(1914)
Mi inclinación por la música comenzó en mi niñez, en mi natal Barquisimeto donde viví hasta los 22 años cuando me vine a Caracas a estudiar música. Me inscribí en la Escuela de Música José Ángel Lamas y estudié con Eduardo Plaza,Franco Medina, Ascanio Negretti y composición con el maestro Vicente Emilio Sojo quien fue mi gran conductor, consejero y maestro. Después me casé con el poeta tachirense Manuel Felipe Rugeles y nos fuimos a Estados Unidos por su trabajo diplomático. Allí estudié en la Universidad Católica de Washington; durante esa estancia tuve a mi hijo Alfredo quien hoy día es un buen músico. Posteriormente, nos trasladaron a Buenos Aires donde me formé con un gran maestro argentino, Jacobo Ficher. También cursé estudios en París y por último en Ginebra donde estudié pedagogía musical. Cuando regresamos a Venezuela, retomé mis actividades académicas con el maestro Casale y Gonzalo Castellanos con quien trabajaba y estudiaba a la vez.
Mis primeros años en Caracas fueron muy difíciles. En el ámbito académico- musical tuve el apoyo del maestro Sojo y de Ascanio Negretti quienes se portaron conmigo de una manera noble y generosa, me ayudaron mucho. En el personal, de una de mis tías que me recibió junto a mi hermana.
Por sugerencia del maestro Sojo me dediqué a la composición. Yo quería ser violinista; pero, el maestro, sabiendo que yo tenía que trabajar, me dijo: “tú no tienes tiempo de dedicarle al violín lo que requiere, pero la composición sí la puedes hacer a cualquier hora. Sigue con la composición que tienes talento”. Le hice caso.
A mi regreso al país, seguí trabajando en la composición. En ese momento, el maestro Plaza me llamó para que me encargara de la Escuela de Música Juan Manuel Olivares. Allí estuve primero de subdirectora trabajando con él y, después, cuando lo jubilaron fue Gonzalo Castellanos el director; luego Lauro, hasta que éste le aconsejó al ministro que me nombrara directora porque nadie conocía y amaba la escuela como yo. Tenía más de 20 años allí; de hecho, los 22 años los cumplí ya como directora. Desde ese entonces me dediqué a ella con mucho amor y devoción hasta 1975, el año de mi jubilación. Esa es la historia a grandes rasgos.[1]
He compuesto desde muy temprana edad. Lo primero que compuse fueron canciones de allá, de Barquisimeto, y las arreglaba a mi manera, hasta que empecé a estudiar técnicamente la armonía con el maestro Sojo. A pesar de esto, mis piezas no están impregnadas del folclore venezolano; en realidad mi contacto con la música folclórica fue muy poco, se limitó a mi seguimiento del trabajo de Miguel e Isabel Aretz y Álvaro Fernaud del que nunca tomé parte. En todo caso, mi relación sería la de cantante ocasional de música larense.
Mis composiciones más que todo son sentimentales, consisten en canciones para coro y especialmente para voz y piano. Al principio ad libitum; después cuando estudié con el maestro Sojo, lo hice con más conciencia técnica. También tengo en mi haber siete himnos[2], casi todos fueron encargos. Con algunos gané ciertos concursos como el organizado por el Ministerio de Agricultura para la I Exposición Agropecuaria que se hizo en el país, titulado Himno de la agricultura, y el Himno de Alfabetización. Uno de los que más me gusta es el Himno de las ex alumnas del Colegio La Inmaculada de Barquisimeto. De las canciones, debo decir que las amo a todas. Con El pájaro carpintero gané el Primer Premio del II Concurso de Música Venezolana, AVAC, en 1955; pero, mi favorita es Plenitud porque fue muy especial en aquel momento, fue inspirada por el amor, y mereció el Segundo Premio del Concurso de la Canción al Estilo Romántico Venezolano, otorgado por el Ministerio de Comunicaciones en 1946. Algunas de estas piezas están grabadas. Fedora Alemán grabó un grupo; la Schola Cantorum de Caracas, las polifónicas; mientras que Alberto Grau, las de coro con los arreglos que hice.
Estas obras las hice como todas, sentada ante el piano, tocando las notas y copiándolas en hojas. Este instrumento ha sido fundamental para mí, aunque no llegué a culminar su estudio ni el de violín por razones familiares y económicas; después, me casé y me fui al extranjero y no los retomé. Mi amiga Blanca Estrella, con quien comencé en la escuela de música, sí se graduó.
Ya no compongo, no recuerdo cuando dejé de hacerlo. Yo no componía como el resto de los compositores como Carreño, por ejemplo, que religiosamente todas las mañanas se sienta a componer. Estaba muy lejos de eso, lo hacía cuando me lo pedían para alguna cosa. Esto y las premiaciones me permitieron recibir honorarios profesionales; pero, la verdad, para mí lo importante era componer así que me honraba el galardón y especialmente tener la oportunidad de crear algo tan sagrado como lo es la música.
