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Los estudios generales: un movimiento transatlántico

Jorge Rodríguez Beruff

Universidad de Puerto Rico

 

¿Qué era lo que se pretendía, qué en concreto, lo que se buscaba?  Hacer de la diversidad, Universidad; del archipiélago, continente; de las partes, un todo.

Rodrigo Facio (1958)

 

La educación general o los estudios generales, conceptos que utilizamos aquí indistintamente,  debe verse como un movimiento intelectual que tiene raíces en el debate sobre la universidad en el siglo XIX y que comenzó a forjarse con características diferenciadas en Europa y América a fines de los años veinte y principios de los treinta del siglo XX, consolidándose y difundiendo en el contexto de la Segunda Guerra Mundial y la posguerra.

 

Los participantes del movimiento de los estudios generales, así como sus detractores, lo percibieron y calificaron desde la década de los treinta como un nuevo movimiento intelectual en el campo de la educación universitaria.  Ángel Quintero Alfaro, ex decano y promotor de los estudios generales en Puerto Rico, en un escrito de 1961, le llama “movimiento histórico” que cobra fuerza “en el período después de la guerra mundial”.  Las teorizaciones sobre movimientos sociales son útiles para entender el carácter de los estudios generales como movimiento.  Mario Diani, en un texto en que pasó balance de esos análisis, menciona cuatro aspectos principales de un movimiento social: 1. existencia de redes de relaciones informales, 2. creencias compartidas y sentido de solidaridad, 3.  acción colectiva en asuntos conflictivos y 4. acción mayormente fuera de la esfera institucional y de los procedimientos rutinarios de la vida cotidiana.  También es pertinente el concepto de “movimientos científicos/intelectuales” desarrollado por Scott Frickel y Neil Gross.  Otros autores, como el chileno Eduardo Devés, han usado la idea de red  o “red intelectual transnacional”.

 

El movimiento de los estudios generales constituyó un nuevo paradigma en el campo de la educación superior, en cuya formulación fundacional se destacaron, entre otros, Robert M. Hutchins y José Ortega y Gasset.  Sus planteamientos, con tangencias pero también divergencias, los hicieron con notable sincronía a ambos lados del Atlántico.  Aunque ellos fueron las figuras intelectuales de mayor relevancia y más visibles, muchos otros académicos en Europa, Estados Unidos y América Latina formaron parte del movimiento y aportaron a su desarrollo.  Si fuéramos a ubicar temporalmente su inicio lo haríamos en el año de 1930, cuando Ortega publicó sus más importantes textos sobre la universidad, mientras que Hutchins comenzaba a impulsar la reforma del currículo en la Universidad de Chicago luego de su nombramiento como presidente en 1929.  Pero esta afirmación es problemática y debe ser tomada con cautela ya que sus raíces intelectuales son diversas y se encuentran en décadas anteriores.

 

Entre los antecedentes inmediatos del movimiento en Estados Unidos se deben mencionar el proyecto de Alexander Meiklejohn del Experimental College en la Universidad de Wisconsin y el movimiento de los Great Books o Grandes Obras iniciado por el profesor John Erskine de la Universidad de Columbia.   Ambos se convirtieron en colaboradores de Hutchins.  En el caso de España, tuvo gran relevancia la obra de Francisco Giner de los Ríos sobre la universidad y la educación en general.  Giner no solo propuso una reforma universitaria, sino que ejerció una influencia transformadora del campo universitario y científico desde fines del siglo XIX.   Ortega, quien se graduó en la tercera promoción del Instituto Libre de Enseñanza fundado por Giner, reconoció la aportación de quien fuera maestro de toda su generación.

 

También en América Latina hubo proyectos educativos, como el de las Universidades Populares en la década del veinte, o planteamientos aun anteriores como los del liberal peruano Francisco García Calderón en 1912, que expresaron aspiraciones con muchas tangencias con  el movimiento de la educación general.   A partir de la década de los treinta, las ideas de Ortega sobre la universidad se difundieron ampliamente en la región.  En el período de la posguerra fue cristalizando un movimiento de la educación general en varios países inspirado en diversas fuentes intelectuales, incluyendo importantes teóricos de la región.  Este movimiento tuvo una presencia muy relevante en el debate sobre la educación superior y la reforma universitaria.  También debe mencionarse el importante documento de 1967 de un Comité de Expertos convocado por el Departamento de Educación del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) titulado “La misión de la Universidad Católica en América Latina” que propuso un modelo educativo con el enfoque de la educación general o los estudios generales.

 

Aunque sus ideas sobre educación están presentes en muchos otros de sus escritos anteriores, la visión de José Ortega y Gasset sobre la universidad está contenida en dos textos claves, ambos de 1930, La rebelión de las masas y Misión de la universidad, los cuales deben considerarse obras fundacionales para el movimiento de los estudios generales.  Esas obras de 1930 están basadas en un diagnóstico de la universidad europea de la época y de la española como instancia de ella. Según Ortega, en las universidades europeas se había hecho dominante un cientificismo de raigambre positivista, que ponía énfasis en la formación de científicos y relegaba las materias humanísticas a la función de proveer una “cultura general” de valor ornamental.  Los planes de estudios profesionales altamente especializados no dotaban a los estudiantes de una formación cultural, entendida por Ortega como “…el sistema vital de las ideas en cada tiempo”.  Para Ortega, las materias generales habían quedado como un residuo de lo que había sido la universidad medieval, una institución dedicada a la transmisión de la cultura.

