Por Br. Daniel Matas, estudiante de Ingeniería Geofísica
Postrado ante mis ilusiones "Sin escribir cosa alguna, enseñaré cómo se escribe”[1], sin siquiera haber saludado a los honorables miembros del jurado. ¡Qué falta de cortesía y cuanto egocentrismo!, replica algo muy dentro de mí, pero es que estoy al desnudo, y cuando eso ocurre, suelo ser más yo que nunca. Por extrañas razones, se dibuja una sonrisa en mi interior.
Ahora sí, es momento de iniciar, disculpe, querido público, disculpe jurado, en cuestión de segundos he iniciado. Muy buenos días, excelentísimos miembros calificadores, distinguida audiencia, invitados todos. Nos reunimos hoy, en nombre de las bellas artes, para dar premio a los mejores ensayos, poemas y cuentos que este año se han enfrentado en tan idílico concurso, EL CONCURSO, que es más que una premiación en el atrio de nuestra insigne biblioteca. No quiero someterlos al suplicio de escucharme por mucho tiempo, sin embargo, si quiero que mis breves palabras puedan ser rescatadas por algunos de ustedes, en el mejor de los casos por todos.
Y, sin hacer uso de recurso literario alguno, con la simple ilusión de ser capaz de enamorarlos con estas cortas líneas, inicio tan retadora tarea. Al momento de escribir esto que justo ahora recito, nos preguntábamos mi yo interno y mi persona: ¿Sobre qué puede ir a hablarles un bachiller a tan prestigioso grupo de personas? Sobre todo a esta hora del día, en la cual nuestro estómago se encuentre, probablemente, muy lejos de nuestro cuerpo.
La respuesta, más simple de lo que pude imaginar, la encontré en el sentido de esta celebración: “La semana de los Estudios Generales”, es un espacio de cinco días, quizás siete, que permite soñar, volar a lugares inimaginables en cualquier otra época del año. Todo esto para aquellos que la viven desde afuera, para los que la vivimos desde adentro es toda una vida, un sueño volcado en letras, versos, en métrica, en rima y en prosa. Lo menciono con la intención de exaltar la importancia que tienen los Estudios Generales, dentro de la formación del USBista. Son la oportunidad que tenemos de dejar de ser máquinas, dispositivos mecánicos guiados por un procedimiento cuasi-religioso, para convertirnos en ilustres pensadores de lo subjetivo, y poder, así, disfrutar de la gloria del éxito consumado: El hombre en sí mismo, mitad ciencia, mitad arte.
Cada vez que un “Simón Bobo” le da rienda suelta a su musa, evocando al Dante o al Shakespeare, quizás, que lleva por dentro, salda la deuda que tiene con su íntegra humanidad, y se desprende de lo cierto, iniciando un vuelo hacia lo desconocido, lo que muchos llaman “incierto”, pero que es más real de lo que algunos pueden llegar a soñar. Sería interesante, entonces, imaginarse una USB en la cual todos sus alumnos viesen los cursos Generales, como aquellos que retan su naturalidad, siendo capaces de renovar la espiritualidad propia y la esencia que deben mantener Licenciados, Arquitectos e Ingenieros. ¡Son un complemento! Una parte importante, de la cual no podemos desprendernos, tal como lo diría el ganador del Premio Nacional de Novela de Guatemala, Roberto Quezada: “Los indo-hispanos somos por naturaleza soñadores. No creo que sea escapismo. Simplemente que nos rodea un ambiente tropical que invita a la sustracción de la realidad y nos hace soñar con lo que podría ser y no con lo que es”.
Qué mejor manera, entonces, podrá existir para ir en la búsqueda de lo que no existe, que el placer de escribir unas líneas bien diseñadas o, mejor aún, poco pensadas, y que, una vez al año, ¡Te premien por eso! Alabada sea nuestra Universidad, y su Decanato de Estudios Generales, pues nos brindan el espacio en donde las letras valen un poco más que los números, y nos recuerdan que no debemos descuidar lo estético y lo sublime, aquello que se aprecia, al igual que las matemáticas, por ser poco entendido y, a la vez, tan elevado: El Arte de Escribir.
Respecto a esto último, Horacio, principal poeta lírico y satírico en la lengua latina, se pronuncia y manifiesta en su “Epístola a los Pisones” que: “el artista debe guiarse por dos criterios: oportunidad y selección”, el primero nos lo proporciona nuestra USB, la OPORTUNIDAD de enorgullecer nuestro espíritu, la OPORTUNIDAD de que nuestras musas sean reconocidas, lo segundo queda de parte nuestra: “escoger un asunto proporcionado a nuestras fuerzas y, mejor: empezar sin énfasis, modestamente”, cosa que, particularmente, no hice en este relato, pues insinué que les enseñaría a escribir sin haber escrito nada, y unas cuantas palabras ya llevo. Probablemente haya incurrido en el error que reclama Horacio, “caer en lo ridículo y acabar anunciando cosas graves y frívolas”.
Por último, se exige del escritor temperamento y arte, es decir, mutuamente genio, estudio y cultivo. Todas estas, capacidades que, fácilmente, pueden ser sembradas y cosechadas en este campus, gracias a la admirable labor emprendida, desde hace algunos años, por todas aquellas personas que, con su granito de arena, hacen de nosotros un híbrido entre números y letras. ¡Gracias! Al Rector Mayz Vallenilla, por su visionaria concepción del profesional íntegro, al Decanato de Estudios Generales por ser fiel luchador en hacer realidad tal ilusión y, finalmente, a los profesores, que hacen las veces de formadores, constructores de los futuros Homero y Sófocles, en la poesía, Esopo en los cuentos, Platón y Aristóteles en la filosofía y escritura.
Me encuentro aquí, pues, siendo portador de un ideal, rescatando lo único que un bajo presupuesto no podrá censurar: “las buenas ideas”. El futuro está en sus manos, queridos ensayistas, poetas y cuentistas, escriban con él lo que quieran, sin olvidar que “Nosotros y nuestras obras somos deudores a la muerte”[2].
¡Felicitaciones a los ganadores!
Muchas gracias.