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A destiempo en París

Br. Manuel Nazoa, estudiante de Ing. Electrónica

Con el 92 llegas a Montparnasse, le dijo La Gocha a Carlitos. Con el 92 que agarras por aquí cerca. ¿Y pasa por el XV? No, no pasa por el XV pero Montparnasse está en el XIV así que y Carlitos se encogió de hombros.

Toma el 92 en la redoma del Boulevard Pereire, sales de aquí, cruzas esta avenida y te vas pegado a esa acera le dijo, así que salió de Square-du-Rhône y cruzó la acera y caminó hasta le redoma del Berthier y cruzó hacia Pereire y tomó el 92, sí el 92 que La Gocha le había dicho que así no iba a perderse, porque el autobús era el mejor medio de transporte en la ciudad si querías conocerla y si no querías conocerla pues también.

La máquina de escribir lleva un ritmo como de Thelonious Monk y Aurora prepara café en la cocina mientras Carlitos toma un bus en Pereire para visitar a un amigo de hace muchos años que vivió en el XV porque de algún modo y quién sabe para qué se había aprendido la distribución de los barrios parisinos.

El autobús toma la avenida Niel, esa avenida te lleva por el Arco del Triunfo. La voz de La Gocha que no lo acompañaba se mezclaba con el ruido de una ciudad viva ajena a la mirada de Carlitos que se paseaba por las cruces verdes de las farmacias y por cada personaje que conoció alguna vez y ahora identificaba.

París, mi primer París, se decía mientras saboreaba la ciudad que no sabía a su ciudad. Esta ciudad sabe a viejo y Caracas sabe a podrido pensaba. Pero un podrido bueno, porque es mío dijo. No había comparación entre el placer cuasiescatológico que daba el aroma de los lixiviados caraqueños y el olor a caca de perro, chien piensa Carlitos, de París.

La aguja roza suavemente el disco de acetato, entre silencios la máquina de escribir respira. Un sorbo de café y arranca una nueva pieza y el tecleo se reanuda y Carlitos sigue su marcha por París reconociéndola porque ahora se da cuenta de que la conoce y más de una vez incluso se había perdido en ella, en algún callejón o en algún cine donde había una película de Glenda a quien había querido tanto.

El autobús de la 92 roza el Arco del Triunfo y de ahí sigue por la Marceau y La Gocha le dijo que ya por ahí vería los Campos Elíseos y La Torre. Que cantidad de perros tiene París, chiens piensa, interdit aux chiens, y ve personas que no conocía, claro; porque conocí París hace mucho tiempo, hace demasiado tiempo.

Si te interesa, justo antes de cruzar el río es posible que puedas ver el letrero del Crazy Horse a la izquierda, pero qué Crazy nada va a estar viendo si va a cruzar por el Pont de l’Alma y sabe que más allá en el des Arts hay alguien esperando al igual que él y Carlitos la ve y de algún modo le dice que espere un poco más que ya regresa.

Sabe ahora que ya entró al barrio VII y voltea a su derecha esperando atisbar a un hombre alto y angosto entrando a una casa alta y angosta como él y ambos atiborrados de libros. Se imagina llegando a la puerta de la casa, leyendo el nombre en el timbre de la puerta y pulsando el botón pero ahí le falla el asunto porque ¿y si abre?
Che dale vuelta al disco o cambialo que no puedo con el choque de la aguja y él se levanta de su escritorio y abandona la máquina de escribir toma el disco por el borde y pone algo de Parker. Comienza a escucharlo al lado de la ventana y se da cuenta de que el cambio de ritmo es demasiado brusco y va y quita el disco y coloca de nuevo el de Thelonious y piensa que el próximo podría ser Basie. Se sienta en la máquina y ve que Carlitos va por la Bosquet y está a punto de llegar a Les Invalides.

Napoleón está ahí dice La Gocha y él piensa que realmente no está o tal vez sí pero no ahí. Total, estoy en París pero no en este París pero sí, dice. Y quitando la mirada ve la escuela militar, École Militaire dice el letrero, y ya la dejan atrás. En un pestañeo se da cuenta de que ya pasó Villars y que entran al Boulevard des Invalides. El idioma se le está metiendo en la cabeza y lee Inst. Nat. Des Jeunes Aveugles, chien es todo lo que le sale a Carlitos. Interdit aux chiens.

Un hospital enorme es la antesala al Boulevard de Montparnasse y apenas puede recurrir a una teoría de porqué es tan distinto a los propios cuando se da cuenta de que ya está en el barrio XIV y en esos últimos segundos de autobús respira profundo tratando de comparar. Nada, no hay caca con tufo que valga lixiviado, piensa mientras se apea en la Gare Montparnasse y busca dónde fue que se bajó porque sabe que tiene que caminar un trecho por la avenida du Maine por donde bordea el cementerio de Montparnasse, Cimetière du Montparnasse dice mientras lee,  y ya llegué también dice.

Carlitos da vuelta en la calle Froidevaux, ya estuve aquí dice viéndose el plastón en la suela y era cuestión de tiempo piensa. El timbre suena interrumpiendo un sorbo de café ya frío y hacé un poco más, mujer, que tenemos visita. Entra al cementerio mientras oye a Charlie atacar un saxo porque ya qué importa el cambio de ritmo y arrastrando el pie imperceptiblemente para que no se den cuenta de que él huele a caca de perro. Julio baja las escaleras mientras Aurora saca la lata de la despensa y Carlitos cruza la plaza central por el puro placer de arrastrar el zapato por la grama y al fin toma la calle Allée Lenoir y entonces comienza a saltar en un pie en dos en uno y en dos hasta ver la loza de mármol blanco y dice toco tu boca con un dedo toco el borde de tu boca mientras admira el cronopio que la corona y saca una botella de tinto mendocino de donde sirve tres copas y entierra su párker en la tierra con la punta hacia abajo para que no le falte la tinta. Julio sube las escaleras y Aurora, era Carlitos que llegó tarde.