Por Prof. Daniuska González González(1 pág)
Coordinadora del Ciclo Profesional de Estudios Generales (2007-2009)
Departamento de Lengua y Literatura
En estos tiempos de globalización y cambios con formatos estandarizados, como plantea el
teórico Jameson, cabe preguntarse acerca de cómo se puede marcar la diferencia. Un paneo
rápido por los programas televisivos, por las escasas librerías de la ciudad capital, por las
carteleras de los cines comerciales, por Facebook o por Twitter, nos demuestran que la vida
colectiva parece sustentarse sobre un código de barras idéntico, sin novedad, y, lo peor, sin
ejercicio del pensamiento.Sin embargo, para los estudiantes de pregrado de nuestra Universidad se abre un resquicio por entre esta “normativa vivencial”: los programas de Estudios Generales, los cuales posibilitan la discusión, la reflexión y el análisis certeros, bien sobre cuestiones actuales o del pasado que siempre nos ayudan a mirar el presente; bien sobre acontecimientos reales o ficcionales, estos últimos una oportunidad de excepción para imaginar más allá de lo tangible y de lo tecnológico.
Como profesora de dos Estudios Generales bastante polémicos por sus temáticas, el LLB546
Imaginarios del Mal: aproximaciones a la representación del mal en la cultura occidental y el LLB553 Disonancias de la violencia: una lectura desde la ficción al problema contemporáneo de la violencia, me he propuesto que mis estudiantes encuentren esa diferencia que
hace pauta y que les lleva a ver más allá, mucho más allá, de lo “evidente”. Así, resulta importante que observen su entorno desarticulando clichés y dogmas, ese blanco y negro terribles sin el espectro de los grises; comprendiendo que el lugar del otro puede convertirse, por circunstancias, en sus propios lugares; que la información, no importa su emisor, debe ponerse bajo sospecha, en el “rango de la incertidumbre”, acotaría Baudrillard, uno de los autores imprescindibles para entender el siglo XX y el actual; y que conceptos sólidamente construidos en apariencia se intercambian fácilmente si se desplazan por segundos sus perspectivas.
Algunos artículos sobre la violencia urbana, por ejemplo, señalizan la pobreza como una de sus causales y casi todos los estudiantes que toman el EGE LLB553 llegan con esa visión. Pero ya en la tercera clase este criterio desaparece: el texto del escritor mexicano Carlos Monsiváis establece la frustración ante las expectativas de vida como el móvil para este tipo de violencia. He ahí la razón de por qué se roba un blackberry y no el pan que quitaría el hambre; o por qué se asesina por unos zapatos de marca. La respuesta también expone la réplica a la experiencia de vida de la mayoría de los grupos: el 80% de sus integrantes ha sufrido un asalto, con la consecuente pérdida de un teléfono celular caro o una mochila costosa.
La pertinencia de los Estudios Generales como punto de encuentro para debatir, intercambiar, pensar, leer y formar valoraciones propias en el estudiante, se consolida, y, al unísono, se transforma en un proceso de retroalimentación para el profesor. Es el espacio por excelencia para avanzar cada vez más hacia una universidad nueva –y no hay que temerle a los adjetivos
politizados– y hacia un profesional con conocimientos, amplitud de criterios y fortaleza en la discusión, un profesional diferente. Más conveniente y actualizado no podría ser un programa universitario, a corto y a largo plazos. Mucho más en esta época de banalidad y uniformes mentales.