Prof. Bernardo Navarro Villarreal, Dpto. Lengua y Literatura - Universidad Simón Bolívar
Caracas, noviembre de 2015
El volumen compilatorio La escritura hecha en casa llega a su tercer volumen. Esto significa quince años de prolífico trabajo reflexivo, ensayístico y escritural de parte de los estudiantes de la Universidad Simón Bolívar y de los profesores, quienes de forma diligente y acuciosa han contribuido a mantener activa y ascendente la participación de los estudiantes, tanto en los cursos de Estudios Generales como en los certámenes que galardonan su producción escrita.
En otras oportunidades se ha explicado con sobrados argumentos y razones el extraordinario valor que cobra en el escenario académico actual el otorgamiento de premios que estimulen la creación artística e intelectual entre los estudiantes que se forman como profesionales en nuestras universidades. Más aún cuando las humanidades atraviesan, una vez más, por el desconsiderado examen de la perspectiva utilitaria de la rentabilidad y los beneficios materiales, que tantas veces ha chocado contra el muro infranqueable de que sin ellas el mundo se hundiría en la barbarie.
Quizás no se ha dicho suficientes veces, quizás no se ha insistido con el ahínco necesario; pero es evidente que el camino que lleva a la formación de un profesional más competente, integral, emprendedor, dinámico, innovador y comprometido pasa por las humanidades y el amplio universo de conocimientos, valores y visiones que ellas ofrecen. Especialmente, como ya decía un maestro amigo en su momento, cuando se trata de refutar caducos mitos que hablan de un supuesto divorcio entre las aparentemente disímiles áreas “prácticas” y las “teóricas”. Una formación enriquecida por la filosofía, la historia, la literatura y la sociología, no sólo equilibra el espíritu de quien estudia Mecánica, Química o Matemáticas; sino que además aquellas áreas ofrecen a éstas perspectivas nuevas, atrevidas, desafiantes y también éticas y románticas. La historia, con su inagotable fuente de enseñanzas, abunda en ejemplos que ilustran este argumento. Pensemos, sin necesidad de mucho esfuerzo, en uno de los más capitales de ellos: el inmenso caudal de inspiración que significó para la ciencia del siglo XX la literatura de Julio Verne, demostrando así que el arte, en el campo de la formación técnica no es puro divertimento y evasión, sino que en ocasiones llega a servir de génesis y acicate de las investigaciones. Y sirva al mismo tiempo este caso para ilustrar el camino opuesto de dicha inspiración, pues justo es que se diga que la ciencia concibió en la mente de Verne las novelas que fueron la delicia de buena parte de los ávidos lectores del siglo XIX y de millones de la actualidad, que se acercan maravillados al fascinante mundo de la tecnología.
Y esto es válido tanto para la concepción en la que se fundan los planes académicos, como parte del interés institucional sobre el perfil de sus egresados, como para las expectativas e intereses de los estudiantes que se forman en las universidades. Es decir, que esta estrecha relación entre las ciencias y las humanidades orienta y define lo que las universidades quieren formar en los profesionales que se gradúan, pero también sirve de estímulo atractivo para los estudiantes que eligen una universidad entre las opciones que se le ofrecen. Ya no se trata sólo de que las empresas y las instituciones, en general, quieran profesionales integrales; es que los propios estudiantes prefieren aquellas universidades que dan prioridad a las humanidades como respaldo a las carreras técnicas. Y de ello es evidencia el importante número de aspirantes que año tras año se inscriben en las pruebas de ingreso de la Universidad Simón Bolívar y también del gran número de trabajos inscritos en los concursos que organiza la universidad, entre aquellos que logran ingresar y son sus estudiantes regulares. Los estudiantes de nuestra universidad quieren escribir sobre lo que leen, sobre lo que piensan y sobre lo que sienten.