 

La propuesta orteguiana para la reforma universitaria fue sumamente relevante para sustentar el movimiento de los estudios generales, ya que proponía crear una Facultad de Cultura, que complementara la formación profesional y la investigación científica. Según Ortega, la investigación debería estar ubicada preferiblemente en institutos fuera de las universidades. De ahí su afirmación que la universidad no es ciencia, sino que es, además, ciencia.

 

Sin embargo, la reforma universitaria de Ortega con su pieza central en la Facultad de Cultura no tuvo mayores consecuencias prácticas en España por las circunstancias históricas de ese país.  Primero, la Guerra Civil dividió y devastó las universidades, luego el franquismo impuso su modelo autoritario y retrógrado.  Julián Marías y Ortega son tolerados en el Instituto de Humanidades que fundan en Madrid.

 

Robert Maynard Hutchins llegó a la Presidencia de la Universidad de Chicago en 1929, luego de haberse destacado como joven líder académico innovador en el decanato de la Escuela de Leyes de Yale.  Cuando Hutchins inició su gestión en Chicago, el programa de estudios subgraduados se basaba en el modelo del free elective system, inspirado en el que había establecido Charles William Eliot en Harvard durante su larga incumbencia en la presidencia (1869-1909).   La propuesta de Hutchins significaba la revaloración de la educación subgraduada y su fortalecimiento académico.  Para 1931 se habían establecido en Chicago cuatro cursos requisitos de educación general bajo el llamado “New Plan” de Hutchins.  Eventualmente se estructuró un programa de educación general que abarcará los primeros dos años de estudios.  A partir de 1937 se creó un College de cuatro años que se convertirá formalmente en el College de Chicago en 1942.  En 1936, Hutchins expuso su propuesta en el muy influyente libro The Higher Learning in America.

 

Además del grupo de Chicago, había un núcleo afín de reformadores académicos en la Universidad de Columbia incluyendo a Mark Van Doren, Jacques Barzun y John Erskine, quienes impulsarán también una reforma del currículo de esa importante universidad.  Daniel Bell plantea que el movimiento de la educación general se originó en Columbia antes que en Chicago.  En todo caso, Columbia se convirtió en otro promotor y ejemplo de la educación general.  Finalmente, se debe mencionar que Hutchins tuvo la oportunidad de impulsar sus ideas en su forma más radical en el College St. Johns de Annapolis a partir de 1937, a través de sus colaboradores Scott Buchanan y Stringfellow Barr, que venían de la Universidad de Virginia. Otro hito importante en el desarrollo del movimiento fue el informe sobre educación general preparado por la prestigiosa Universidad de Harvard y publicado como libro en 1946 bajo el título General Education in a Free Society, conocido también como el Harvard Red Book, y en cuya redacción jugó un papel importante el presidente de Harvard James Beyant Conant.

 

La Universidad de Puerto Rico va a jugar un papel destacado en el movimiento de la educación general y su difusión en América Latina y el Caribe.  El pensamiento de Ortega y Gasset tuvo un gran impacto en esa institución desde, al menos, comienzos de la década del treinta.  El entonces joven profesor Jaime Benítez menciona que conocía y admiraba la obra del filósofo desde 1931 y que desde 1937 les requería a sus estudiantes leer La rebelión de las masas.  Benítez ha reconocido en varios escritos la aportación de Ortega y Gasset, de quien se consideraba discípulo.   La Reforma Universitaria de 1942 creó una División de Estudios Generales que se convirtió en Facultad en 1945. A la Facultad de Estudios Generales se le encargó de impartir un currículo común de educación general para todos los estudiantes del Recinto de Río Piedras, que en aquel momento era el Recinto más importante.   Para Benítez la Facultad de Estudios Generales correspondía al concepto de Facultad de Cultura de Ortega.  Fue la primera Facultad de este tipo en un país hispanoparlante y una pieza clave del nuevo modelo universitario que Benítez impulsó.

 

Fue una coyuntura externa muy favorable para la institución, ya que Jaime Benítez pudo actuar a través de diversas redes intelectuales, institucionales y políticas que abarcaban a la intelectualidad española republicana, incluyendo al grupo allegado a Ortega, el movimiento de la educación general en Estados Unidos que lideraban Robert Hutchins y otros, y los movimientos políticos afines al Partido Popular Democrático en América Latina y el Caribe, que luego de la Revolución Cubana se denominaron “la izquierda democrática”.  Por esas vías la Universidad de Puerto Rico va a colaborar en los proyectos de estudios generales que se desarrollaron en Costa Rica y Centroamérica y otros países latinoamericanos.  Pero eso ya sería tema para otro artículo.