Actualmente, estoy escribiendo las historias de esas composiciones. Estoy armando un libro, por consejo de mi hijo Alfredo, con la historia de mis canciones porque la mayoría de ellas tiene una. Soñando por un motivo, Plenitud y La nieve por otro; todas mis canciones tienen una pequeña historia y quiero contarla. Este texto sería en realidad el tercero; pues, ya tengo dos Páginas de recuerdoseditado por Rubén Cedeño y que nació originalmente como un regalo de cumpleaños para Alfredo cuando estaba en Alemania estudiando y otro patrocinado por mis sobrinos Carlos Azuaje y Olmar Padrón.
Debo decir que he sido una privilegiada, pues tuve la oportunidad de estar muy cerca de dos personalidades fundamentales en la música venezolana: el maestro Vicente Emilio Sojo y el maestro José Antonio Abreu. El primero sembró la semilla de los compositores en Venezuela, al fundar la primera escuela de compositores. Fui su alumna y con él aprendí a amar y respetar la música seriamente. El segundo, con quien trabajé durante ocho años, es un visionario y un apasionado de la música que ha impulsado el movimiento musical venezolano con el sistema,[3] un programa centrado en la formación y rescate de niños y adolescentes. Los dos representan etapas distintas y relevantes en el campo musical venezolano.
Creo que el estar en contacto con ellos, me permitió hacer aportes significativos a la música venezolana. Ser alumna del maestro Sojo me hizo ver lo importante de la composición y luego reconocer la oportunidad que se presentó con la llegada de Yannis Ioannidis a Venezuela. Como directora de la Escuela de Música Juan Manuel Olivares, pude darleespacio en ella y se convirtió en nuestro maestro de composición; lo que se tradujo con el tiempo en un movimiento que ha rendido muy buenos frutos. Como docente, formadora de músicos, pude ver la importancia del proyecto de Abreu y colaborar con él.
Así como ha sido de importante y trascendente en mi vida la música, también lo ha sido la metafísica. Fui iniciada en este movimiento espiritual por la mismísima Conny Méndez, fundadora de la Hermandad Saint Germain en Venezuela. La metafísica ha sido un soporte maravilloso para mí en mis momentos de decaimiento. Ya no asisto a las reuniones porque no voy a ninguna parte; pero, ellos siempre están pendientes de mí y yo de ellos, de lo que están haciendo y todo. Ese es el trabajo espiritual, el camino que debemos seguir todos en esta encarnación.
Para finalizar, como profesora de composición y como compositora quiero sugerirles a los compositores que se inician que sean constantes. La constancia es fundamental. El ser compositor debe ser una meta segura, firme y la persona debe abocarse a ello. Ser compositor no es cualquier cosa, es crear, es hacer música y ella es sagrada. Por eso, recomiendo meditar y reflexionar sobre la responsabilidad que se asume al escribir música, eso es un regalo de Dios.
[1]Ana Mercedes Azuaje de Rugeles además de ser profesora, subdirectora y directora de la Escuela de Música Juan Manuel Olivares (1953-1975), fue productora de programas en la Radio Nacional de Venezuela por once años donde redactaba programas sobre música. También fue miembro fundador de la Orquesta Pequeña Mavare y de la Schola Cantorum de Caracas; así como directora académica de la Orquesta Nacional Juvenil de Venezuela (1978-1986).
[2]Sus composiciones incluyen obras de música de cámara, coral, para voz y piano y para piano como instrumento solista. Su producción va más allá de lo musical y comprende nueve publicaciones sobre canciones,el movimiento coral venezolano, las orquestas juveniles en Venezuela y su querida Escuela de Música Juan Manuel Olivares.
[3]El sistemaes un programa de educación musical en Venezuela, originalmente llamado Acción Social para la Música, cuyo nombre oficial es Fundación del Estado para el Sistema Nacional de las Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela (FESNOJIV). Fue fundado en 1975 por el músico y economista venezolano José Antonio Abreu. Su meta es el rescate pedagógico, ocupacional y ético de la infancia y la juventud, mediante la instrucción y la práctica colectiva de la música, dedicada a la capacitación, prevención y recuperación de los grupos más vulnerables del país, tanto por sus características etarias como por su situación socioeconómica.
El proyecto se dio a conocer internacionalmente en 1995 con la actuación de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil en el Kennedy Center de Washington (EE.UU.). Desde entonces, su destacada calidad artística ha llevado a las Orquestas del Sistema por todo el mundo y su impacto cultural y social lo ha hecho merecedor de un sinnúmero de premios.
Para más detalles, visite el siguiente link: http://www.fesnojiv.gob.ve