No es casualidad, entonces, el vertiginoso ascenso que ha tenido el área de los Estudios Generales en toda Latinoamérica. Año tras año, en medio de una profunda crisis económica, social, política y ya no tanto cultural, las universidades del continente entero apuestan por los programas de los estudios generales, como la alternativa que convoca más aspiraciones y expectativas entre el universo de personas y entidades que hacen vida alrededor de las instituciones de educación superior. Esta paradójica estadística, que contradice la opinión de muchos analistas del mercado y la sociedad, quizás se explique por el hecho de que las personas, en general, y los estudiantes, en particular, deseen cada día con más claridad y razón no ser autómatas, engranes en un sistema impersonal y deshumanizado. La tendencia entre quienes se proponen aumentar su nivel de conocimientos en un área profesional es a exigir y esperar más y más crecimiento cultural.
Los estudiantes, acompañados por sus profesores, desean conocer el mundo en el que viven, pero también se sienten con la responsabilidad de comprenderlo, de acercase genuinamente a sus misterios. La literatura, la sociología, la historiografía; los estudios culturales, la hermenéutica, la teoría de la recepción son todos senderos, herramientas, vehículos que motorizan y permiten dicha cercanía y descubrimiento. Y en la nueva edición de La escritura hecha en casa, como en los anteriores, el lector descubrirá que ese ejercicio alcanza niveles excepcionales de profundidad y excelencia reflexiva y creativa.
Un caleidoscopio de estilos, miradas y referentes
Una de las particularidades más resaltantes del premio “Segundo Serrano Poncela mejor trabajo de Estudios Generales” es que logra aunar, año tras año, los comportamientos de lectura de una población estudiantil diversa y muy heterogénea. En ellos es posible encontrar desde los más recientes best sellers hasta los clásicos fundamentales de la literatura universal. Se trata de una variedad muy rica por cuanto permite constatar que la calidad lectora de los autores desentraña significados y valores estéticos en múltiples discursos y registros, sin discriminaciones a priori, que limiten las posibilidades reflexivas.
En este sentido, es una coincidencia afortunada que el trabajo que abre el volumen que aquí reseñamos sea una revisión de la dimensión arquetípica del héroe artúrico, en las figuras de Ewain y Lancelot, famosos personajes de la tradición literaria de la Mesa Redonda. Dicho trabajo, que recibió el primer premio “Segundo Serrano Poncela”, en 2011, lleva por título, precisamente, “Ewain y Lancelot: formación, cualidad y plenitud del caballero”. En él, Luis Contreras, su autor, como se deduce del título, hace un recorrido por uno de los grandes referentes de la literatura medieval, presentando al caballero como el ideal de una cultura literaria basada en principios heroicos, cuyas metas son el servicio y la libertad.
Ese mismo año, también resultó premiado Edgard Bonilla, con el ensayo “Arte: Cuando la forma y el contenido son insuficientes. Un estudio Estético-Simbólico del Arte Etnológico”, que por sus características y ambición expositiva bien podría ser considerado un artículo. Haciendo uso de varios aparatos críticos, el autor explora las distintas valoraciones del hecho artístico, el objeto y sus dimensiones, a partir de contextos y paradigmas diferentes. No es un trabajo sencillo, pero el Edgard Bonilla logra articular una visión transcultural que da cuenta del fenómeno estético como una suprarrealidad, emparentada a través de las fronteras y el tiempo, gracias a cualidades y aspectos fundamentales que le permiten mantener un valor en cada cultura.
En el 2012, Alexandro Tálamo desarrolla un trabajo similar, pero desde la perspectiva del sujeto responsable de la obra: “Visiones acerca de una ‘oveja negra’ (Las identidades del artista)”. A partir de los mecanismos de autorrepresentación y de concepción social sobre la persona que se dedica al arte, Tálamo va reconstruyendo el camino, no exento de discusiones y desconfianzas, que sigue el artista, hasta devenir en un personaje cargado de leyenda, superstición, clichés y estereotipos. Es una exploración sobre cómo el imaginario temporal va defiendo el tipo de artista que necesita de acuerdo a las dinámicas de sociedad que le da amparo y lo justifica.
