacheco o se descubre el asesino de Don Juancho (Barrios, 1992:111).

El discurso de la caricatura en la obra teatral de Miguel Otero Silva están marcados por la distracción que generan las didascalias y el distanciamiento, es decir, la fragmentación del texto, de manera que la morfología intenta ser indescifrable, para desembocar en la disparidad. Trata de buscar la linealidad en un juego de palabras y de situaciones que pueden ser recurrentes, el texto se deja manipular y genera el caos dentro de la estructura del sujeto.

Es un estilo que se propaga en nuestra literatura durante este periodo del 40 al 50 y por ello, el teatro para leer se edifica como una manera alterna de combinar la poesía, el sarcasmo y el humor. Se reconoce la labor del Morrocoy Azul como vía para su difusión, la premisa sobre la que se mueve la estructura estética de lo que se publicaba estaba marcada por la simplicidad del humor, pero éste se transforma en una herramienta, que permite descubrir una creación literaria compleja y de múltiples entradas de interpretación. Para corroborar esta afirmación el teatro de Miguel Otero Silva se basa en el sainete, y finaliza siendo una farsa incorporando la ironía, que se desprende del orden y de los contextos en los que se desarrolla.

En último lugar vemos que la caricatura reaparece en un recodo de su producción dramatúrgica al explorar en la parodia de las obras más representativas de la cultura occidental, como por ejemplo Shakespeare, desafiando por completo el canon, punto en el que se va a afincar Aquiles Nazoa.

Para estos dramaturgos la estructura dramática se basa en la construcción del imaginario popular, con la interacción de un estilo literario fundamentado en la farsa, la parodia y el humor político y cotidiano.
Considero que Miguel Otero Silva es uno de los precursores de la dramaturgia humorística en Venezuela, guardando la diferencia con los padres del teatro histórico y el teatro social, pero está en concordancia en la generación que trata de desacralizar las instituciones para propiciar un espacio de crítica.

En definitiva, su participación como dramaturgo propone un juego entre deslastrarse de lo histórico y aproximarse a una poética de lo grotesco para dar paso a lo caricaturesco.

Referencias bibliográficas:

Barrios A y otros (1997) Dramaturgia Venezolana del siglo XX. Caracas: Centro Venezolano del ITI-UNESCO.
Blanco, A.E. y M. Otero Silva (1942) Venezuela güele a oro. Caracas: Cooperativa de Artes Gráficas.
Chesney L., L (2000). 50 años de teatro venezolano. Comisión de Estudios de  Postgrado, Facultad de Humanidades y Educación. Caracas: Universidad Central de Venezuela.
Lovera, R. (2008). Foro sobre centenario de Miguel Otero Silva. Diario El Nacional. 16 de octubre 2008.
Otero, M. (1976) Obra Humorística Completa. Barcelona: Seix Barral.
Rengifo, C. (1978) Literatura dramática de Aquiles Nazoa. En: Aquiles Nazoa. Obras Completas. Volumen I. Tomo I. Caracas: Universidad Central de Venezuela. Caracas.

 

Universalia nº 29