Por Zulielfre Fermín estudiante de Ing. de Materiales
Camino a Atabapo.
Respiro, mis pies se plegan del piso.
Ahora dibujo un recorrido: mi cuerpo.
Se alerta la llamada espesa de las aguas, un caño, la vida.
Los dedos se alargan y trenzan, se suelta lo amargo. La ilusión llueve sobre la tierra, veo que cae desde arriba: la gota. Yo en la tierra, la tierra en si misma se confunde con mi forma.
Me alarmo cuando al despertar no recojo algún sueño de curiaras de ciudad, de esperas abnegadas, de retoños sin edad.
La memoria de los niños, es memoria de conciencia, de donde vengo es la edad del tiempo la que marca la hora y nos pregunta.
Mi nuca ya se aparta de mi espalda, se extiende junto al piñero mientras el sol de mediodía les recoge y les levanta. El sueño se dispersa, la ilusión se lava la cara, yo recorro tu recuerdo en los gigantes que nacen del suelo que cuidan la selva, sin encontrar nada más que mi reflejo en las aguas que se tuercen por los risos en la proa.
La venida del aire a mis pulmones quiere salirse por el entrecejo, entre los dedos de las manos y el talón, las maderas se acicalan y me pasan su calor.
El cielo se ha puesto de acuerdo con la corriente para reconstruir la historia que trazamos sobre las aguas.
Nos espera la tormenta de fondo mientras se fusilan con trozos de agua las letras: antes de ser escritas el río las eclipsa.
El habla no sale de la boca, el pecho es mudo maestro innato conocedor del arte de la palabra. Corazón de piña. Ribazón de caño. Desmesura de agua, dulzura de cajón. Del techo, el humo a fogón. De abajo, la candela sobre la leña durmiente de la tierra, las manos Huottöja se extienden como raíces de la planta que reza y vuela sobre troncos nacidos en las estrellas más próximas a la cabeza de las aguas.
Las curiosas risas dueñas de la verdad del campo pisado, minado de junturas de la boca hacia las mejillas. El agua en sus cuerpecitos se escurre, son parte de la poesía dueña de la ilusión de esta forma real del sueño.
‘Ya vamos llegando’ se adueña de esos dientes y trenzas. Le sonrío con la nariz, ella, toca la piñas, las piñas se sientan en sus manos.
Sin título.
Sos vos un errante helado, eterno pensamiento del mareo de las aguas.
El aire sale por los poros y alcanza la bocanada el espanto del pecho, relucen en azules los rasgos de la persona disfrazada de cuerpo. Estancia oculta de recuerdos que se desvanecen con el vaivén del río.
Ya repleta de venidas, llegadas y despedidas señalo la incondicionalidad del estar respirando, dando vida a los dioses y regresando, a partir de ellos con otra exhalación.
Golpetea mi silencio el bullicio del tronco que escala en descendiente el peso de la carga centella que no estalla, se minan los campos por acción y omisión de la consciencia. El mundo al revés desata los nudos que abiertos rondan en derredor del cielo.
Dualidades no aceptadas se aciertan y juzgan validando su accionar en una reacción que se acalla al observar, dejarse ser en medio de tanta puñalada que en solitario jugamos a enterrar y después enteramos al cuerpo de un prófugo de miedo de la efímera forma.
Dueños de lo intocable nacimos y aferrando manos al viento nos endurecemos y dejamos enclavijadas masas de aire viejo que desierto remontará hojarasca y vida oculta en el silbido de la selva, que sabrá acallar y hacer llegar la conciencia de los hombres.
Humano es una mano, emerge de aguas ocultas, asciende en pequeñas picadas de agua dulce. Aun no me convence la forma, el ir y venir de las claras aguas.