Andrea Sucre González, ganadora también en 2012, marca una clara diferencia con los trabajos anteriores, al orientar su ensayo “Poesía y plenitud: Yo te veo a ti y a mí en una misma mirada” hacia la experiencia trascendente de la lectura poética. En estas páginas, Andrea Sucre se decanta por la conversación con el lector, con la lectora. Es un texto abiertamente apelativo, en el que la autora alude constantemente a las lecturas de los clásicos, que van desde Teresa de la Parra a Rainer María Rilke, para hacer evidente que la experiencia de la poesía es una hito en la vida del lector, que le hace trascender hasta alcanzar un encuentro superior con todo lo humano.
Ricardo Santos, en 2013, vuelve sobre el tema artúrico con “El poder del olvido”, una lectura sobre varios episodios del mítico rey, en el cual memoria y olvido se combinan para forjar el carácter de los héroes. Para Ricardo Santos, el ser humano se construye de sus memorias, pero siempre en un juego de escritura y reescritura gracias al olvido. Queda claro que dicho juego dialéctico no es nuevo, pero para el autor, la literatura basada en las hazañas del Rey Arturo y su corte brinda herramientas suficientes para pensar el tiempo presente, en el cual la deshumanización ha cobrado buena parte del espíritu social, debido a que se ha roto el equilibrio entre la valoración de las fortunas y las penas por los fracasos.
En este mismo espíritu de analizar los motivos de la sociedad del siglo XX, pero desde una perspectiva diferente, Martha Moniz escribe sobre “La contracultura de los sesenta”. El papel de los Beatles, hito cultural en todas sus dimensiones, supuso una contraposición a los valores imperantes de la época y una renovación del espíritu de lucha contra los caducos modelos de las sociedades de mediados de siglo. Desde una perspectiva historiográfica, la autora hace un recorrido por la década de los sesenta para rastrear los elementos contraculturales que marcaron el rumbo de las generaciones siguientes. A pesar de que los sesentas fueron el génesis de varios flagelos de las juventudes posteriores, como las drogas sintéticas, lo que se colige de este trabajo es que el espíritu despertado por esta década sirvió para fundar una tradición renovadora, que aún cuando muy combatida y desgastada, continúa estando presente en nuestros días.
Para hace patente el carácter heterodoxo de esta selección de ensayos, “La rueda que los hombres contemplan”, de Saúl Enrique Duque Morales, empieza con un tono cronístico que regresa al autor/narrador al lugar de su infancia, y a nosotros los lectores nos conduce por reflexiones que en principio parecen muy personales e íntimas, pero que progresivamente se van convirtiendo en un examen de la memoria, el pasado, la identidad y el paraíso perdido a través de la ficción. De estás búsquedas y hallazgos, lo que rescatamos más patente, siempre de la mano del autor/narrador introspectivo y memorioso, es la contemplación como estrategia para la salvación de lo verdaderamente trascendente.
David Duarte, por su lado, aprovecha las posibilidades figurativas de la película Steamboy (2004), del japonés Katsuhiro Ōtomo, que presenta a la ciudad de Londres envuelta en una particular guerra del siglo XIX, en la que la principal arma es el novedoso vapor. De allí el título de este ensayo, que también puede ser considerado una extensa reseña fílmica: “Londres, la ciudad atrapada por el vapor”. A partir de la estética decimonónica de la película, en la cual se combinan los elementos artesanales con la incipiente tecnología mecánica, David Duarte nos presenta sus conclusiones acerca de la formación de una identidad en constante adaptación por parte de los londinenses de una ciudad signada por la conjunción entre lo nuevo y lo viejo; entre las pérdidas y el progreso.
