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Los Estudios Generales y los cantos de sirena

Prof. Otilia Rosas González

Dpto. Ciencias Sociales

 

Muchos de nosotros hemos tenido la oportunidad de impartir clase de algún “general”, como comúnmente le decimos en el ámbito universitario, a las asignaturas de Estudios Generales. En mi caso, además de haber dado unas materias con mi propio programa o con el de otros, he estado al frente de la Coordinación del Ciclo Profesional del Decanato de Estudios Generales, lo cual me ha dado una perspectiva más completa del propósito de la creación e inclusión de estos cursos, que no es más ni menos, como explicaba el Prof. Cristián Álvarez (1998), el “aprender a conocer la realidad, lo que incluye la propia condición humana, su relación con el entorno y los métodos y resultados del saber que cultiva; aprender a asumir las responsabilidades que implican los alcances y limitaciones de ese pensar; recordar, recobrar la reflexión sobre lo humano y sus saberes a partir de los temas y áreas del conocimiento constituyen el fin de los cursos de Estudios Generales” (Lineamientos para la formulación de cursos en el programa de los Estudios Generales del Ciclo Profesional, I Parte).

Son muchos los temas que en las diversas áreas de las ciencias sociales, ciencias biológicas y de las humanidades se han desarrollado a lo largo de todos estos años en Estudios Generales. Puedo decir con toda franqueza, que muchísimas veces he añorado volver a ser una estudiante, solo para tener la posibilidad de tomar una de esas materias tan atractivas. Pienso que nuestros muchachos y muchachas son afortunados en contar con una universidad, como la Simón Bolívar, que les brinda una amplia gama de asignaturas para escoger del enorme espectro de contenidos heterogéneos, acorde a sus gustos o preferencias, compaginados con sus materias de carrera.

Por otra parte, también es gratificante escuchar las opiniones de los estudiantes cuando hablan entusiasmados acerca de un “general”, o se lamentan de no haber encontrado cupo en uno que está completamente lleno, exclamando que un “compañero se lo recomendó, que es buenísimo”, o algo por el estilo, implorando por un “huequito” para inscribirlo. Otras veces son los propios alumnos que ya hemos tenido, quienes nos solicitan que abramos otro general para continuar cursando en una línea temática similar, porque no pueden volver a tomar el mismo.

Hay casos en que algunos muchachos confiesan que tomaron el general con la excusa de que les convenía el horario, sin saber de qué trataba el curso ni quién era el profesor, porque debían tomar alguno ya que les correspondía en ese trimestre, pero que no tenían particular interés en esa materia. Sin embargo, es sorprendente que luego se entusiasmen, participen activamente en clase e incluso reconozcan que jamás imaginaron que pudiera ser tan interesante para ellos y que lograran entender y apreciar aspectos que nunca habían tomado en cuenta, o que simplemente percibían como algo alejados a sí mismos.

Son estos momentos en los que me reafirman la finalidad de los Estudios Generales, es decir, “el objetivo que se persigue apunta a elementos de la educación que desbordan los períodos de instrucción de una asignatura en un trimestre, e incluso los años de formación profesional en la Universidad, pues es claro que de lo que se trata no es de dotar de una información o entrenar en una determinada destreza, sino de la difícil tarea de la formación de una conciencia responsable, independiente y con criterio (acaso “la conciencia como primera libertad”, como señalaba Mariano Picón-Salas); aún más, podemos llegar a afirmar que lo deseable de estos fines de la Formación General es que continúen toda la vida” (Cristián Álvarez, 1998 en Lineamientos para la formulación de cursos en el programa de los Estudios Generales del Ciclo Profesional, II Parte).

Recuerdo con mucha claridad, como si hubiese pasado ayer, las veces que mis estudiantes me han expresado sus impresiones, maravillados ante su propio descubrimiento del mundo. Uno de aquellos muchachos, ingresó a mi clase de El mestizaje en Venezuela: sus orígenes (CSX145), porque no pudo reservar en el cupo de la materia que quería por problemas de horario. El chico en cuestión, alto, fornido, ojos claros, muy bronceado por sus prácticas de surf –“cuando tenía cualquier tiempito libre”, me decía, “porque la Simón no te deja”-, muy inteligente, pero también muy displicente, con cara de aburrido en algunos momentos o desafiante en otros, casi saboteador, durante los primeros días de clase. A medida que fue transcurriendo el trimestre, aquel muchachote con rostro de niño aún, comenzó a evolucionar, ya sus intervenciones no eran las frases sarcásticas o descalificadoras del comienzo, ahora eran comentarios acertados y preguntas más agudas  acerca de la temática del curso. Gratamente vi como se iba transformando. Cuando aún el Decanato podía otorgar apoyo financiero para realizar trabajos de campo, logré llevar al grueso de la clase a la festividad de San Juan, en Chuao del estado Aragua. Durante la actividad este estudiante fue uno de los más interesados en la recopilación etnográfica del evento. Se convirtió en el líder de su grupo de investigación, y con toda la parafernalia del caso, organizaba y dirigía las labores de sus compañeros -“tú, fotografía; tú, graba el video; este y yo hacemos las preguntas y grabamos las respuestas”, etc-. Fue uno de los más fervientes seguidores de la técnica de la observación participante.

No pude evitar sonreírme cuando lo vi pasar en la procesión que llevaba la imagen del santo, junto a toda la gente del pueblo, era imposible que no destacara, un muchacho inmenso, un rubio bronceado, vestido como listo para entrar al mar a surfear, con su vela en la mano, muy atento a lo que ocurría. Esa noche, toda la noche, aquel estudiante rezó, tomó chocolate caliente preparado con el cacao cultivado y cosechado en el pueblo, bailó tambores en honor a San Juan, habló y habló con los informantes, se le presentó ante la cofradía de mujeres, de todas las edades, que se encargan del cuidado del santo y les pidió permiso para entrar en la casa de San Juan para escuchar los cantos de sirenas, el cual le fue extrañamente concedido, ya que ellas son bastante recelosas con los foráneos. Los cantos de sirenas son entonaciones de melodías que las cofrades cantan ante la imagen de San Juan, ya sea en grupo, entre dos de ellas, o alguna cofrade sola. Estos extraordinarios cantos, propios de la costa aragüeña, expresan alabanzas al santo, pero también se presentan chistes, bromas, chismes, todos positivos, entre las cofrades.

Al final del trimestre, su equipo de investigación presentó uno de los mejores trabajos escritos, y la presentación oral fue impecable. Cerró la exposición expresando su propio asombro ante su deslumbramiento, llamémoslo así al descubrimiento que hizo acerca de una realidad que, hasta entonces, era absolutamente lejana y ajena a él, y que podía entender incluso “cosas que sus abuelos y su familia hacían o decían” y que para él no habían tenido sentido. Obviamente, fueron momentos muy emocionantes para todos en la clase.

Este es solo uno de tantos instantes de mi vida académica en que puedo constatar  la innegable importancia que han tenido y tienen los cursos de Estudios Generales. Una importancia que va más allá de la formación integral de nuestros estudiantes como parte de un pensum de estudios, ya que ha encontrado eco también en los egresados de la Universidad Simón Bolívar que, como nos consta, están entre los mejores profesionales  del país, y si no peco de orgullo, también del mundo. Para ellos va mi canto de sirena.