Por Violeta Rojo(*)
En sus primeras novelas, Miguel Otero Silva quiso hacer un gran fresco sobre la Venezuela del siglo XX: la dictadura de Juan Vicente Gómez en Fiebre, la muerte del campo en Casas muertas, el boom petrolero en Oficina N° 1, la guerrilla y la delincuencia de los años 70 en Cuando quiero llorar no lloro. A La muerte de Honorio le corresponde la “infame dictadura de Pérez Jiménez”, como la califica el propio Otero.
La muerte de Honorio es, como novela, la menos lograda de Otero Silva, sin embargo, hay que reconocerle otros méritos, algunos extraliterarios. Es de las muy pocas novelas venezolanas que se concentran en el caso de las torturas a los políticos adversos a Pérez Jiménez y, además, muestra la fea cara de la represión política de un período que desde hace un tiempo no es muy mencionado y cuyos aspectos más oscuros han pasado a un relativo olvido. En LMH muestran, a partir de las historias de cinco personajes torturados y encarcelados, que debajo del país aparentemente próspero, progresista, industrializado, seguro y feliz, existía otra nación escondida y sufriente (Concepción, 1997). Pero además, es un justo homenaje y recordatorio de tantas y tantos perseguidos, maltratados, encarcelados que lograron que durante 40 años viviéramos en democracia. Entre otros, Pompeyo Márquez, que bajo su nombre de clandestinidad, Santos Yorme, es un héroe de la resistencia que los presos protegen por su importancia en la lucha contra la dictadura. Márquez, aún hoy a sus 86 años, sigue activo políticamente, por supuesto en la oposición.
Otero Silva consideraba el periodismo, la política y la denuncia piedras angulares de su función ciudadana, que quería expresar por medio de la literatura. Por lo tanto sus primeras cinco novelas funcionan como un retrato de los momentos más duros políticamente, aquellos en los que la libertad y la vida se ven amenazados por el gobierno de turno. Momentos éstos, que para MOS son todos, ya que pensaba que somos un país
que no habla sino discursos políticos, que no sueña sino pesadillas políticas, que se emborracha con el propósito exclusivo de gritar improperios políticos en medio de la calle, que no ha tenido oportunidad de industrializarse, ni de higienizarse, ni de educarse, por estar discutiendo pendejadas políticas (Otero Silva, 1963, 65)
Si bien es evidente que todas las novelas de MOS son fruto de una amplia investigación, LMH es aquella en la que hizo más hincapié en el rigor testimonial de su preparación. Él pidió a los partidos de la oposición que le dieran los nombres de aquellos de sus militantes que hubieran sido presos y torturados y los entrevistó sobre estas experiencias.
De los personajes de la novela, El Médico corresponde Eduardo Gallegos Mancera (1915-1989), gran amigo de Otero Silva. Gallegos Mancera, era médico y comunista, salió exilado a partir del golpe a Rómulo Gallegos, volvió a Venezuela para trabajar en la clandestinidad y fue encarcelado en Ciudad Bolívar durante cuatro años. Por las torturas sufridas (recogidas fielmente en la novela) perdió un tímpano y la visión del ojo derecho.
El Tenedor de libros es Salom Mesa Espinoza (1919-1991) dirigente sindical y luego político, además de tenedor de libros. Estuvo en Acción Democrática hasta la división de 1967, cuando pasó a formar parte del MEP. Tal como el personaje de la novela, fue uno de los que rescató a Alberto Carnevali. Detenido por la Seguridad Nacional, fue llevado a la Cárcel Modelo de Caracas, luego a la Penitenciaría de San Juan de los Morros y al final a la Cárcel de Ciudad Bolívar.
El periodista es una mezcla de dos personajes. Uno es Luis Miquilena (1919-), sindicalista y político que ha dado un amplísimo paseo por muchas tendencias: apoyó a Medina Angarita, luego formó parte del Partido Comunista de Venezuela, después fundó el PRP (Partido Revolucionario del Proletariado), de breve vida; más tarde participó en URD y luego de un largo período dedicado a sus prósperos negocios, participa muy activamente en el MVR, al que también abandona con el tiempo. Miquilena no era periodista, de manera que el personaje es completado con el oficio y las vivencias del propio Otero Silva.
El capitán pudo ser tomado del sub-teniente Lucio Bruni Celli y del capitán Martín Márquez Añez. Debo hacer notar que el personaje de El capitán es el único no torturado en la novela, aunque según testimonios de la época, Bruni Celli sufrió mucho durante su prisión. El que El capitán no sea torturado y los civiles sí, es una manera de enfatizar el carácter militarista de aquella dictadura, que consideraba a los civiles como escoria.
Supongo que lo que Otero Silva quería lograr en esta novela, como parte de su “deber político” (Pacheco, 1993, 30) era una visión completa sobre las diferentes tendencias democráticas que se oponían a la dictadura. De cierta manera, LMH funciona en literatura como un equivalente del Pacto de Punto Fijo (1). Si en éste los representantes eran de AD, Copei y URD, los que se comprometían a unirse en pro del país, en LMH son los personajes que representan a AD, URD y PCV los que se unen en sus desdichas, poniendo “de manifiesto lo estéril de las luchas que los opusieron anteriormente. La cárcel y la tortura los nivela ahora” (Liscano, 1973, 76-77).
No quiero terminar con tanta tristeza, así que prefiero contar de la censura en España a LMH, hecho que muestra lo poderosa que puede llegar a ser una novela. Esta novela fue censurada durante trece años, no permitiéndose ni exportarla ni distribuirla en España, país donde vivía Pérez Jiménez cobijado por Franco. A pesar de las protestas diplomáticas y en la prensa extranjera, la novela siguió prohibida hasta 1976. Entre los argumentos para no permitir su distribución estaba que “…se presenta a los rebeldes revolucionarios como puros idealistas dispuestos a dar su vida por una causa justa” (Concepción Lorenzo, 1997, 207, n. 13)
Me imagino la sonrisa de MOS al leer que los censuradores consideraban a sus personajes puros idealistas, que dan la vida por una causa justa y que son sometidos a despiadados suplicios, lo que la convierte en una obra de claro matiz subversivo. No hay mejor descripción de La muerte de Honorio, de cómo puede ser percibida y de su importancia como recordatorio de lo pernicioso que resulta un militar en el poder.
(1) En este notable acuerdo, los representantes de tres partidos políticos se comprometían a respetar la institucionalidad, los resultados electorales y a formar un gobierno de coalición. En suma, era un pacto de gobernabilidad democrática.
BIBLIOGRAFÍA
Concepción Lorenzo, Nieves María (1997) La fabulación de la realidad en la narrativa de Miguel Otero Silva. Tesis doctoral. Universidad de la Laguna, España. Publicada con el mismo título en Caracas: Memorias de Altagracia, 2001.
Liscano, Juan (1973) Panorama de la literatura venezolana actual. Caracas: Publicaciones Españolas.
Martínez, Argenis (2006) Miguel Otero Silva. Caracas: Biblioteca Biográfica Venezolana.
Mesa, Salom (1978) Por un caballo y una mujer. Valencia: Vadell hermanos.
Otero Silva, Miguel (1963) La muerte de Honorio. Buenos Aires: Losada.
Pacheco, Carlos (1993) “Del realismo testimonial a la novela histórica: trayectoria narrativa de Miguel Otero Silva”. En: Gerendas, Judit (comp) Aproximaciones a la obra de Miguel Otero Silva. Mérida: Mucuglifo.
(*)Prof de la Universidad Simón Bolívar
Universalia nº 29