Hay un tercer puesto en la edición 2014: “La Primavera Árabe: ¿una rebelión popular o una revolución incipiente?”, de Luis Antonio Coelho. En este ensayo, apreciamos un desarrollo muy interesante del enfoque investigativo de las humanidades, pues combina con mucho acierto todos los elementos que tiene al alcance para llegar a conclusiones objetivas. Es decir, el autor recorre la compleja realidad política del mundo árabe para analizar cuál es el alcance de las revueltas sociales que dieron al traste con los regímenes políticos de países como Túnez, Egipto o Libia. Apoyado en Herbert Marcuse o Hannah Arendt y otros autores relevantes, Coelho se adentra en las características de estos movimientos populares para determinar si estamos ante expresiones espontáneas del pueblo o ante acontecimientos mucho más profundos de cambio radical de las estructuras políticas y las relaciones del poder.
Por último, en 2015, una vez más la ciudad es objeto de pesquisas y recorridos. En la “Bitácora urbana de los Hombres-mosca”, de Luis Gutiérrez, la novela de Eduardo Liendo, Las kuitas del hombre mosca (2005), son el punto de partida para una taxonomía peculiar de la fauna humana que puebla la ciudad, siempre a partir de estos insectos sempiternos. Las tipologías de lo humano se ven marcada por la visión compuesta de estos ojos y su deambular se traduce en patrones de conducta, dependientes de la geografía urbana. El cine, la poesía, el ensayo, todos son referentes que respaldan la visión también compuesta y multidiscursiva del texto.
Así mismo, Henry Ojeda, en “Enumeraciones caóticas”, aventura un discurso que combina los recursos, en una suerte de reconstrucción poética de la ciudad de Caracas. Este recorrido convierte a la ciudad en un personaje y va cartografiando más que sus lugares, sus “manías”; los comportamientos que resultan de la relación del espacio con los sujetos que lo habitan. Visualmente, el texto rescata la misma naturaleza caótica que acusa en la ciudad, de modo que el lector tiene la sensación de ir caminando por avenidas, calles, veredas, y callejones caraqueños, en los que de un momento a otro se consigue con una valla enorme o con un vacío que no se esperaba, como ocurre en el cuerpo mismo del texto que lee.
La universidad y sus autores
Esta es una excelente muestra de un universo mucho más amplio de ensayos y textos críticos, nacidos al cobijo de un ambiente propicio para la reflexión y el pensamiento, como ya se dijo al inicio de estas páginas. Porque quizás sea oportuno insistir en el hecho de que, aunque el talento de los estudiantes de nuestra universidad es el principal responsable de estos magníficos trabajos, también es cierto que la Universidad Simón Bolívar sirve de espacio para que fermenten la excelencia y la calidad que de otra manera serían desperdiciadas o malgastadas.
No es un capricho hacer patente para finalizar el hecho de que este volumen de La escritura hecha en casa viene a demostrar que a pesar de las circunstancias adversas y los duros tiempos que corren, la formación universitaria basada en el cultivo de los méritos y los valores profesionales constituyen, más que nunca, la alternativa correcta para construir de una sociedad más humana y venturosa. Los distintos trabajos vienen a confirmar esto, toda vez que a pesar de que difieren con respecto a estilos y referentes, todos apuntan a considerar la reflexión crítica como la oportunidad propicia para analizar nuestro entorno, nuestras circunstancias y nuestro papel en el contexto cultural e histórico en que vivimos. La preocupación socio-histórica de estos autores no busca discursos complacientes ni tiene aspiraciones mesiánicas. Confrontan al lector con perspectivas profundas y necesarias sobre los aspectos que nos tocan más cercanamente como sociedad. Y viniendo de nuestros estudiantes universitarios, es prueba fiel de que la universidad, como en otras encrucijadas definitivas de la historia, reclama y merece un papel preponderante en las grandes cuestiones de nuestro tiempo.