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De tirano a príncipe

Por Rubén Darío Jaimes(*)

El hombre sanguinario, que cometió atrocidades a su paso por Venezuela, quien prefirió morir antes que rendirse y asesinar a su hija antes que dejarla en manos de sus enemigos, representa una de las imágenes más legendarias de nuestro pasado colonial.  Lope de Aguirre, el tirano, a pesar de que la luz eléctrica llegó hace décadas a la isla de Margarita, sigue siendo uno de los espantos más reconocidos en las creencias populares de la Perla del Caribe.  Son innumerables las historias que aseguran que lo escucharon por los lados de Paraguachí, en tropel, o muy cerca de La Fuente, acompañado de su legión de hombres desalmados, que se quedaron penando en tierras del estado Nueva Esparta sus fechorías de tiempos de la colonia.  En algunas noches suenan todavía, según cuentan los lugareños, los cascos de los caballos cuando pasan el tirano y sus seguidores por esos lados.  Nadie sabe si va rumbo a La Asunción o camino al infierno.

Tan profundo fue el impacto de su presencia en Margarita que el lugar por donde dice la tradición que desembarcó Lope de Aguirre lleva el nombre de El Tirano, nombre que con su sola configuración trasmite el miedo que queda de esos episodios de la historia donde la sangre tiñe los recuerdos.  La población mantiene vivo en su toponímico la carga trágica de un suceso que en la memoria del pueblo no quiere olvidar que por allí desembarcó la muerte en tiempos de la colonia española. Venía de una aventura colosal y protagonizaría un suceso sin precedentes en estas posesiones del imperio español. Comenzó por ganarse con mentiras y trampas la confianza de las autoridades españolas, y terminó por aniquilarlas a la vista de todos.

Por otra parte, en el estado Nueva Esparta (y desconozco si también en todo el oriente venezolano) al árbol del merey se le conoce con el nombre de marañón.  Hay que ver lo leñoso de su madera, lo nudoso de su tronco y lo retorcido de su forma; ni qué decir del efecto astringente tan fuerte que produce en la boca cuando se come su fruto tan atractivo.  Coincide la denominación del árbol con la de los soldados que acompañaban a Lope de Aguirre en su alucinada aventura contra el Rey de España.  Aunque en un principio una y otra cosa pareciera no tener conexión, el nombre pareciera que fusionara ambas imágenes para nombrar aquella rebeldía natural frente al estado de cosas.

Las atrocidades del personaje y de sus hombres, que no demonios, construyeron un imaginario del mal.  Lope de Aguirre, tirano; sus soldados, marañones; su legado, un espanto colectivo que puede asustarnos todavía hoy, porque sobran los testimonios, que no cuentos de caminos, que afirman una y otra vez que lo escuchan frecuentemente desandando por estos caminos del siglo XXI.

Pero lo interesante no es que el personaje perviva en el imaginario popular isleño, sino que esa creencia y esa figura es la herencia colonial de quien cuenta la historia.  ¿Tirano por qué?  Ciertamente sus ajusticiamientos de las autoridades españolas de Margarita resuenan en la memoria popular.  No obstante, para Miguel Otero Silva, la imagen del personaje lejos de asustarle o siquiera incomodarlo lo cautiva y se acerca para reconocerlo en otra de sus dimensiones.  Como quien libra a la historia de un espíritu maligno, nuestro escritor rescata la imagen para verlo desde otra perspectiva, la de un precursor de la independencia de América.

Lope de Aguirre, príncipe de la libertad, la novela de Miguel Otero Silva, nos muestra la otra versión de los hechos, la del hombre aventurero que vino al Nuevo Mundo para probar fortuna como cualquiera de los tantos otros de nuestros abuelos.  Él sufrió los embates de un proceso donde las pasiones, los intereses y las componendas lo trataron con injusticia, y lo llevaron a protagonizar el primer levantamiento armado y a realizar la primera proclama en contra de Su Majestad el Rey de España, de quien dependían directamente gran parte de las nuevas posesiones de este lado del Atlántico.

En esta novela cautiva las licencias que se da el autor para construir su príncipe y voltear los hilos que manejan la historia colonial para declarar que esa historia que conocemos de Lope de Aguirre es la que nos vendieron, que es apenas una versión, una que es cuestionable en esencia.  Leyendo sus páginas nunca sabemos si lo que se narra es verdadero o es falsedad, y no nos importa ni debería importarnos, porque toda lo que conocemos por historia siempre ha sido una construcción discursiva, que es lo mismo que decir ideológica, de los vencedores, los que deciden en definitiva quién es un  prócer y quién es un criminal.  La pluma de Miguel Otero Silva nos brinda la oportunidad de imaginarnos el otro pasado, el que tal vez sucedió, el que presiente el hombre en otra dimensión de la historia.

Lope de Aguirre, nuestro espanto, que deambula todavía por las playas y los  poblados cercanos a El Tirano, también fue un hombre excepcional.  Para poder valorar la magnitud de una empresa titánica y legendaria, hay que pensar por un momento en el tamaño de la jornada que emprendió en su momento y con los recursos de su tiempo.  En aquellos tiempos que hoy nos parecen tan remotos (como en efecto lo son y cada vez más por el acelerado movimiento de los adelantos tecnológicos) en época de la colonia española, el rebelde se atreve a partir del Perú, navegar por los ríos y las rutas desconocidas por el hombre occidental, atravesar la selva amazónica, para desembocar en el otro extremo, en las aguas del Océano Atlántico, en las costas del colosal Brasil, tomar rumbo al norte y arribar a la isla de Margarita, donde parece habitar preferentemente hasta los tiempos de hoy.  Posteriormente pasará el personaje a tierra firme y llegar hasta Barquisimeto, donde es traicionado por sus hombres, para finalmente morir e inscribir su nombre en los anales de la leyenda y del mito.

Esta jornada desproporcionadamente alucinada tuvo una magnitud que hoy bien valdría una serie de documentales para un canal como Nacional Geographic, Biografía, HBO o BBC.  Los componentes de aventura, desafío, dimensión humana, ambientes exóticos, romanticismo, tragedia, heroísmo y miseria humana son materiales para construir una historia grande, una versión válida y posible, un ayer alternativo.  Por eso Miguel Otero Silva tuvo la valentía de rebelarse con su pluma para rescatar el rostro diferente de un hombre que transitó nuestra historia y cuya proeza bien vale el título de Lope de Aguirre, príncipe de la libertad.

(*)Prof de la Universidad Simón Bolívar

 

Universalia nº 29